Todos sabemos qué sucedió con Adele… de los medios para afuera. La diva se refundó, bajó una buena cantidad kilos, demostró que le gusta la estética y el coqueteo, como cualquiera de nosotros. Lo que no sabemos es lo que sucedió puertas para adentro de su casa. No sabíamos.

Adele se encuentra presentando su esperado nuevo single y el que será su próximo disco, 30, tras larguísimos seis años de silencio discográfico. En entrevista con Oprah Winfrey se abrió como pocas veces ante y dejó un par de anécdotas que causan escalofríos.

Su divorcio de Simon Konecky es el responsable de todo. Sucedido en 2018, tras ocho años de matrimonio, la ruptura empujó a Adele a un tobogán de emociones. Tras la separación, Adele atravesó ataques de ansiedad, depresión, todo el temido y tradicional huracán. “Toda mi vida he estado obsesionada con la idea de crear una familia, de tener lo que yo no tuve”, explicó la cantante, hija de un hombre que la abandonó cuando la artista tenía dos años. “Desde muy joven me prometí a mí misma que, cuando tuviera hijos, permaneceríamos juntos. Y lo intenté durante mucho, mucho tiempo”.

La conclusión es clara: Adele pensó que traicionaba su propio proyecto y sueño de vida. Qué suerte que para evitar caer en esos errores existan los psicoanalistas.

Adele comenzó a sufrir terribles ataques de ansiedad que, descubrió, remitían al ir al gimnasio. Así, el siempre ejercicio físico le ayudó a matar dos pájaros de un tiro: Superar su depresión y, de paso, obtener su figura deseada.

“No es mi trabajo validar cómo se sienten las personas con respecto a sus propios cuerpos. Siento haber hecho que alguien se sienta horrible consigo mismo, pero ese no es mi trabajo. Ya tengo bastante con tratar de arreglar mi propia vida”, explica, sincera, la artista sobre si su postura sobre la obesidad no es coherente con los tiempos de aceptación e incluso como los que corren.