Ya se ha dicho muchas veces. En las redes, las estrellas tienen ese itinerario: foto comercial, foto sensual, foto familiar, foto al natural. Así, alternadas, causan un efecto sobre los fans, que no pueden resistirse al efecto de realidad.

Pero a veces, este efecto es tan exagerado que, al desmontarse, la realidad queda, más que expuesta, desnuda. Becky G, la cantante de reggaeton que enloqueció al mundo entero con su hit “Mayores” dos veranos atrás, siempre luce perfecta, radiante, ominosa. Sus look son siempre siempre siempre sobreproducidos, al punto de esconder la textura de su piel por debajo de capas y capaz de make-up. Todas y cada una de las veces que las has visto la pose de la artista está estudiada para exagerar su cuerpo. Becky G compone, por decirlo de un modo, un personaje a todos horas.

Ahora la rueda giró los 360 grados y volvió el tiempo de cumplir con aquel orden infaltable. La ruleta indicó: foto al natural. Y sucedió lo impensado. El shock de ver a la mujer que hay detrás del producto fue tan grande que muchos no pudieron remontar lo que fue una extraña (y grande) desilusión. Becky no se parece en nada a Becky. O al menos, se parece muy poco.

¿Cómo es posible tanta diferencia? Las técnicas de maquillaje han evolucionado mucho en los últimos tiempos. Los lentes de contacto hacen todo tipo de efectos sobre los ojos. Y el photoshop y las aplicaciones, claro, dibujan lo impensado en las fotos. “No es tan bonita, parece una más”, fue solo uno de los miles comentarios negativos que recibió la artista, tal vez el más representativo. Eso son los peligros de la sobreproducción. Al tocar las doce, la magia se acaba. Lo alertaban los cuentos hace mil años. Y así es, no más.