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Christina: la rubia debilidad está de vuelta

La hispano-inglesa-danesa vendrá en mayo a dar cinco conciertos. Trae un disco nuevo bajo el brazo y aquellas viejas municiones que la hicieron extrañamente famosa en Chile.
Christina

Foto: El Mercurio

Rosenvinge llegará con un nuevo disco, "La joven Dolores", editado a comienzos de este año.

Siempre me pregunté qué tenía este país con Christina Rosenvinge Hepworth (46). Y, hasta hace un par de años, justo hasta antes de volver a oír “Que me parte un rayo”, el disco de 1992 que la hizo famosa en solitario, normalmente me contesté que algo parecido a lo que en los 70 Chile tenía con la rubia Abba: que es rubia.

A una, la sueca, se le perdonaba no que fuera tan bonita: igual cantaba estupendo y era rubia. A la otra, la hispana de origen anglo-danés, se le perdonaba que no cantara ni en la ducha: igual es bonita y rubia. El tiempo, por cierto, ha decantado las cosas encargándose por fortuna de tirar a la basura reflexiones tan estúpidas.

En el caso de Agneta Fältskog: era el pilar vocal del cuarteto. Da lo mismo, entonces, su apariencia. Sin ella Abba no valía un pepino. Hoy noto, además, que su melancólica y platinada belleza era casi un contrasentido: mientras el grupo interpretaba las canciones más divertidas y ligeras del mundo, ella siempre parecía al borde del llanto, dispuesta a la tragedia. Nunca su cara calzó mejor que en el video de “The winner takes it all”, una canción dedicada a la desolación de una ruptura.

¿Y Christina? Pasa con ella algo que el fenómeno de los programas de talento en la TV me ha dejado claro, aunque no me guste y aunque siempre preferiré a los buenos cantantes sobre los malos cantantes: no todo es la voz. Incluso si no existe más que para susurrar, que es el caso, hay veces, ésta es una, en que importa más lo que se susurra con ese hilillo en la garganta. Volvemos entonces a “Que me parta un rayo”, un álbum que cuenta historias, que busca enganchar desde una estética alternativa aunque medida y que está hecho con puro amor al pop.

Su autora es Christina, una muñeca rubia que, enfundada en pantalones de cuero, volvió loco a este país (al menos a los hombres de este país) durante una temporada a comienzos de los 90 y que volverá a Chile en un par de semanas para ofrecer un par de conciertos. Traerá, evidentemente, esas viejas canciones que la consagraron y también material nuevo.

Hagamos un poco de memoria y repasemos datos. Christina dice haber compuesto su primera canción a los 15 años. Era un tema punk que no tuvo título. Dos años después, añade en una entrevista que se deja ver en su web, dejó la casa paterna. Su primer intento musical en serio se llamaba Ella y los Neumáticos, en el que cayó como reemplazante de la vocalista original: data de la era dorada del pop español, en los 80, años en que una generación completa se dedicó a hacer música de influencia punk o new wave y a experimentar con drogas. Nos queda -entre vivos, muertos y disueltos- para nombrar entre muchos a Mecano (¿alguien puede decir todavía que Locomía ha inventado algo?), Antonio Vega (el gran héroe de Nacha Pop), la irreverente Alaska (no perderse “Quiero ser santa”), El último de fila, Gabinete Caligari, Los Secretos (de los hermanos Urquijo), Siniestro total o Los Toreros Muertos.

El siguiente paso en grupo de Rosenvinge fue junto a Magia Blanca, donde conoció a Álex de la Nuez, su socio en el dúo Álex y Christina, con el que hizo dos discos y se instaló en los charts hispanos. Pero el verdadero “pelotazo”, sin duda, lo dio junto a Los Subterráneos y el álbum “Que me parta…”. ¿Por qué? Quizá por aquella razón del comienzo: la chica rubia de la voz escasa empezó a ser quien, además de la imagen, surtía las canciones.

Con Los Subterráneos

Foto: El Mercurio

La contratapa de "Que me parta un rayo", de 1992, el álbum que la transformó en una estrella en Chile.

Componer parece ser lo suyo, y suyos son ese himno carretero y de solidaridad femenina llamado “Tú por mí”, la balada “Mil pedazos” y “Voy en un coche”. Fueron la munición que le permitió convertise en estrella en Latinoamérica. En Chile especialmente cayó como una bomba: hizo giras, conciertos, entrevistas y hasta un Festival de Viña.

Sometida a la crueldad del mercado, tras ese disco comenzó a preguntársele qué haría para superarse a sí misma. Su respuesta solía ser ruda, con esa rudeza de rubia que más parece una candidez: “Me importa un pimiento”.

Pero hizo: cambió de piel. Ahondó definitivamente en aquello de contar historias, esta vez teñida por una veta indie y naïf, muy francesa. Fue incluso editada por Smells Like Records, el mismo sello que está detrás de Cat Power y de una banda esencial en la vida de Christina:  Sonic Youth.

Su vocalista, Lee Ranaldo, es partner artístico de Rosenvinge desde 1994. Es quien la ayudó a desembarcar en Nueva York en 1999 y es, por tanto, “culpable” en parte de lo que ella ha hecho estos últimos años; entre otras cosas componer en inglés y dedicar su carrera a las distancias cortas y los públicos pequeños.

Nueve discos conforman la lista de álbumes en solitario de Christina Rosenvigne, lanzados después de cerrar su vida al lado de Los Subterráneos. El último álbum se llama “La joven Dolores” (2011) y es un buen motivo para traera de regreso a Chile tras un año de ausencia. Ofrecerá cinco conciertos, casi todos bajo el paraguas de una firma de casinos, lo que asegura el formato: íntimo, muy de acuerdo a su actual estética.

Fechas: 5 de mayo, en el Parque O’Higgins, en el teatro La Cúpula; 9 de mayo, en el teatro de la Universidad de Concepción; el 12 de mayo, en el Enjoy de Viña del Mar; 13 de mayo, en el Enjoy de Antofagasta;  14 de mayo en el Enjoy de Coquimbo. Entradas en Puntoticket y en Ticketmaster para regiones.

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