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La eternidad de Roberto Carlos

El cantante brasileño, dueño de una carrera de cinco décadas y con más de 120 millones de discos vendidos, fue un sólido nombre para la partida de Viña 2011, el primer festival de CHV.

¿Era Roberto Carlos Braga, más conocido como Roberto Carlos a solas y también llamado “O Rei”, el artista indicado para arrancar la fiesta en la primera noche de CHV como canal organizador del viejo y querido Festival de Viña del Mar? Sí, señores, era.

Roberto Carlos

Foto: El Mercurio

Roberto Carlos, quizás el cantante brasileño más internacional de todos los tiempos, logró instalarse en el corazón del público con sus argumentos eternos: baladas ultracomerciales y romanticismo.

Pudo ser otro, por cierto. Más joven, menos AM, más brasileño. Pero este caballero de 69 años, que peina canas ya escasas y luce un flequillo de señora que parece tener horas de dedicación estilística, es una especie casi en extinción: dueño de un repertorio extensísimo y de una capacidad inmensa de contacto con el público, es una de esas leyendas de las que tanto se habla para el certamen de la Ciudad Jardín y de las que tan poco se ve sobre la Quinta Vergara, un portento musical incluso a pesar de aquellos que abominan de su repertorio, quizá demasiado melódico y sobre todo muy romántico.

Portadas

Foto: El Mercurio

En cinco décadas de carrera, Roberto Carlos ha grabado decenas de discos y cientos de canciones propias y de otros.

Nacido el 19 de abril de 1941 en la zona de Espirito Santo, al sudeste de Brasil, Roberto Carlos es ganador de premio Grammy y ha vendido alrededor de 120 millones de discos en 50 años de profesión. Es considerado uno de los músicos más influyentes en la vibrante escena brasileña de los años 60, en la que entró como rostro principal, junto a su socio Erasmo Carlos, de un movimiento al que se llamó la “Jovem Guarda” (la joven guardia) y que es identificado como el primer despunte en la formación del pop rock brasileño, algo así como el equivalente a nuestra Nueva Ola.

Su anclaje es popular, mucho más internacional y mainstream que el de sus contemporáneos de Bahía o Río de Janeiro, como Chico Buarque, Joao Giberto o Caetano Veloso, todos más ligados a movimientos de raíz folk y al compromiso social y político. Prueba de su diferencia es su primer disco, “Louco por você”, que fue un fracaso y que contiene entre sus 12 temas una versión muy fox trot de “Mr. Sandman”, un éxito de los años 50 popularizado en el mundo por el cuarteto vocal norteamericano The Chordettes.

No es ese tipo de repertorio, sin embargo, el que consagró a Roberto Carlos, sino sus baladas, todas coescritas junto a Erasmo Carlos o a Manuel Morais. Hablamos de “Propuesta”, “Detalles”, “Amada amante”, “Cama y mesa”, “Cóncavo y convexo”, “El gato que está triste y azul” o “La distancia”, entre muchas otras, todas auténticas sandías caladas del repertorio radiofónico y citas obligadas en cualquier buena banda sonora de amor romántico latino.

En los 70

Foto: El Mercurio

Durante su presentación en Viña 1975, Roberto Carlos hizo público su apoyo al gobierno militar.

Probablemente una de las facetas que mejor caracteriza la vocación masiva de Roberto Carlos es su pronto interés en internacionalizarse. A diferencia de otros grandes de Brasil, a quienes durante años aquí sólo conocían algunos entendidos y a quienes el público local comenzó a ver en concierto recién en la década de los 2000, a “O Rei” lo tuvimos en Chile desde comienzos de los 70. No sólo nosotros: Roberto Carlos se encargó de difundir sus canciones en Europa (incluido el célebre y ya desaparecido Festival de San Remo en Italia) y grabó en inglés y francés.

De 1975 data precisamente uno de sus capítulos controvertidos en Chile. Precisamente durante el Festival de Viña del Mar, el músico -quien por entonces lucía una larga y rizada cabellera oscura- expresó abiertamente su apoyo al gobierno militar, algo que no hizo precisamente en 1982 otro que este año volverá a pisar la Quinta Vergara: Sting.

Más allá de la anécdota, una cosa es cierta: Roberto Carlos se instaló en la Quinta Vergara una vez más y desplegó sus pergaminos. Fue un éxito con su esquema musical más cercano al estilo crooner que al pop moderno y con su inagotable tendencia al monólogo entre canción y canción. Más no se puede pedir.

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