Casi como si se tratara de un hechizo que tiene por desafío lo imposible fue el debut del “Celebration Tour”: hacer como si el tiempo no hubiera pasado. Es cierto: Madonna tiene perdida la guerra de antemano. Pero quizá le pueda arrancar a la vida un par de batallas más.

La primera tuvo lugar los últimos días, cuando Madonna, que casi muere el pasado verano boreal durante una infección, pudo desplegar 40 temas a puro dance y coreos sobre escena. “No pensé que sobreviviría y mis médicos tampoco”, confesó la artista a sus fans.

Nada faltó en la fiesta. Ni las reflexiones de una Madonna más adulta con ganas de opinar de todo (““Es tan doloroso verlo. Me rompe el corazón ver niños sufriendo, adolescentes sufriendo, ancianos sufriendo”, dijo sobre el conflicto en Medio Oriente), ni los bailarines ajustados a momentos de altísimo erotismo, como siempre le ha gustado a la reina.

El show abrió con Nothing Really Matters, una letra paradigmática: “Nunca volveré a ser la misma debido a ustedes”. Madonna vestía una copia del kimono diseñado por Gaultier, apareció sola en escena aunque no tardaron en entrar los muchachos de las coreos.

El primer acto del show hizo referencia a sus primeros años en los 80s: “Vivía en el lugar de ensayos donde mi banda practicaba y no tenía manera de bañarme. Así que salía con hombres que tenían duchas y baños”. Luego sí, ya entraron las referencias a los años que siguieron y entró a escena toda la imaginería tradicional de la cantante, la religión, el sado, etc. Madonna de regreso. Sana y salva. Por suerte. Y a disfrutarlo.