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Scissor Sisters: los maestros del pop en deuda

El quinteto neoyorkino que vino al festival SUE no brilló durante su presentación. No por eso deja de tener tres excelentes discos que tributan a lo mejor de la música para discotecas.

Las alarmas sonaron, probablemente, ese mismo mayo de 2004, cuando Scissor Sisters lanzó su primer disco, llamado igual que la propia banda. Por fin un grupo, en este caso un quinteto nacido en Nueva York cuatro años antes, volvía a estar disponible para encender los neones y enfundarse en los colores y la textura del satín.

Al fin un grupo nuevo acudía -sin complejos y de modo brillante- al más genuino pop,  ése que se nutre de canciones cortas y sin grandes historias para narrar, que tributa sobre todo a la melodía, que se esmera en ofrecer momentos tan efímeros como felices a quien lo escucha, y que encuentra su gran comunión con el oyente en la pista de baile.

El Mercurio

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El quinteto durante su presentación en Santiago: vinieron a participar en la sexta versión del festival SUE.

Aquel álbum es una notable mezcla de 11 temas, entre canciones bailables y baladas. Ofrece -tal como habían hecho tres décadas atrás Bowie o Abba- el más rendido homenaje al glamour plástico de las grandes discotecas, y fue recibido con entusiasmo por los amantes de un género que, a golpe de raperos y R&B, llevaba años acorralado en una esquina de la industria, sobreviviendo gracias el empeño de divas sólidas pero ya entradas en años, como Madonna o Kylie Minogue.

¿Quién era esta gente tan sorprendente que hizo algo tan sorprendente (aunque obvio) por la música? Sus apelativos, llenos de fantasía por cierto, son Ana Matronic, Babydaddy, Del Marquis Jake Shears y Randy Real. Ella, quien lleva por nombre legal el de Ana Lynch, entregó en una nota para “El Mercurio” una breve declaración de principios dando cuenta de los porqués de su grupo: “Siempre me han interesado los personajes raros; en los 80 me llamaba la atención gente como Annie Lennox, Siouxie Sioux… así que estoy segura de que si fuera una adolescente ahora me encantaría Lady Gaga”. Ana Matronic, ya se ve, sólo tiene ojos para el pop.

All Music, la biblia de la música en internet, no ha escatimado elogios para tanta coherencia y afirma: “El primer disco de Scissor Sisters fue uno de los más sorprendentes debuts del nuevo milenio y uno de los mejor hechos. Brilloso en la superficie, pero lleno sustancia por debajo, fue exitoso porque el grupo escribió fantásticas canciones y las apoyó con una excelente producción”.

La mejor noticia no sale, sin embargo, de ese trabajo sino del que lo sucedió, “Ta-Dah” (2006). Si bien fue menos celebrado que su antecesor, dio muestra de consistencia por parte de la banda: aún es un buen álbum. Con él Scissor Sisters dejó de ser una agrupación de un solo disco y a los amantes del pop les ofreció la certeza de que la alegría del primer momento camina acompañada por cierta tranquilidad: el quinteto llegó para quedarse. En junio pasado fue el lanzamiento de su tercera entrega, llamada “Night work”, sin duda uno de los mejores discos pop del año 2010.

Night Work

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Night Work, el excelento disco que el grupo editó este año. Su portada es una fotografía del controvertido Robert Mapplethorpe.

El paso de Scissor Sisters por Santiago, hay que ser sinceros, no fue el más brillante. El grupo, que vino a mostrar “Night work” para la sexta versión del festival SUE en Espacio Riesco, no brilló. Sus integrantes acusaron un resfrío para justificar una baja performance opacada por otro maestro del falseto, los agudos y la buena onda, el británico Michael Holbrook Penniman Jr., mejor conocido como Mika. Pero un tropiezo no es fracaso: los neoyorkinos siguen estando, probablemente al lado de Lady Gaga, entre lo mejor de los tributos al buen glam de los años 70 que se ofrece por estos días en el mainstream mundial.

Scissor Sisters habla en su música, sus giros, sus arreglos y su estilo de mitos como Sylvester o The Bee Gees, del mismo modo que Mika es una especie de Freddie Mercury redivivo. Su amor por la cultura pop es suficientemente vasto como para ofrecer guiños permanentes y felices.

Uno es el que abre espacio en “Night work” a sir Ian McKellan, el inolvidable Gandalf de la trilogía cinematográfica “El señor de los anillos”: su voz, al cierre de la canción “Invisible light”, aparece como una suerte de homenaje a Vincent Price, el espeluznante dueño de la carcajada de “Thriller”, el mega éxito ochentero de Michael Jackson’s Thriller. Otro es la propia portada del disco, una foto a un trasero enfundado en una apretada malla de baile hecha en 1980 por un auténtico icono neoyorkino, el fotógrafo Robert Mapplethorpe. ¿Se puede pedir más? Sí, que vuelvan a Santiago a saldar su deuda con un muy buen concierto.

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