“La rebelión de las putas”: El histórico episodio en que prostitutas se alzaron contra los fusiles
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Contamos la breve historia de cinco mujeres que propinaron la más humillante derrota al regimiento que acababa de fusilar a más de mil personas.
En noviembre de 1920, los peones rurales de la Patagonia, agrupados en la Sociedad Obrera de Río Gallegos (Santa Cruz, Argentina), declararon una huelga en reclamo de una jornada de descanso a la semana, acceder a un lugar limpio donde dormir y un paquete de velas. Semejante desafío durante la época de esquila resultó algo intolerable para los hacendados mayormente británicos, aunque también había criollos, que se atrevían a prosperar en aquellos confines. Ofendidos por la actitud de los peones recurrieron al gobierno argentino quien inmediatamente envió al regimiento del coronel Héctor Benigno Varela para restablecer el orden. El coronel Varela, negoció con ambas partes y obtuvo un principio de acuerdo regresando luego a Buenos Aires.
Vencedores y vencidos
No está claro el motivo, pero los hacendados no cumplieron con lo acordado y una parte de los peones resolvió volver a la huelga. Un año después, el coronel Varela regresa a la Patagonia al frente del Regimiento 10 de Caballería, pero ya sin ánimo de negociación. Apenas llega a la provincia de Santa Cruz, el 10 de noviembre de 1921, impone la pena de fusilamiento para todo huelguista o sospechoso de colaborar con ellos. Fue así que los peones dejaron de ser personas para pasar a ser “extranjeros”, “anarquistas”, “insurrectos”, “bandoleros” y “forajidos”. Los pelotones del coronel Varela recorrieron la región deteniendo y fusilando en el lugar a la mayoría de los detenidos. La “cacería” de huelguistas habría durado entre un mes y medio y dos meses, estimándose que habrían fusilado entre mil y mil quinientas personas. Los pocos sobrevivientes de aquella masacre huyeron a Chile o se escondieron en lugares inaccesibles de la solitaria,fría y cruel Patagonia.
Prostíbulo “La Catalana”
Cumplida la “pacificación” de la Patagonia, el coronel Varela decidió premiar a sus soldados con una visita a los prostíbulos de la zona. Envía un aviso a “las casas de tolerancia” (eufemismo de prostíbulo) anunciando que prepararan a las “pupilas” para recibir a los soldados que serían enviados por tandas. Paulina Rovira, encargada de la casa de tolerancia “La Catalana” en San Julián, también recibe el aviso. La primera tanda de soldados llegó y comenzó a hacer una ordenada fila frente a “La Catalana”. Sin embargo, pasaba el tiempo y la puerta no se abría. La demora en recibir su premio comenzó a impacientar a la tropa. Reclamaron a viva voz hasta que la puerta se abrió y salió la dueña del prostíbulo, Paulina Rovira, quien dirigiéndose al suboficial a cargo anunció que las mujeres se negaban a atender a los soldados.
La rebelión de las putas
Cuenta el historiador Osvaldo Bayer, autor de “La Patagonia Rebelde”, que el suboficial y los soldados tomaron aquella negativa como un insulto para con los uniformes de la Patria. Intentaron ingresar por la fuerza, pero las cinco mujeres los enfrentaron con escobas y palos al grito de “asesinos” y “nos nos acostamos con asesinos”. También, según explicita el parte policial de la época, “profirieron otros insultos obscenos propios de aquellas mujerzuelas”. Las mujeres fueron detenidas por la policía, pero para evitar que el escándalo se divulgara las dejaron en libertad. Aquellos soldados del 10 de Caballería sufrieron la única y gran derrota a manos de seis mujeres: Consuelo García, de 29 años, argentina, soltera; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera; María Juliache, 28 años, española, soltera; Maud Foster, 31 años, inglesa, soltera; junto con Paulina Rovira, la dueña del prostíbulo. Hoy se las considera heroínas patagónicas y con respeto y admiración se las recuerda como “Las putas de San Julián”.
Epílogo
El 27 de enero de 1923, en Buenos Aires, un anarquista alemán de nombre Kurt Gustav Wilckens, arrojó una bomba casera al paso del coronel Héctor Benigno Varela, y le disparó cuatro tiros. La misma cantidad de disparos que el coronel ordenaba pegarle a cada peón rural que era capturado.
Fragmento narrado del episodio de “Las putas de San Julián”, en la obra de Osvaldo Bayer “La Patagonia Rebelde”:
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