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Monitoreo de medios sociales, tema conflictivo

Para algunos representa una práctica cercana al espionaje, mientras sus responsables defienden la medida a ultranza. Lo importante va más allá de esta discusión y surge ante la necesidad de transparentar las razones de su implementación.

Una intensa polémica ha generado el anuncio del Gobierno de monitorear comentarios en Medios Sociales. Sus detractores ven esta acción como una forma de implantar “prácticas de espionaje” e incluso el Senador Pedro Muñoz (PS) solicitó a la Contraloría General de la República declarar ilegal la plataforma de seguimiento de comentarios en Internet. Por su parte, el gobierno defiende este plan de monitoreos de los comentarios que se generan en blogs, Facebook y Twitter argumentando que el único objetivo es saber lo que opina la gente.

Desde mi perspectiva, esta polémica tiene una implicancia más de fondo y que requiere un mayor análisis. En primer término, no es preocupante en sí mismo el anuncio de monitorear las redes sociales, sino que resulta insólito que sea comunicado al país con la  misma convicción del típico letrero: “Sonría lo estamos grabando”. Se trata de una acción que para la población chilena no iba a pasar desapercibida y que ya tiene convertido al hashtag  de Twitter #frasepalmonitoreo en todo un fenómeno local de esta plataforma de microblogging.

Monitoreo twitter

Foto: El Mercurio

La polémica por el monitoreo anunciado por el gobierno fue instantánea.

También resulta coherente cuestionarse si nadie estaba monitoreando antes los Medios Sociales. Las señales de un gobierno 2.0 con ministros conectados a Twitter reflejan una realidad disonante, pues hace pensar que dicha presencia online se acercaba más a la pirotecnia que al reconocimiento de las utilidades de observar y conectarse con el país a partir de la interacción que ofrece esta plataforma.

Para muchos, se trata de una medida de reacción frente a algunos movimientos sociales y la utilización de los Social Media como canales de información para quienes han decidido participar en las últimas manifestaciones. Si fuese así se trataría de otra equivocación, pues resulta erróneo creer que la gente sale a la calle porque las convocatorias en Facebook y Twitter tienen poderes sobrenaturales. Es indudable que se trata de un espacio donde la gente se puede reunir, comunicar y conectar de manera instantánea con otras personas que tienen intereses similares, pero ni las grandes manifestaciones de los 70 o las marchas de los 80 estuvieron amparadas bajo Internet. Gran parte de la desconfianza se ha basado exactamente por informar de la existencia de este sistema de monitoreo en una coyuntura de este tipo, generando la legítima duda de si este programa nace con fines represivos y que podría atentar contra la libre expresión.

Considerando todo lo anterior, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Por qué el Estado desea conocer lo que opina la gente? Y es precisamente ahí donde radica toda la controversia. ¿Por qué se monitorea? ¿Cuál es el objetivo de enfocarse en estas plataformas? ¿Se ha transparentado el propósito final de esta implementación? Las empresas hoy desarrollan este tipo de prácticas con fines comerciales y lo reconocen abiertamente pues se han visto en la obligación de investigar a sus candidatos o empleados principalmente para evitar que se revelen secretos profesionales o se venda material robado.

La falta de una respuesta con argumentos de peso o plenamente convincente a esta interrogante es lo que genera mayor controversia, sensación de desconfianza y un estado de pánico colectivo que podría haberse manejado de otra forma. Distinto sería si supiéramos que nos monitorean para buscar soluciones a los problemas de educación, salud, energía, medio ambiente, etc. y tener la certeza que la idea del sistema implementado por el gobierno es escuchar atentamente a la ciudadanía y no tratar de oír a la población detrás de la puerta.

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