Soy un diseñador gráfico que escribe cuentos y novelas. Escribo sobre teatro, sobre cine y mis mejores artículos han sido reseñas sobre literatura (pueden encontrar mis artículos en la web). Pero siempre lo he dicho: yo soy del rock.
Mi casa está llena de libros de plástica y novelas “serias”. Bocetos de Klimt se entremezclan con Proust y Umberto Eco. Pero lo que cuido con devoción son los discos. Porque considero a Kafka, Picasso y Lennon como los grandes artistas del Siglo XX. Pero Lennon está un pasito arriba, ¿no? Es el más-más.
Y del rock de acá, bueno… no hay mucho para discutir, ¿cierto? ¿O es que en Latinoamérica hay otra mente única, incomprensible y genial como la de Charly García?
Pienso que el rock no es simple entretenimiento. Si se lo lee a conciencia, el rock es simple “educación”. Pero educación de la buena, ¿eh? De la que transmiten los docentes pobres de las facultades, cuando a menudo son mejores los que más toman y peor visten.
Un disco es más importante que un libro de historia, pero sólo si lo escuchas en serio. El rock es una puerta. Es la pastilla roja de Matrix que te lleva más allá de los lugares comunes que todo lo adormecen. Es revolución. Es el arte que ganó y perdió batallas, que cambió para siempre la vida cotidiana, y aun cuando sus cambios se limitaron a cuestiones de segundo orden, lo cambió para bien. Rockemos, entonces. Y quién dice, ese cambio profundo algún día llegué. Y nos haga un mundo mejor.
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