Tenía que ser Charly, cuando no. La cosa fue así: hubo un festival en Quito, Ecuador, el 28 de diciembre de 2002. El Megaconcierto en el Coliseo General Rumiñahui fue un éxito de convocatoria. Diez mil personas abajo. Antes, Gustavo Cerati y Fito Páez. Y como cierre, Charly…

Más o menos ocurrió lo de siempre. Lo de siempre con García. Un equipo no sonó como el astro quería, y Charly decidió cooperar con los asistentes. Lo arreglaría a las patadas. La gente se enardeció ¿motivada o enfurecida por el músico? Los fans copiaron al genio, la policía local reprimió y todos se fue a los caños. Puro rock and roll. El señorito del bigote bicolor concluyó su faena. Pero al intentar salir de camarines se topó con sus viejos amigos: la fuerza pública. La documentación no alcanza para asegurar cómo era el sitio, si había lugar donde resistir a botellazos o huir por el balcón, como tantas veces lo hiciera García.

La policía dio con Charly mientras este cantaría su conocido hit: “Yo no sé por qué el sargento me lleva al destacamento…”. Por alguna razón, Gustavo y Fito cayeron en la volteada.

El comisario era un tal Víctor Hugo Olmedo. Llevó a músicos y colaboradores a una sala de detención intermedia. Y allí Gonzalo Aloras, músico de Páez, no tuvo mejor idea que poner “rec” y filmar. El video forma parte de una serie de tomas que el guitarrista subió a su canal de Youtube, durante 2014. Las imágenes son hermosas. Charly permanece quieto abrazado a su guitarra: niño que ha cometido una travesura y ha recibido reto por ello. Fito camina y fuma a la espera de novedades y Gustavo, el más civilizado de aquella tríada, se encuentra hastiado y quiere irse a dormir de una santa vez. Es Flavio Etcheto quien entra y comenta: “Está re-heavy la cosa. Nos quedamos todos en cana o nos vamos los que…” ¿Los que qué, Flavio? ¿Los que no hicieron nada? Debiste aprender. Con Charly siempre fue así: La entrada es gratis; la salida… vemos.