Cerati y la agonía del rock latinoamericano
- Rodrigo Reyes, ex colaborador de Rock
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Cerati seguirá siempre vivo a través de de su música y en el recuerdo de sus fanáticos.
Es tragicómico, aunque no dista de la realidad del planeta. Esta parte del continente es débil y nuestra historia es la que lo dice. Allá, en culturas milenarias, como la china, por ejemplo, tienen un monumento que se ve desde el espacio exterior, sin embargo, acá algunos sufren tratando de construir un símil, tal vez para la tranquilidad de los egos, pero no notan que haciendo eso solamente lograrán un panel de cholguán que tirita con el mínimo remezón.
Tanto o más fuerte, al menos para mí, ha sido el legado que se ha registrado en el Viejo Mundo. Algunos no necesitamos ir a revisar una y otra vez la impresionante emotividad que hay en los monumentos de Stonehenge. No, porque, simplemente, ya fue aprehendida.
No es digno de un menester “sudaca” apreciar la grandiosidad del Gran Cañón, pero aún así, muchos lo harían. Y si las mentes frágiles fuesen absorbidas por ese deseo enorme de hacerlo es gracias a la invasión de los íconos que tenemos de su cultura, como una amenaza desde el minuto en que recién aparecimos en este mundo.
Esto mismo sucede con nuestras obras. En concreto, en esta oportunidad me refiero a la música. Y, con todo respeto, por estos lados no es raro que todos estemos atemorizados. Es sumamente lógico porque todo recae en una sola persona. Y me atrevo a hablar de Gustavo Cerati, porque no creo que sea necesario cegarse con la pena por ahora. Pase lo que pase, el mundo seguirá girando y los que queden deben saber acoplarse.
Gracias por venir

Una postal para el recuerdo: Cerati, Alberti y Bosio cuando eran los reyes de América gracias a Soda Stereo.
Para los escépticos, por naturaleza rockeros, no podrá irse jamás. Pues todavía queda tanto por decir. El mismo Gustavo Cerati ha dicho en sus canciones frases con dimensiones gigantescas. Tales como, y solamente por mencionar una al azar, “No me voy, me quedo aquí”. Es lógico, porque para ellos todavía queda tanto por decir. Lo malo es que no son capaces de ver que el legado debe seguir traspasándose y crear nuevas cosas para no vivir del recuerdo.
Gracias a él, tomarse un té ya no es cosa de dos. Es por el enorme ego de Gustavo Cerati que las gracias ya no son infinitas, sino totales. Simplemente nos enseñó, y seguirá enseñándole al mundo, -a través de los viudos y sus hijos que queden por estas latitudes- a mirarnos y a valorarnos por lo que somos. Es un ícono y el artista nunca muere, pues bien se sabe que “El arte es duradero, pero la vida es breve“.
Gustavo Cerati es un libro abierto que habla de nuestra idiosincrasia. El que quiera leerlo, solamente tiene que dejar de desear ser como los otros. Para los que ya lo leyeron, ahora deben ser capaces de dejarlo desprenderse para aportar nuevas formas de apreciar nuestro hemisferio, dejando de lado sus posesiones y sobre todo, especialmente, sus obsesiones.
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