No son buenos tiempos para los amantes del rock. Eso lo sabemos todos. Pero ampliemos un poco el concepto, redondeemos bien la idea: no son buenos tiempos para quienes ven en el arte un vehículo para transmitir emociones serias. El rock fue eso allá en su nacimiento como cultura (los 60s). La juventud, que era casi un bebé como clase social, subió a su gusto musical hasta un sitio que la música no había ocupado nunca y lo enseñó al mundo entero, tanto que su cultura adoptó el nombre del género adoptado: cultura rock.

¿Qué era esa cultura? Rapidísimo: vivir al límite, divertirse, ponerse en riesgos, alzar la voz cuando todos te querían callado. El negocio, que todo se lo come, supo anexarlo a sus huestes de entretenimiento, esa industria que, con un poco de maquillaje, luces, fuegos artificiales y coreos ensayadas le quita el alma a todo. El glam anduvo por allí, sonando a rock pero sin su espíritu. Mientras todo el mundo bailaba a Michael Jackson y se frizaba los pelos, ellos surgieron desde las barriadas más pobres del midwest americano para devolver su espíritu serio, revolucionario, conflictivo y, por qué no, violento al rock and roll.

Guns N´Roses regresa a Sudamérica en un momento que puede asociarse a aquellos años. La música es tan solo un commodity más. Los artistas del reggaetón que ha triunfado en todo el mundo lo dicen sin escrúpulos al hablar sobre lo que hacen: se sientan y producen, buscando rimas lindas o fraseos con punch que pueda pagarse rápido a los oyentes, repetirse, viralizarse. Con un poco de flow, si tu frase es ingeniosa, tienes un producto de exportación. ¿y el arte?

Alguna vez lo definió, con un triste y sutil juego de palabras, Charly García: ¿Sabés qué es (h)el arte? Cagarte de frío. El periodista que lo entrevistaba en aquella ocasión ni entendió el juego de palabras, pero al menos captó esa esencia del texto que decía que un artista está medio condenado a ir por fuera de los intereses económicos. Si el dinero llega porque tu arte es bueno, bienvenido. Si no, pues que pena.

Lee también: Por qué pudo Guns N Roses ser la mejor banda de todos los tiempos

El tiempo pasó, el rock hizo millonario a muchos músicos, pero nunca logró invertir esa ecuación que es la correcta: primero la música, después –si llega– el dinero. Sus detractores suelen quedar en ridículo cuando creen ridiculizar ellos a los rockeros. Con Axl Rose ha pasado: Axl no es rockero, es millonario, dicen. ¿Decirle justo eso a Axl, que en pleno apogeo y con tsunamis de dinero queriendo entrar en su cuenta bancaria se tomó diez años para sacar un disco? El tipo hizo siempre lo que quiso y el arte le dicto. Fue tan bueno que eso lo hizo rico. ¿Por qué proyectarle a él las frustraciones de quienes cedieron al camino fácil, el corto, y terminaron presos de la rutina y un salario que alguna vez pareció grande y luego se reveló como magro?

¿Podrá este regreso de los Guns volver a despertar esa semilla en los jóvenes? Imposible adelantarse al tiempo. Se supone que no podrá. Sería mucho pedirle a los Guns, que ya son tipos grandes. Los cambios los deben hacer los jóvenes. Los mismos Guns N Roses eran jóvenes cuando iniciaron ese camino. Desde sus barrios pobres (como Los Beatles y los Rolling Stones) usaron la música no solo como distracción, evasión o refugio (para usar una palabra con una semántica menos negativa), sino también como barricada.

La situación está dispuesta: América Latina atraviesa un tiempo de durezas sociales similares a las que atravesaron Axl, Slash, John, Paul, Keith, Mick cuando levantaron su bandera. ¿Reggaetón dijimos líneas arriba? No está mal bailar. Pero hay que bailar atento. Vuelven los Guns. escuchemos. Escuchemos atentos. Escuchen, chicos, si no saben de que se trata. En su música violenta hay mucho más info de mundo del que piensas que debería haber en la música, si es que piensas que ésta es sólo un producto de consumo más.