Los viejos dibujitos de los ochenta tenían aquel gesto. Al fin y al cabo, un gesto de alegría desenfrenada, bien rockero. El pato Lucas, por ejemplo, aullaba cuando veía una pata bonita. O un tesoro, O… Como sea, aullar de euforia ante algo demasiado bueno. Algo demasiado bueno como una propina.

Mick Jagger pasó por Madrid y su estela dejó aullando a todos. Los mozos del restaurante más conocido de la zona de Chueca, por ejemplo. El cantante de la boca gigante y las arrugas profundas no se anduvo con pequeñeces al momento de reconocer a los empleados que tan bien lo atendieron. Según el metre de Las Tortillas de Gabino, a Mick le encantó la comida y dejó una propina que triplicaba la cuenta: 200 euros contra los 65 originales. Los doscientos fueron repartidos entre todos.

Por último, dejó para los muchachos de la cocina el regalo más preciado: un puñado de púas. ¿Cuánto cotizan ahora esas piezas? ¡Oiga! Eso no se vende jamás: se guarda junto al corazón.

El rockero siguió su recorrida, que detalló en su cuenta de IG: el fabuloso Guernica de Picasso en el Museo Reina Sofía, unos jardines que nadie pudo identificar. El resto de los Stones llegó en un jet privado separado de Jagger, que aprovechó para disfrutar de España más que sus compañeros. ¿Los Rolling se están despidiendo? Ya sin Charlie Watts, pero con el resto en impecable estado, eso es imposible de afirmar.