Mucho hemos hablado de Paris Jackson y su relación la fama, con su pasado, con su elección. La diva nació millonaria y ligada, por definición, al pop (es la hija del Rey del Pop), las marcas pusieron su ojo sobre ella, los perfumes caros la apadrinaron… y Paris echó a mudar a todos.

Lo de la rubia siempre fue el rock. Su ídolo fue, poco a poco y a medida que París crecía, reemplazando a su padre en los posteos: John en lugar de Maicol. Luego llegó el momento del trabajo profesional y allí también, ya adulta, la blonda pudo elegir: música en lugar de pasarelas.

Los ideales del hippismo modificaron su vestuario y la paleta cromática no tardó en modificarse en su muro, de fríos colores a tonos cálidos. Ahora, luego de tantas fogatas, collarines y puloveres tejidos, Paris regresó a los vestidos largos y sofisticados. Ocurrió en un evento de Netflix, donde convencieron a Paris de regresar a las alfombras rojas y las faldas largas.

París accedió… hasta allí nomás. La hija de Jackson se calzó la prenda sofisticada  pero no negoció el tono. Un marrón, o siena oscuro, con un poco de tinte metálico, vistió la larguísima falda Dior que no ocultó los tatuajes. Paris hizo aun más por la marca y hasta se tomó una selfie en los sanitarios, como se usa ahora. Se recogió el cabello y hasta se maquilló apenas la cara. Suficiente, muchachos. Y agradezcan. Para un alma rockera como la de Paris, todo eso es un montón.