Rata Blanca, el regreso de los 5 Magos
- Sebastián Lago, Equipo Rock
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Preludio Obsesivo
Desde el año 2008 que Chile no se deleitaba con la visita de Rata Blanca. Y es que cada vez que este quinteto pisaba suelos chilenos, las miles de personas que revientan las localidades donde se presentaban, olvidaban las viejas rencillas con los argentinos, convirtiendo la energía que fluye en el escenario en algo inocuo y sublime que forma las palabras “Rock and Roll”.
Esta vez, “Magos Espadas y Rosas”, disco que los llevaría a la fama hace exactamente 20 años bajo el sello Polygram, era la excusa perfecta para visitar tierras criollas. El verdadero compendio de literatura épico-medieval hecha música no podía celebrar tamaño natalicio sin pasar desapercibido, es por eso que la banda decidió agendar fechas en Concepción, Santiago y Antofagasta.

Antes de comenzar a narrar la verdadera Sinfonía Fantástica en la que nos envolvió el conjunto trasandino durante dos horas y media, comenzaré por narrar algunas curiosidades que mi ojo no pudo pasar por alto durante la noche del concierto.
Lo primero fue ver el Teatro Caupolicán LLENO, así es señores, LLENO, no “lleno”, y es que a pesar de tener una no pequeña lista de bandas vistas en vivo en este recinto, no pude evitar notar que pocas veces el Caupolicán ha estado tan rebosante de gente como esta vez. Fácilmente se podían calcular un poco menos de 5000 personas, la mayoría de ellas pegadas como sardinas en la cancha y el resto en tribuna.
Lo segundo y no menos importante fue notar la variedad de edades existentes en el público. Siendo predominante el público adulto, no les mentiré diciéndoles que me llamó la atención ver la inmensa cantidad de parejas generación sub 40, todos con chaquetas negras y ropa oscura, tal vez la mayoría de ellos vistiéndose para la ocasión. Seguramente dejaron el rock and roll de lado, reemplazándolo por aburridos ternos para trabajar, sin embargo, todo eso desapareció por un momento, en verdad por casi tres horas. Pude ver el rostro de mi padre en todos aquellos adultos que cantaron con voz de ventieañero cada himno tocado por los argentinos.
Con una extrema puntualidad, exactamente a las 21 horas, las luces del Caupolicán se apagaron para dar inicio al tan esperado show. “Las voces del mar”, la obertura de su última placa titulada “El Reino olvidado”, sería la pieza con la que miles de almas vibrarían esperando que los 5 magos entrasen al escenario, retornando a una tierra que los trata como su propio hogar.
Ya terminada la obertura, la canción que le da el mismo nombre al trabajo lanzado hace un par de años haría vibrar a un público ansioso por cantar. “El Reino olvidado” prendía a los más nuevos fanáticos de la banda, mientras los más viejos, miraban con alegría y júbilo a aquellos músicos que habían vuelto a casa y que continuaban con “Diario de una sombra”, el mismo tema con el cual iniciaron su show en Concepción. Al parecer nuestro ratón albino comenzaría con un pequeño calentamiento, presentando sus más recientes éxitos.
Finalizado los dos primeros temas y tras un breve saludo por parte de Adrián Barilari, el Teatro Caupolicán jamás pensó lo cerca que pudo estar del estallido ante el poderoso sonido de “Solo para Amarte”, perteneciente a su primera placa homónima. El público parecía reventar y el recinto en cualquier momento se venía abajo ante los versos cantados al unísino. “Que no muera nuestro amor”, cantó más de algún rockero observando el bello de rostro de la musa que lo acompañaba.
“71/06 Endorfina”, fue el tema elegido para calmar las pasiones y domar un poco a un público enardecido. Lamentablemente la calma duraría poco ya que sería el turno de escuchar un clásico un poco más contemporáneo, pero no por eso menos pasional. “Aún estás en mi sueños”, cautivó a todos aquellos chascones que recordaron viejos amores perdidos, amores que volvían a la realidad bajo esos riffs y agudos estribillos.
Tras revivir el disco “Guerrero del Arcoiris”, con “Ángeles de Acero”, Barilari presenta ante el público chileno el verdadero motivo por el cual han venido a visitarnos. Habían venido a celebrar el lanzamiento de un ícono del heavy y power metal latinoamericano y por qué no decir, mundial. Y es que “Magos espadas y rosas” no es cualquier placa, llevó a la fama a Rata Blanca, levantó la escena metalera sudamericana y fue pilar insigne de miles (incluso millones) de bandas heavys alrededor de estos lares. Creo que es bastante probable que no exista algún guitarrista latinoamericano que jamás haya intentado sacar el solo de “Haz tu jugada” o que no le haya dedicada a algún viejo amor el clásico “Mujer Amante”.
Magos Espadas y Euforia
Debo confesar que jamás pensé que Rata Blanca tocaría “La Leyenda del Hada y el Mago” tan pronto ya que generalmente cierran sus shows con este tema. El Caupolicán se caía lentamente al son de los neoclásicos acordes ejecutados por el quinteto trasandino. Durante un breve momento supimos lo que era vivir en un mundo de fantasía, alimentado por sueños y pasión, destruído por la muerte y enterrado por el vibrante sonido del solo en guitarra ejecutado por Giardino, pieza obligada para cualquier guitarrista metalero.

Posterior a eso era el turno de “Mujer Amante”, en ese preciso momento no estaba seguro de si el Teatro soportaría tanto nivel de energía concentrado en aquel instante. Y es que tal vez el tema era un poco repetido en los set list de gira de la banda y por qué no, a mi juicio, un poco trillado en la memoria colectiva del rockero sudaca, pero no por eso era inevitable ser ejecutado de esta forma y bajo este ambiente.
Ya terminado el pequeño momento de romanticismo y rock and roll, la batería de Fernando Scarcella daba inicio al clásico “El Beso de la Bruja”, Rata Blanca estaba decidido a interpretar de principio a fin el “Magos Espadas y Rosas”. Seré enfático y tajante en agregar que todas las palabras que puedan agregar los comentarios de los siguientes temas pueden ser incluso redundantes y es que la verdad este disco no necesita revisión, la música es, en sí misma, su propia presentación.
“Haz tu jugada”, sería el tema que prosiguiera esta hermosa presentación de una de las placas más memorables del metal castellano, la nobleza de sus letras era coreada por todos los presentes, no importaba si eras veinteañero, quinceañero o formabas parte de las ligas mayores, de la vieja escuela. Si algo tiene el heavy metal es esa garra en sus letras, acompañado de su música, que al escuchar temas así, te pone la piel de gallina, evocas viejos recuerdos y alimentas la esperanza de un futuro mejor, recordando que eres alguien que quiere ser más. “Grítales que tu verdad es ley y que su ley no es ya su verdad”.
“Por el Camino del Sol” y “Días Duros” sería lo que continuaría esta catarsis, yo me pregunto ¿qué persona en este recinto no estaba vibrando con estas ejecuciones?. No existe metalero en este orbe que jamás haya tenido momento de bajeza alguno. Más de alguno, con voz fuerte y enérgica, cantó “Muchas historias siempre me presionan, tendré que seguir, buscando salir a un nuevo camino”.
En el éxtasis puro, la melancolía y la pasión se convertían en tímidos acordes de guitarra. Más de alguno tomó a su doncella de la mano, le apretó fuerte mientras en silencio agradecía su compañía, mientras escuchaba la melancólica instrumental “¿Por qué es tan dificil amar?”. Tras una brillante ejecución por parte de Walter Giardino, acompañado de tenues luces azules y cientos de teléfonos celulares a modo de linternas, finalizó la presentación de un disco épico, finalizó el pequeño regreso a los 90, a la vieja escuela, finalizó el “Magos, Espadas y Rosas”. Un fuerte aplauso cerró esta verdadera catarsis, Chile daba las gracias.
El Show debe continuar
Finalizado el plato de fondo, y con un público igual de encendido que al inicio del show, es turno de la presentación de la banda. Increíble fue el momento en el que se escuchó el nombre “Walter Giardino” ya que todas las jóvenes (y algunas no tanto) comenzaron a gritar de un modo ensordesedor, no pude evitar la comparación – con el debido respeto – del Festival de Viña del Mar y su ola de plastificadas figuras pop, las cuales apenas son nombradas, producen el mismo efecto en el mar de adolescentes que copan la galería del anfiteatro de la Ciudad Jardín.
Era hora de continuar el espectáculo y “El Círculo de Fuego”, sería el encargado de aquello, coreada, obviamente, con menos fuerza que las anteriores, pero no por eso con menos energía. La banda estaba entregando el alma en el escenario y el público chileno lo agradecía.
Posterior a eso Giardino se queda solo en el escenario, acompañado únicamente de su Fender Stratocaster negra, para comenzar la ejecución de otro clásico que volvía a ver la luz del presente, el “Preludio Obsesivo”. ¡Así es señores! el neoclasisismo nuevamente se había apoderado del Caupolicán.

Ya finalizada la instrumental, que fue recibida con un fuerte aplauso por parte del respetable, era hora de un poco de energía y es que Barilari nos preguntaba “¿Están Cansados?”, seguramente así lo pensaba. Sin embargo, la esperada respuesta por parte de las miles de almas presentes era elocuente, ¡NO!, se escuchó hasta el otro lado de la cordillera. Era el momento de volver a los viejos himnos, era hora de estar “Abrazando al Rock And Roll”.
“No seré uno más, vos me diste libertad”, era cantado con pasión en demasía por parte del público, realmente los poderosos acordes ejecutados por la banda no daban tregua. Santiago vivía una catarsis sublime, dirigida por estos 5 magos que regresaron a Chile para premiarnos por nuestra entrega. El sonido alcanzaba ribetes de divinidad y en cierto momento llegué a preguntarme si realmente Dios existía, si es así, les aseguro que tenía forma de guitarra eléctrica y su voz seguramente diría también “¡Rock and Roll, vos me viste libertad!”
El Gran Final
Ya con casi una hora de música, Rata Blanca se despide del escenario. Como músico puedo asegurar que estar arriba, frente a miles de personas, es bastante agotador y tal vez era hora de algún refresco con altas cantidades de alcohol en su interior o simplemente de algún bocadillo. Mientras ocurría esto, el público coreaba el clásico “¡No nos vamos ni cagando!”.
Tras un par de minutos comienza a sonar la “intro” del disco “La llave de la puerta Secreta”, que posteriormente continuaría con la canción que le da título a la placa. Las ejecuciones de Giardino eran impecables, solo permitían en algún momento dejar de saltar, quedarse quieto y preguntarse cómo lo hace para tocar así
Al acercarse el final, la banda elige dos clásicos calibre 20 para terminar con lo que fue una brillante presentación. El “Chico Callejero” era el primero, coreada a toda voz, por grandes y chicos, sacando a relucir todos los valores de rebeldía que inspiraba la música por esos años, Rata Blanca tenía al público chileno en la cúspide de la gloria.
Posterior a eso la batería de Scarcella presentaba por sí misma, a mi juicio, uno de los mejores temas de la banda, y es que no podían elegir otro tema mejor para despedirse de Santiago que “El Guerrero del Arcoiris”. Nuevamente las letras nobles se apoderaban del escenario, El Rainbow Warrior latinoamericano era devorado por la garra chilena, que cantaba sin cansancio y hasta morir el estribillo. “Tus hijos no podrán vivir entre el dolor” era el mensaje final con el que Rata Blanca nos dejaba la esperanza de un mundo mejor, Santiago simplemente daba las gracias.
Dos horas y venticinco minutos de música terminaban en un ferviente aplauso del público el cual era agradecido por la visita de Rata Blanca. Barilari con una bandera chilena como capa, Scarcella repartiendo baquetas y Giardino haciendo lo suyo con las uñetas mientras los demás saludaban al resto de las personas, con una impecable sonrisa, serían el último recuerdo que casi 5 mil personas se llevaron a sus hogares. Los cinco magos habían vuelto, nos contaron la leyenda de un viejo conjuro y prometieron volver para contarnos el final.
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