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“The Wall” cumple 40 años: Las peleas internas, los delirios y la feroz crítica social del emblemático álbum de Pink Floyd

Roger Waters discutiendo con Alan Parker fue sola una imagen paradigmática de un film de culto basado en, tal vez, el mejor disco de todos los tiempos

Guía de: Rock

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He aquí un artículo complejo. Las ideas complejas requieren análisis, otra vez y juro que es la última, complejos. “The Wall” puede ser el mejor disco de todos los tiempos grabado por un ser humano. Ok, ok, hay otros candidatos que reclaman el mismo cetro. Demos por sentado y escogimos a “The Wall” y pongamos un par de cuestiones arriba de la mesa.

Primera: hay música virtuosa a lo loco; oferta no falta. Pero no siempre suele ir de la mano de la cultura, es decir que no impactan en la juventud y jamás sale de circuitos snobs o marginales. Segunda: las grandes obras suelen tener características humanas; las grandes, enormes realizaciones de productores y estudios no tienen el nervio de algo hecho por un artista.

Podríamos seguir marcando más items, ¿cierto? Como por ejemplo que no hay nada como la juventud para la creación; está bien, habrá algunas grandes creaciones hechas por gente adulta y madura, pero en mayoría, fueron casi chicos los que pusieron la cultura patas para arriba. Cuando Pink Floyd editó “The Wall”, ninguno de los integrantes del grupo llegaba a los 40.

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El disco llegó en el peor momento de la relación entre Roger Waters y sus compañeros. Lo mismo de siempre: él quería llevar a Floyd a un superescalón, hacer la obra más grandiosa que podía pensarse y los demás querían enchufar guitarras, bajos y listo. (¿Beatles? ¿Guns N´Roses?) Este punto es fruto directo del anterior: las grandes bandas surgieron con sus miembros apenas saliendo de la adolescencia y llegaron a la cima con todos ellos orillando los treinta; las personas cambiamos mucho en este periodo, mucho más de lo que parece, y las motivaciones, las expectativas, los proyectos y las novias y los hijos y mil cuestiones más nos van distanciando de esa primera juventud en la que el hecho de tocar la guitarra en la acera nos iguala a todos.

“The Wall” surgió de una anécdota que no todos conocen. Roger Waters no era demasiado afín al rock de estadios y las multitudes y odiaba el murmullo de 60mil personas cercanas. En una noche canadiense del 6 de julio de 1977, el bajista escupió a un espectador que no paraba de gritar. Waters se disculpó años después, pero aquel detalle ya marca cuánta distancia existía en los artistas de esa época a los de la nuestra. Roger no se conmovía por una multitud en comunión. Lo único que le interesaba era lo que ocurría arriba del escenario. Y así fue que pensó una pared que lo protegiera de las masas.

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Waters reflexionó sobre la alienación que sentía respecto de estas multitudes, la particular soledad que sentía un hombre rodeado de decenas de miles de personas. Pero era un hijo de la segunda guerra (como Lennon, como Richards) y, con su oreja atenta al contexto, las preocupaciones sobre el fascismo que imperaban en aquellos tiempos hizo lo demás. Aquí surge otro punto importante. Si bien la historia posterior enseñó la Segunda Guerra Mundial como el mundo occidental combatiendo contra viento y marea al nazismo, esto no fue así en su momento. El gran temor del mundo capitalista en ese momento era el comunismo, no el nazismo. Por eso, las potencias demoraron tanto en unirse en la lucha contra Hitler: Alemania combatía ferozmente sobre la URSS y el gran empresariado estadounidense veía positivo aquello, al tiempo que lo equipaba. ¿Pero cuál era la inclinación política de Waters en ese tiempo? La misma que ahora; al hombre, tal como lo había demostrado en “Animals”, sus fábricas y sus cerdos voladores, lo preocupaba la explotación obrera y la vida del proletariado. Como sucedió con la geopolítica, los horrores del nazismo terminarían uniendo inquietudes distantes.

David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason perdieron terreno ante el avance creativo implacable de Waters, que hasta quitaba a sus compañeros de los créditos de los álbumes. Insólito ¿cierto? La puesta en escena de “The Wall” dio un paso más en la carrera de shows de estadios e hizo perder dinero a todos. En ese momento surgió la idea de hacer un documental de la gira y Waters comvocó a Alan Parker para que la filmara. El proyecto derivó en otro por iniciativa del estudio financiasta pero Alan Parker (¡sacrilegio!) rechazó a Waters como actor. La relación quedó destruída apenas comenzar. Recién en 1982, hace cuarenta años, se estrenaría el film.

Berlin

Berlin, 1990

El rodaje fue ganando en alegorías y simbología y se volvió un film de culto para el mundo liberal, algo que conformó pero incomodó a Waters (otra vez: con el liberalismo no lo unía ninguna clase de amor, sino solo espanto al horror del nazismo). Alan Parker lo odió para siempre (uno más) y, décadas después, Roger tocaría el show en Berlin, tras la caída del muro, en uno de los shows más grandes de la historia.

Los otros tres miembros de Floyd odiaban a su líder y hasta resulta increíble que pudieran grabar un disco más en ese estado, The Final Cut”. Ganaron una: expulsaron a Waters y giraron con el nombre de Pink Floyd en medio de demandas de Roger. Sin su motor creativo, por supuesto, Floyd se quedó solo en virtuosismo musical, sin su sustento cultural. El sustento lo pondrían las generaciones de jóvenes posteriores, sacudidas (como “The Wall”) de derecha a izquierdas por los vaivenes de la geopolítica. “The Wall”, disco y película, son obras de culto, sin que nadie comprenda del todo qué ideas quiere transmitir, mérito exclusivo de su genio pensador, un hombre no tan polarizado como las personas de hoy en día y que cuestionaba incluso sus propias creencias. ¿Artículo complejo? Díganselo a Waters, cancelados sus shows en Polonia dos días antes de entregadas estas líneas en redacción por… por opinar sobre la invasión rusa a Ucrania.

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