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Sostenibilidad: La gran oportunidad del fin del mundo

La capacidad de escuchar y ver oportunidades de cambio será entonces un atributo más que rentable, sostenible.

Llega el 2012 y, con él, una serie de predicciones sobre el fin del mundo; unas más catastróficas, otras menos. El 2011 dejó entrever quizás, algunas sinopsis de lo que vendrá. Curiosamente, los episodios más álgidos del año que termina no solo se desataron en regiones económicamente desfavorecidas o democráticamente inestables, sino también en el mundo desarrollado donde podría pensarse que “todo marchaba bien”.

Así, vimos cómo se desarrolló la “primavera árabe”, pero también fuimos testigos de la instalación de campamentos de “indignados” que comenzaron en la plaza de Madrid y, hasta hoy, ocupan nada menos que Wall Street, escenario que podría considerarse el epicentro del modelo económico capitalista o, al menos, cuna de quienes han sacado la mejor parte del mismo.

Fin del mundo

Foto: José Miguel Cárdenas

La sostenibilidad puede ser entonces la gran oportunidad del fin del mundo.

En Chile también tuvimos nuestro adelanto. El movimiento estudiantil reflejó no solo el malestar frente a un sistema educativo que refleja la desigualdad de la sociedad, sino también dejó de manifiesto una avidez de los ciudadanos -sean votantes o no- de manifestar sus puntos de vista y opiniones. No solo los estudiantes: las tomas de las calles por parte de los pasajeros del Transantiago reflejan también una nueva actitud de los ciudadanos que hay que saber interpretar y canalizar de la mejor forma. Más que verlo como una amenaza o un adelanto del fin de la humanidad, ésta puede ser la energía que necesitamos para volcarnos hacia los cambios que hace ya tiempo vienen faltando.

¿En qué queda entonces el fin del mundo? Es improbable que los Mayas hayan visto en sus tiempos algo tan exacto como la incapacidad actual de los representantes de las diferentes naciones en lograr un acuerdo vinculante para enfrentar el cambio climático, tal como lo atestiguamos todos en la última conferencia de Naciones Unidas en Durban. Quizás sí anticiparon un cambio de paradigma, es decir, el fin del mundo “tal como lo conocemos hoy”. Así, todas las sinopsis que ya hemos visto, comienzan a calzar, incluso las que en un comienzo no se ajustaban con nuestros supuestos sobre el mundo desarrollado y el bienestar de sociedades como la española o la norteamericana.

Antes de ponernos catastrofistas, podríamos ver las nuevas historias que suceden en el mundo como una oportunidad de cambio, escenario donde la sostenibilidad y la articulación de los múltiples actores de la sociedad ya no solo bajo un horizonte de crecimiento económico, sino de bienestar general, jugarán un papel más que importante. No se acaba el mundo por los grados de más que hoy tiene el planeta: cambia nuestro modo de actuar frente a este problema, y no por decisión de unos pocos, sino porque el conjunto de actores así lo estaría exigiendo.

¿Y el rol de las empresas? ¿Es el fin de las empresas como las conocemos? La capacidad de escuchar y ver oportunidades de cambio será entonces un atributo más que rentable, sostenible. De nada sirve hacer eco de profecías que hagan a los ejecutivos esconderse temblando bajo la mesa esperando a que llegue el fin. Salir a escuchar al indignado puede ser el negocio del siglo, no solo para la empresa, sino también para toda la sociedad. La sostenibilidad puede ser entonces la gran oportunidad del fin del mundo. Los valientes, que salgan a la calle.

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