Colón en Panamá: Día de compras en un mall gigantesco
- Felipe Ramos, ex Guía de Viajes por el Mundo
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Dicen que en gran parte de Latinoamérica todos tienen su precio y que cualquier cosa se puede negociar, y en pocas partes me ha tocado comprobar más esta afirmación que en la ciudad de Colón, en Panamá.
El puerto que lleva el apellido del descubridor de nuestro continente es la segunda zona libre más grande del Mundo, con 240 hectáreas de extensión. Puerta principal de miles de productos que vienen de Asia hacia países como Venezuela, Costa Rica y Colombia, la Zona Libre es una enorme área amurallada dentro de la ciudad panameña de Colón, ubicada en la costa caribeña de Panamá.
Creada en 1948, la zona franca recibe a unos 250 mil visitantes al año y tiene 1.751 empresas que venden principalmente productos electrónicos, joyas, muebles, juguetes y licores.
Para llegar a Colón se debe tomar la nueva carretera desde Ciudad de Panamá. El viaje dura alrededor de 40 minutos (lo que toma recorrer todo el ancho del país), aunque cuando yo hice el viaje sólo existía el camino tradicional que demoraba alrededor de una hora y media. Para viajar recomiendo arrendar un auto en la capital, así podrán apreciar un paisaje que tiene toda la belleza de la exuberante naturaleza centroamericana, rica en enormes plantas, altos árboles y verdísimos cerros.
Una vez llegado a las puertas de la Zona Franca (recordemos que es un área cerrada) tendrá que entrar a una oficina de identificación en la cual le solicitarán su pasaporte, pasaje de avión e invitación de algún comerciante. Si no tiene estos documentos por reglamento interno del lugar no podrá entrar a comprar y tendrá que devolverse con las manos vacías a Ciudad de Panamá… Pero no se asuste, ¿recuerda que dije que todo puede ser negociable?
Bueno, por aproximadamente 30 dólares ($15.330 pesos chilenos) usted puede arrendar los servicios de un chofer. Hombres dispuestos a ingresarlos a la ciudadela, pasearlos por el día por las tiendas más convenientes, conseguirles precios más baratos y ayudarlos con las bolsas. Créanme que aunque ande con los papeles para entrar por su cuenta, lo que puede ser en teoría un agradable día de compras fácilmente se puede transformar en un suplicio dada la enormidad del lugar. Así que negocie bien y asegúrese su “guía de compras” personal.
Pasadas las murallas, la Zona Franca de Colón es un mundo aparte donde comerciantes que provienen de países como Pakistán, India, China o Israel negocian a diario transacciones por millones de dólares. Con este antecedente, las tiendas que se dedican a la venta minoritaria no son muchas, así que si quiere comprar una cámara fotográfica o unas poleras no crea que hay demasiada variedad donde elegir.
La mayor parte de las tiendas se encuentran en la primera parte de la Zona Libre, que está dividida en calles cuadriculadas, todas ordenadas tal como si fuese una ciudad aparte. Aquí podrán vitrinear y comprar, pero si deciden llevarse algo como un minicomponente, un televisor o una alfombra persa deberán agarrar el auto y conducir a la zona portuaria de la ciudadela donde se encuentran los almacenes con el stock. Una vez encontrado el que corresponda a la tienda en la cual hicieron su compra (lo que puede tardar siglos sin un guía), deberán presentar su ticket de compra y se les entregará su nueva adquisición. Como el lugar es gigante recomiendo dejar el retiro de la mercancía desde los almacenes para el final.
Luego de un día de vitrinear, caminar y comprar estarán listos para irse, pero no crean que salir es tan fácil. Por ley los productos adquiridos deben ser transportados directamente de la tienda al avión con el fin de que no sean revendidos en el país. Pero como uno es turista y quiere asegurarse de que se pueda llevar lo comprado deberá hacer los siguientes pasos:
Primero, guarde todo en las bolsas negras que le pasarán en las tiendas y guárdelas bajo los asientos o en la maleta del auto.
Segundo, déle a su “chofer” unos 15 dólares extras. No crea que son para él, sino que son para el policía que debe inspeccionar el vehículo antes de salir. Con esto se ahorrará problemas.
Una vez dejado a su “chofer” podrá regresar a Ciudad de Panamá. No esperen que se oscurezca antes de irse, pues fuera de los muros Colón se vuelve peligroso, así que querrán estar en camino de regreso hacia la capital a una hora temprana.
Quizás Colón no sea una ida a un mall convencional. Los precios no son gangas increíbles, pero sí la Zona Franca ofrece una experiencia que pocos lugares dan. Un mundo con su propio lenguaje y códigos que la hacen única, si no, esperen decir al portero de su hotel en Ciudad de Panamá cuando los vea bajarse del auto con las famosas bolsas negras: “Ahhh, vienen de Colón”.
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