Tailandia: Kick “Baby” Boxing
- Sebastián Alamos, equipo de Viajes por el Mundo
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¡¡Laaaadies and Gentlemannn: welcome to Kho Tao fighting Stadium!!
Así partía lo que sería una noche inolvidable para el boxeo tailandés. El estadio estaba repleto, no había butaca que no estuviera ocupada. Afuera la multitud de turistas se peleaban por comprar las últimas entradas disponibles para poder ver el combate, que al parecer, sería el más espectacular de la temporada. Algunos, incluso, colgaban de los árboles o de algún poste para no perderse el duelo que en pocos minutos comenzaría.
La adrenalina al interior se dejaba sentir. Entre los gritos de los fanáticos, las barras que animarían el certamen y el “Eye of the tiger” (Survivor) de “Rocky” de fondo, sobrecargaban el lugar de energía. Como dirían los expertos deportivos, la atmósfera estaba “caliente” y no era para menos, era la pelea más esperada en toda la historia de la isla.
Reconozco que no soy muy asiduo a los deportes pugilísticos, pero estar en Tailandia y no presenciar una pelea de Muay Thai, Kick Boxing o Full Contact, es grave. Imperdonable. Acá estas disciplinas son tan populares como el futbol en nuestro país.
Por eso me sentí afortunado de estar ahí. La pelea prometía y el estadio estaba que reventaba. Iba a ser testigo de un duelo único, entre los dos campeones tailandeses de la especialidad.
Estaba todo listo y dispuesto, los jueces en sus posiciones, el cronómetro de los rounds en cero, la campana afinada. Solamente faltaban los luchadores. Después de cantar el himno nacional tailandés se dio paso a presentar a los protagonistas principales de la jornada. La tensión era máxima hasta que… Grande fue mi sorpresa y mayor mi desilusión, cuando apareció el primer combatiente. No vi la bestia de metro noventa, llena de músculos, rapada, con el cuerpo completamente tatuado y un par de cortes y cicatrices en la cara que pensaba que iba a subir al cuadrilátero. Nada que ver. Nada.
Lo que vi fue algo muy distinto. El primer contendor vestía unos “Pampers” rojos con letras amarillas bordadas en la parte delantera. No medía más de un metro y treinta centímetros de alto y pesaba alrededor de 38 kilos. El otro subió con unos “Huggies” azules y tenía medidas similares al anterior. Ambos venían con sus respectivos osos de peluche que dejaron en cada una de las esquinas que les correspondía. Después de hacer los clásicos rituales de rigor antes de cada combate y de insultarse mutuamente con frases como “eres malo para las matemáticas” o “no sabes leer”, se dio comienzo al primer asalto.
Ambos partieron tímidos. A ratos se dejaban ver algunos leves jab, alguno que otro crochet sin mucha técnica y un par de low and high kicks que más que dañar al oponente lo obligaban a retroceder. Eso hasta que “Huggies” le dijo a “Pumpers” que no salvaba a nadie jugando a las bolitas, lo cual lo enardeció y llenó de ira propinándole un certero gancho que le voló el diente de leche que tenía suelto que para suerte mía, cayó muy cerca de mi lugar.
El juez casi tiró el babero para dar por finalizada la pelea pero “Huggies” no estaba para darse por vencido tan rápido y se levantó con personalidad y con ganas de seguir luchando.
A esa altura de la noche y en medio del primer round parecía que “Pampers” tenía el control absoluto y la victoria asegurada. Pero “Huggies” al igual que Stallone en el mítico último round con Iván Drago sacó fuerzas de flaqueza y al compás de los gritos de la gente que decía: “¡¡Pega Huggies Pega!!” conectó un certero directo de izquierda que dejó a “Pampers” en la lona llorando y llamando a su mamá desconsoladamente.
La multitud eufórica celebraba el triunfo de “Huggies”. Había sido un combate espectacular, lleno de golpes e insultos infantiles de todo tipo. Algunos en la galería ya lo comparaban con el sucesor de Mohamed Ali o Joe Frazier.
Por su parte, el pequeño Tyson saltaba emocionado de un lado para otro, mientras “Pumpers” era consolado por el entrenador y su familia. No sólo había sido humillado por el más perno del colegio, sino que además, perdía el título de “Súper Súper Híper Mini Mosca” que había retenido por 2 años consecutivos.
Eso sí, no todo era alegría esa noche. Los que no estaban nada de contentos eran el papá de “Huggies”, la nana y su profesora jefa. El primero no sabía como iba a reaccionar cuando le quitara el Nintendo, la segunda estaba pensando en cómo decirle que hiciera su cama por la mañanas sin que se enojara y la última no dormía pensando en cómo se tomaría el hecho de que este año no pasaría de curso.
Desde luego, ninguno de los tres quería ser noqueado en la casa, cocina o sala de clases.
Qué le vamos a hacer, cosas que se ven por estas latitudes.
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