Mini E, pequeño, rápido y enchufable
- Leonardo Mellado, ex Guía de Autos
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El Mini E es un bicho simpático. Un bichito conocido, además. El año pasado fui al Salón de Los Ángeles, donde la muestra se matizaba con la posibilidad de que la prensa manejara algunos de los modelos de emisiones bajas o nulas que varias marcas han desarrollado recientemente.
Dentro de lo que había, el Mini E llamaba la atención porque era una aproximación novedosa al tema de los autos eléctricos: se reconocía la necesidad de que el auto ofreciera una performance que encajara con lo que la gente espera de un Mini, al mismo tiempo que la marca se da un gustito desarrollando una nueva filosofía en materia de autos eléctricos.
Claro que esa vez manejé bien poco el modelo. Apenas una vuelta por las cercanías del recinto ferial y listo. La cola de periodistas esperando manejarlo era muy larga.
Por eso era interesante poder conducirlo en un circuito más largo, con autopistas, carreteras secundarias y en un ambiente urbano con tránsito denso, como prometía la invitación hecha por la marca a Munich, Alemania.
Ante todo, digamos que el diseño exterior no tiene ninguna diferencia con el Mini convencional, salvo por los logos que permiten identificarlo desde lejos.
Lo interesante: La propulsión no está bajo el capó, sino en la parte trasera del habitáculo, pues ocupa todo el espacio destinado a los asientos posteriores del modelo, por lo que su capacidad está reducida a dos personas.
Aparte de eso, no hay diferencias mayores en el interior del modelo, pero sí hay una sutil. En la posición donde regularmente va el tacómetro, ahora va un indicador del nivel de carga de la batería, medido en porcentaje.
Tiene un motor eléctrico de 204 CV (150 kW) que, combinado con una batería de iones de litio, transfiere la fuerza a las ruedas delanteras, proporcionando una circulación sin emisiones y casi totalmente silenciosa.
Las baterías, o como dicen en Mini “acumulador de energía”, tiene una capacidad total de 35 kilowats/hora (kWh) y genera corriente continua con una tensión nominal de 380 voltios para el motor eléctrico. El acumulador consta de 88 células instaladas en 48 módulos. Estos módulos forman tres baterías compactas distribuidas en la parte posterior del Mini E.
Los componentes básicos del acumulador recurren a la misma tecnología utilizada en las baterías de teléfonos móviles y computadores portátiles. Se carga enchufándolo a cualquier toma de corriente doméstica. Según los ingenieros de la marca, el tiempo de carga depende directamente de la tensión y carga eléctrica de la red, mientras que el costo de la misma varía según el precio de la electricidad en cada país. En Alemania, por ejemplo, una carga completa cuesta de 2 a 3 euros.
Muchos pensábamos que se echaría de menos escuchar el ruido de un motor, pero no fue el caso. Circular en silencio tiene mucho encanto después de todo; aunque estrictamente se escucha un zumbido mecánico (¿la transmisión?) y algo de rodadura de neumáticos.
Con esta batería, este auto tiene una autonomía nominal de aproximadamente 240 kilómetros, pero depende mucho de la forma en que se lo conduzca. En mi experiencia, el alcance se reduce fuertemente si se lo maneja a alta velocidad y con cambios de ritmo frecuentes. Resulta evidente que en las condiciones impuestas por las autopistas alemanas es tentador ir a velocidades del orden de 140-150 km/h (el auto no da más que eso porque tiene un limitador electrónico) y, en ese caso, no se llegará muy lejos.
En definitiva, fue una forma de confirmar que el espíritu de los diseñadores de Mini no estaba puesto en la creación de un auto autopistero, sino uno que responda a las demandas de las ciudades modernas. Puesto en ese contexto, el concepto del Mini E funciona.
El motor eléctrico del Mini E tiene un par máximo de 220 Nm y permite acelerar de 0 a 100 km/h en 8,5 segundos, cifra que no avergüenza a ningún Mini, sobre todo a uno que pesa significativamente más que los otros por causa del paquete de baterías. Mejor que eso, debido a la naturaleza del motor eléctrico, la totalidad del torque está disponible desde que se toca el acelerador, por lo que la sensación de agilidad es embriagante.
En cambio, ese efecto de freno de motor que se obtiene cuando se suelta el acelerador es desalentador, porque anula toda la inercia y obliga a acostumbrarse a frenar con el pedal del acelerador. Es decir, a medida que se levanta el pie de ese pedal, el auto empieza a frenar, de forma que llega hasta la detención total en cosa de unos metros. El freno, sólo hay que usarlo en el último momento.
El reglaje de la suspensión se ha adaptado para adecuarlo a la nueva distribución del peso sobre los ejes. En lo práctico, no es tan dura como la de otras versiones de este auto, así que bienvenidos tales reglajes.
Aún con ello, los de tacto sensible podrían notar que la popa excesivamente pesada tiende a ir por su cuenta en las curvas cerradas que se toman muy rápido… pero bueno, tampoco hay que llevar las cosas al extremo.
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