• Andrés Saslavsky, ex guía de Fútbol Argentino
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Hace siete años que el fútbol argentino es ampliamente dominado por el River de Marcelo Gallardo. Sin embargo, ahí está Boca, una vez más reponiéndose a las adversidades y eliminando por segunda ocasión consecutiva a su clásico rival en un “mano a mano”. Por los octavos de final de la Copa Argentina, el equipo de Miguel Russo se impuso 4-1 por penales en el estadio Ciudad de La Plata, luego de un aburrido empate 0-0.

Pavón se lleva la pelota ante David Martínez.

El choque entre los dos gigantes transandinos tuvo condimentos de todo tipo: Patadas violentas, bloopers, goles errados de manera insólita y fricciones características de esta clase de enfrentamientos. Todo menos fútbol: El partido fue verdaderamente mal jugado, con pocas intervenciones de los arqueros y sin demasiadas ideas para acercarse a las áreas rivales.

Dentro del espectáculo paupérrimo, River, incluso muy lejos de su techo, fue el que tuvo las llegadas más claras, pero Brian Romero (una pifia insólita en el primer tiempo), Bruno Zuculini y José Paradela carecieron de puntería. Boca, al margen de algún desborde de Cristian Pavón y la habilidad de Juan Ramírez, tuvo como único concepto en ofensiva los pelotazos largos, por lo que poco a poco se fue olvidando del arco de Franco Armani.

Boca fue más certero en los penales y festejó ante su clásico rival.

En el contexto de dos defensas inexpugnables (muy buen partido del chileno Paulo Díaz en el “Millonario”) y dos ataques ineficientes, sólo había un desenlace posible: La definición por penales. Allí, el “Xeneize” fue más certero anotando sus cuatro ejecuciones, mientras que Agustín Rossi le detuvo el tiro a Julián Álvarez y Romero pateó afuera.

El disparo de Carlos Izquierdoz desató el alocado festejo del conjunto auriazul, que nuevamente prevaleció desde los doce pasos y dejó mascando bronca a su clásico rival. Esta vez, la alegría estuvo del lado de Boca.