No fue fácil para Jorge Baradit hacer una selección de solo diez títulos, pero el esfuerzo valió la pena. Aquí están los títulos imprescindibles para el autor de “Ygdrasil”, “SYNCO” y “Kalfukura”, entre otros. Y que hace poco lanzó su nueva novela, “Lluscuma”, en la Feria Internacional del Libro de Santiago 2013.

“‘Lluscuma’ es un punto de inflexión en lo que he hecho. Después de sentirme creador de mundos y pintor de texturas y paisajes ásperos, finalmente me tocó dibujar a una persona con toda su ferretería”, explica. “‘Lluscuma’ se trata del universo interior de Fernando Camargo. La voz en primera persona se hizo imperativa, la experiencia, el dolor y las oscuridades de un personaje quebrado por la historia, modelado por un contexto demente, finalmente vuelto algo más, otra cosa. Me sentí otro tipo de narrador, la historia me drenó, quemé todo lo que tenía a mano y no me guardé nada. Ahora no estoy acá, estoy ahí adentro. Fue un trip de aquellos”.

“Ficciones”, de Jorge Luis Borges.

No se puede leer este libro a los 14 años y salir indemne. “Ficciones” es veneno en alta concentración, sus páginas apretadas de figuras y niveles que te lanzan la mente hacia atrás en el tiempo, hacia arriba en el cielo, hacia el centro de la Tierra, a mil kilómetros por hora reposadamente, con una agilidad y destreza violentas.

Este libro te puede cambiar para siempre si lo comes en el momento apropiado.

“Viaje al país de los Tarahumaras”, de Antonin Artaud.

Un viaje siempre es un viaje hacia adentro. Artaud no sabía sino arrojarse sobre sí mismo desde alturas ásperas, rodar, girar, intentar estrangular al lenguaje por su incompetencia hasta sacarle confesiones y redibujar el paisaje con huesos nuevos. Un europeo alucinado mirando con ojos giratorios, el agujero más profundo del nuevo mundo. La América secreta dentro de la caverna. América que se bebe.

“Los cantos de Maldoror”, del Conde de Lautreamont.

Si un libro pudiera ser una bomba sería este. Libro de vidrio quebrado, las manos se llenan de sangre, las esquirlas clavadas en las córneas. Libro crudo, de carne. Páginas de carne, letras de costillas, párrafos de músculo y cuchillo. Lo más parecido a una rave de asesinos seriales, el gusto por la precisión y el cirujano. Maldoror es un Cristo bendiciendo a cuchilladas al siglo XX que nace, aún no sabiendo las atrocidades que el arte predijo.

“Matadero 5”, por Kurt Vonnegut.

Una maravilla que fragmenta la realidad, la disecta, fractaliza y vuelve a armar. Un Frankenstein literario hermoso de ver. Un viaje en ácido al interior del delirio de una mente disociada, quebrada, la maravilla de ver la descomposición de una memoria hecha pedazos por la realidad.

Una forma diestra de la simultaneidad la prosa de Vonnegut.

“Cielo e infierno”, de Emmanuel Swedenborg.

La metodología del espíritu. Nada más hermoso cuando la mente intenta calificar, establecer, catalogar, definir y estructurar los fenómenos de la videncia. En esa colisión surgen monstruos enciclopédicos desquiciados preciosos. Si hubiera que hacer bestiarios de libros, este libro lo encabezaría igual como la esfinge o la quimera están en la vanguardia de los monstruos que produce el sueño de la razón, cuando entra a las cavernas, se pierde y da maravillosos manotazos de ciego intentando recuperar el control de lo que no entiende.

“Frankenstein”, de Mary Shelley.

En una Inglaterra parecida al Shanghai de hoy, cruzada de inmigración, aves exóticas, cultos extraños, ladrones de cuerpos, resurreccionistas y poesía romántica, esta cabra chica nos sale con un monstruo que contiene un monstruo, casi de la nada (solo aparentemente). Mary obviamente una médium de algo más. Un arquetipo tan violento que atraviesa las eras, los mitos y las culturas como un cuchillo caliente. ¿La primera obra de ciencia ficción? Puede ser.

“Solaris”, de Stanislav Lem.

La ciencia ficción tiene su Talón de Aquiles en un hecho puntual: está tan preocupada de viajar lejos, hacia las estrellas y de maravillarse con los escenarios, que es incapaz de viajar acá, más cerca, hacia adentro, hacia capas más complejas del paisaje humano. “Solari”s es una de las obras que consigue esa maravilla; una sci-fi metafísica, trascendente, el lugar donde el género ha producido sus mejores obras: el espacio exterior más allá de la física.

“El obsceno pájaro de la noche”, de José Donoso.

Si alguien quisiera conocer los rincones obscuros de nuestro inconsciente colectivo nacional, habría que pasarle este mapa de los recovecos.

Una pesadilla extensa y cruda, un mural de algún tipo de infierno que se retuerce al interior de todos.

Una exhibición de atrocidades maravillosa.

“El mesías de Dune”, de Frank Herbert.

No es el favorito del fandom, pero me encantó que se centrara en pocos personajes, que bajara el volumen galáctico de su alcance y se enredara en una conspiración pequeña en un paisaje pleno de detalles muy creativos. “El Mesías de Dune” -segunda parte de la saga escrita por Herbet- es un libro fallido que como los monstruos y engendros, resulta fascinante justamente por eso.

“Semilla de destrucción”, por Mike Mignola.

Teosofía, nazis, brujería, conspiraciones, mutantes, paranormalidad, demonios y mitos urbanos varios, todo con distancia y sin ingredientes dulzones imbéciles. ¿Qué mejor? Agrégale el maravilloso y lenguaje gráfico único de Mignola y el cóctel es delicioso. “Hellboy” y su spin-off “B.P.R.D.” son los cómics que me acomodan: belleza gráfica, uso de color, dibujo particular, información heterogénea, niveles de complejidad y weirdness a kilos. Porque, como les dije, mi mente necesita ser usada en un partido de fútbol. Y si algo es raro, es bueno.