“La sanguijuela de mi niña”: Una atípica historia de vampiros
Guía de: Literatura Fantástica
- Alberto Rojas
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“Jody intentó gritar, pero un olor a carne pútrida invadió sus fosas y notó una náusea. Su agresor la hizo volverse y, tirándole el pelo, echó su cabeza hacia atrás hasta que Jody pensó que iba a partirle el cuello. Luego sintió un dolor agudo a un lado de la garganta y de pronto su capacidad de resistencia pareció evaporarse”.
Este es el último instante de humanidad de Jody, pero no lo sabe. Lo único claro es que a partir de este episodio su vida cambiará —literalmente— para siempre, ya que cuando despierte casi un día después, debajo de un gran contenedor de basura y con uno de sus brazos horriblemente quemado producto de la exposición a la luz solar, ella descubrirá que ya no es la misma. Y nunca lo volverá a ser.

Esta es la premisa de “La sanguijuela de mi niña” (La Factoría de Ideas), del escritor Christopher Moore, quien a través de su humor agudo e irónico irá explorando qué significa que una persona común enfrente una situación así de radical.
Para Jody, ya sólo volver a su casa será una verdadera odisea y tratar de explicarle lo ocurrido a Kurt, su egocéntrico novio, tiempo perdido. Sólo cuando esté sola, mirándose en un espejo, tendrá las respuestas que anhela.
“Las cicatrices que los accidentes de la infancia habían dejado en sus rodillas y codos habían desaparecido. Se miró al espejo y vio que las arrugas diminutas de sus ojos también habían desaparecido, lo mismo que sus pecas. Pero sus ojos eran negros: no se veía ni un milímetro del iris. Se estremeció; luego cayó en la cuenta de que estaba viendo todo aquello a oscuras y encendió la luz del cuarto de baño. Sus pupilas se contrajeron y sus ojos volvieron a ser el mismo llamativo color verde de siempre. Cogió un puñado de su pelo y examinó las puntas. No había ninguna abierta, ninguna rota. Estaba (hasta donde se permitía creer) perfecta. Era una recién nacida de veintiséis años. Era una vampira”.
El gran problema es que Jody nunca ha visto una película de vampiros. No sabe ni entiende lo que son, cómo viven ni se alimentan. Y lo único que tiene claro es que al menos no tiene que dormir dentro de un ataúd. ¿Pero cómo va a rearmar su existencia? ¿Dónde va a vivir? ¿Cómo conseguirá lo que necesite?
La persona perfecta
Ahí es donde entra Thomas Flood, un escritor frustrado que acabó en San Francisco en vez de Nueva York. Y que cuando sus vidas se cruzan, Jody comprende que es la persona perfecta para sus planes…
“La sanguijuela de mi niña” —publicada en inglés en 1995 y en castellano recién en 2009— es la primera entrega de esta saga de vampiros ambientada en San Francisco y que continúa con “¡Chúpate esa!” (2007) y “Muérdeme” (2010), de los cuales hablaremos pronto. Tres estupendos ejemplos del talento del autor de otras obras que combinan lo fantástico con la ironía y el humor mordaz, como “El ángel más tonto del mundo” o “Cordero: El Evangelio según el mejor amigo de la infancia de Jesucristo”.
Christopher Moore (1957) es hijo de un padre policía y una madre vendedora de electrodomésticos. Empezó a escribir a los 12 años, y cuando cumplió 19 se mudó a California, donde vivió hasta 2003. Estudió en la Ohio State University y en el Brooks Institute of Photography en Santa Barbara (California). Sin embargo, su experiencia laboral va mucho más allá de ser escritor, ya que ha sido vendedor de seguros, camarero, fotógrafo, periodista e incluso DJ, entre otros.
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