El triángulo amoroso y traición que separó a Los Prisioneros
Guía de: Los 80
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Los Prisioneros, la banda más importante y popular del rock nacional, antes que una gran banda musical, eran ante todo un gran grupo de amigos. Compañeros desde el colegio secundario, el trío sanmiguelino pasó por toda clase de pellejerías antes de alcanzar la cúspide de la fama, gracias al impacto de sus tres primeros discos, el último de los cuales –La Cultura de la Basura- se lanzó en 1987.
Sin embargo, en 1989, las cosas comenzaron a torcerse. El guitarrista Claudio Narea, quien ya se había casado con una joven llamada Claudia Carvajal, a quien había conocido en la costa, en una gira de Los Prisioneros, se llevó la sorpresa de su vida al descubrir en un cajón de su dormitorio unas cartas que Jorge González, el vocalista de la banda, le estaba enviando desde meses a su mujer. (Jorge González ya se había casado en 1986 con Jacqueline Fresard, después de pololear con Cecilia Narea, hermana de Claudio).
“Esas cartas tenían la inconfundible letra de Jorge. Nunca tuve sospechas de que ellos anduvieran juntos. No puedo precisar la fecha en que empezó todo, pero puedo suponer que llevaban solo un par de meses. Me acuerdo de que las cartas tenían una escritura muy desordenada y estaban plagadas de alusiones sexuales. Diría que solo hablaban de sexo. Cuando la leí, enloquecí. Jamás se me pasó por la cabeza que pudiese estar ocurriendo algo así. Interrogué a Claudia, quien, sorprendida, me negó todo al principio para luego aceptarlo y decirme muy confundida que todo había sido un error y que ella me quería solo a mí. Cuando descubrí las cartas me enteré también de que ella tenía las llaves de la casa de Jorge, quien estaba por llegar de sus vacaciones. El día en que Jorge volvía lo esperé varias horas dentro de su casa, hasta que llegó. Lo vi venir a través de las ventanas, se bajó del taxi con su maleta y entró. Cuando lo tuve frente a mí se sorprendió mucho. Le propiné el golpe más fuerte que he dado en mi vida y él no tuvo oportunidad de reaccionar. Se fue hacía atrás y comenzó a pedirme que le pegara más. Me dijo ‘me lo merezco” “, explica el propio Claudio Narea, en un extracto de su libro “Mi vida como prisionero”.
Según Narea, semanas después del incidente, ocurriría otra cosa increíble. “Jorge apareció en la puerta de mi casa, se veía tranquilo. Me dijo que aceptaba que nosotros nos quedásemos juntos, pero me dijo: “Quiero pedirles algo”. “¿Qué quieres?”, le contesté. Me dijo: “Yo acepto que ustedes se queden juntos, pero quiero pedirles que nos acostemos los tres. No me contesten todavía, piénsenlo y después me contestan”. Quedé perplejo. Al poco rato volvió a la carga con lo mismo: “Bueno, ¿y qué han pensado?”. Le contesté que no. Al oír mi respuesta negativa se puso furioso, me gritó como si yo lo hubiera ofendido gravemente, lanzándome un montón de garabatos y desapareció dando un portazo. Al día siguiente un amigo nos llamó para contarnos que Jorge se había cortado las venas. Claudia y yo nos sumamos a todos los amigos que fueron a verlo a su casa de Beaucheff. Nos contaron que además de los cortes, se había tomado 16 valiums. El estado en que lo encontramos era lamentable, muy atontado y salivando. Lucía unas vendas en cada brazo a la altura de las muñecas. Aunque se encontraba muy decaído, quiso decirle algo a Claudia. Acostado en la cama y lo suficientemente drogado no parecía peligroso, así que le permití que le hablara manteniéndome a una corta distancia. Le dijo algo muy despacio que luego ella me repitió: “Lo hice porque me amo mucho a mí mismo”.
Separación, reunificación y nueva separación
El “affaire” entre Jorge González y Claudia Carvajal, al cabo, significó el alejamiento de Narea del grupo y el declive de la famosa banda. En 1989, los Prisioneros, ya sin Narea, sacaron a la venta el disco “Corazones”, un disco que extrañamente en sus letras ya no hablaba de los temas sociales que tanto apasionaban a Jorge González.
Incluso la letra de “Estrechez de Corazón”, uno de los grandes éxitos de aquella placa, habla abiertamente sobre el triángulo amoroso y el “egoísmo” expresado por el propio Narea al no entender el amor que González sentía por su mujer.
“No destruyas porque sí
no quieras borrar cada momento
la felicidad no tienes
porque incinerarla
junto al sufrimiento
no te pido nada más
que valores este amor
que lo guardes en un libro
y lo atesores
cerca de tu corazón
tu sabes cuanto se ha querido
has abrazado lo mismo que yo (oooh!)
hoy no puedes demostrar
yo no tengo que aguantar
no, no puedes demostrar
¡Estrechez de corazón!”
“Son letras intimistas y muy románticas. Si uno las analiza comprende que contiene muchas alusiones al romance prohibido de Jorge con Claudia Carvajal”, explica el crítico musical Freddy Stock, quien también reveló este episodio en su biografía no autorizada “Corazones Rojos”.
Claudio Narea, después de alejarse de Los Prisioneros, formó la banda “Profetas y Frenéticos”, cuyo primer disco fue alabado por la crítica. Después de volver con su arrepentida esposa, años después se separaría y se volvería a emparejar con otra mujer. Jorge González, en tanto, cuyo primer disco solista fue un fracaso comercial, llevaría una carrera más bien errática y de bajo perfil, al tiempo que enfrentaba algunos problemas con las drogas.
Increíblemente, el trío de San Miguel volvería a reunirse en el año 2001 para dar dos multitudinarios conciertos en el Estadio Nacional y una posterior presentación en el Festival de la Canción de Viña del Mar. Narea dejó de nuevo la banda en el 2003, demostrando que las heridas seguían abiertas, tal como lo consignan unas polémicas declaraciones que vertió en el diario “La Estrella” de Valparaíso, cuando comparó a Jorge González con Michael Jackson. “Yo no puedo negar la genialidad artística de Jorge, pero él es un huevón muy raro. Lo que pasa que Jorge es gay, un gay no asumido y esa huevada es terrible. Es un odio terrible el que él tiene”.
Esta polémica, que ya lleva más de dos décadas, dividió a algunos fans de Los Prisioneros en gonzalistas y nareístas. Hoy, Claudio Narea sigue ligado como siempre a la música. asociándose con su reconciliado compañero Miguel Tapia, el ex baterista de la banda. Tiene una nueva pareja y numerosos amigos. Entre ellos, por cierto, no se cuenta Jorge González.
Los Prisioneros – Estadio Nacional
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