El mundo de la música fue un poco ingrato con Freddie Mercury. Diez años atrás, el nombre de Queen había quedado relegado de las grandes revistas y catálogos del rock. En realidad, siempre había sucedido eso con la banda, que subía y bajaba en las consideraciones de los críticos aun en sus mejores años. Pero algo sí se mantuvo fiel a la banda: el amor del público. Ese sí fue constante.

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Ese amor resurgió desde las penumbras con el estreno de “Bohemian Rhapsody”: el film se convirtió en un suceso que ni los productores esperaban por la misma razón; los especialistas podrán tener sus dudas, pero el público no. El público ama a Freddie Mercury. La pasión de millones en el mundo entero por este genial músico hizo reverdecer, también, sus amoríos, sus grandes pasiones personales.

El film rescató un nombre que parecía perdido en las anécdotas menores del rock: Mary Austin. Ella fue la novia que comenzó a salir con Freddie en los días previos del estallido mundial de Queen. Tal como muestra correctamente la película, jamas se pelearon. Aunque claro, la elección de vida de Freddie impidió una relación estable y ordinaria. En eso confunde la película: el impedimento para llevar a cabo un hogar junto a Mar no fue solo el deseo homosexual de Mercury. Se trató de mucho más: el músico no solo gustaba de los hombres; gustaba de la vida del rock star. No solo un hombre: decenas de ellos, y mujeres, y drogas, y fiestas y orgías y alcohol y excesos. Austin aceptó aquello y dio un paso al costado.

La relación entre Freddie y Mary comenzó en 1970, tras aclararse una confusión: ella era muy amiga de Brian May, pero solo amiga. Allí mismo comenzó una pasión que mutó con el tiempo y terminó más de dos décadas después con la muerte del cantante, convertido en un amigo de toda la vida de Mary, padrino de uno de los hijos que la mujer tuvo con su nueva pareja después de rehecha su vida.

Otra persona que tuvo lugar destacado en los años álgidos de Queen fue Paul Prenter. La opinión pública es clara respecto de él, un hombre negativo en la vida de Freddie. El film también lo pinta así. Prenter fue amante privilegiado y manager a lo largo del período 1977-1985. Para muchos, el peor momento del artista, que resucitó tras sacarse a aquel hombre de encima. El muchacho no se quedó de brazos cruzados: traicionó a Freddie por 32 mil libras que The Sun le pagó para qué contara infidencias.

¿Por qué aquella traición? Todo parece apuntar a un terrible despecho tras la ruptura profesional… y el hecho de que Freddie se enamorara de Jim Hutton. Prenter quiso disculparse y recomponer el vínculo, pero Mercury jamás se lo permitió. Aquel peluquero irlandes que había conocido pocos años atrás lo cautivó y acompañó hasta el final de sus días. Cuenta la leyenda que ni siquiera sabía que Freddie era Freddie cuando éste se le declaró: “Se te acaba de tirar uno de los músicos más famosos del mundo”, le dijeron un par de amigos al ver el primer encuentro.

El tiempo pasó, pasaron las últimas giras, los últimos días. Fue Hutton quien tomó las últimas fotos de Freddie en vida en el jardín de Garden Lodge, su último domicilio. Una última anécdota pinta en cuerpo entero al último gran amor de Mercury: Freddie le contó primero de la enfermedad que acabaría con él a sus colegas. Para Hutton le ofreció una separación de hecho, que Jim rechazó. Se quedó a cuidar al genio, incluso cuando éste decidió dejar de tomar la medicación y quedarse sólo con los paliativos para el dolor. Casi como habiendo escogido la fecha, Freddie murió el 24 de noviembre, en los brazos de Hutton. Ni éste ni Mary revelaron jamás dónde están los restos del músico.