Alejandro Magno: ¿Cómo “desató” el legendario nudo gordiano?

Una antigua profecía había prometido el imperio de Oriente al que desatara aquel intrincado nudo.

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La leyenda cuenta que Gordio era un humilde labrador de Frigia (actual Anatolia, en Turquía) que tenía por toda riqueza su carreta y sus bueyes. Cuando los frigios decidieron que necesitaban un rey consultaron al oráculo y éste les respondió que se escogiera al primer hombre que vieran entrando por la puerta de Este, con un cuervo posado sobre su carro.

Aquel hombre fue Gordio que, proclamado rey de Frigia, fundó la ciudad que lleva su nombre y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo de Zeus su carro y ató la lanza y el yugo con un intrincado nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado de desatar que pronto una profecía prometería el imperio de Oriente al que desatara aquel nudo.

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Cuando el conquistador macedonio Alejandro Magno (356-323 a. C.), tras cruzar el Helesponto, se dirigía a conquistar el Imperio persa en el año 333 a. C., se apoderó de Frigia, donde se enteró de esa antigua tradición que prometía un imperio universal al que desatara el llamado nudo gordiano.

La leyenda cuenta que el joven rey macedonio analizó la situación y, finalmente, exclamando la frase “¡Tanto monta cortar como desatar!” (que significa “es lo mismo cortar que desatarlo”), lo seccionó limpiamente con un tajo de su espada.

Se dice que esa misma noche se desató una tormenta y el cielo se llenó de rayos que todos atribuyeron al beneplácito de Zeus por aquella práctica solución, aunque existe otra versión histórica, mencionada tanto por Arriano como por Aristóbulo, que dice que Alejandro consiguió solventar la cuestión separando el nudo de la vara y logrando así chicotes de los que tirar, deshaciendo el nudo con ingenio, sin usar la espada.

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Hoy, la acción de Alejandro Magno de “desatar” el complicado nudo gordiano usando simplemente el filo de su espada es puesta como un ejemplo clásico de pensamiento lateral, que consiste en encontrar soluciones creativas poco ortodoxas, muchas veces de manera indirecta y hasta contraintuitiva, de modo de romper paradigmas y resolver un problema aparentemente insoluble de una forma tajante y sin contemplaciones.

“El mayor rompecabezas del mundo antiguo estaba allí, un nudo que no podía ser desatado. Alejandro lo cortó en dos con su espada. Pensamiento lateral, ya ves. Siglos por delante de su tiempo”, comentaría el profesor y filósofo Edward de Bono, entrenador e instructor en el tema del pensamiento.

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No obstante lo anterior, algunos sostienen que el verdadero mérito de Alejandro en el legendario episodio del nudo gordiano estuvo simplemente en el atrevimiento, pues cualquier otro no se habría atrevido a enfrentarse a la superstición que había detrás del desafío, que era poco menos que enfrentarse a los dioses y al destino. El atrevimiento y la confianza en sí mismo del genial conquistador macedonio, entonces, fueron los que lo llevaron a conquistar todo lo que se puso a su alcance, cumpliéndose de ese modo la profecía.

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