Infraestructura deficiente en Chile y fenómenos naturales: ¿Cómo se prepara el país?
- Andrea Cova Moore, equipo de Facts
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Desde el viernes de la semana pasada, la Región Metropolitana está siendo afectada por un sistema frontal con características particulares: vientos de hasta 120 kilómetros por hora que se registraron el día viernes y un masivo corte de luz producto de las condiciones climáticas. Hasta las siete de la mañana de este lunes, a nivel nacional todavía habían 398.453 clientes sin suministro de energía eléctrica, y solo la Región Metropolitana concentra 224.861 personas afectadas por la situación, de acuerdo con el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred).
Estas críticas condiciones climáticas no solo ocasionaron un masivo y prolongado corte del servicio eléctrico, sino también generaron complicaciones en los servicios de telecomunicaciones en las regiones de O’Higgins, Biobío, La Araucanía y Los Ríos. En cuanto a la Región Metropolitana, la Subsecretaría de Telecomunicaciones informó que 1.448 fueron los sitios afectados en la zona.
El invierno del 2024 ha estado marcado por la presencia de distintos fenómenos naturales, causando pérdidas materiales y humanas; sin embargo, en esta ocasión las consecuencias apuntan hacia otra dirección: la infraestructura y la preparación del país ante estos eventos naturales.
La preparación de Chile
Roberto Moris, académico del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica e investigador del Centro de Investigación para Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), apunta que la preparación del país ante este tipo de fenómenos de la naturaleza “parece ser insuficiente (…) Esto sugiere que la infraestructura y los sistemas de respuesta no están completamente preparados para manejar eventos climáticos extremos”.
Para el académico existen ciertos factores que influyen, en los que destacan los siguientes:
• Infraestructura inadecuada: “La infraestructura de drenaje en muchas áreas de Santiago es insuficiente para manejar grandes volúmenes de agua”.
• Urbanización y pavimentación: “La expansión urbana ha reducido la capacidad del suelo para absorber agua, aumentando el riesgo de inundaciones”.
• Topografía y clima: “Santiago está en un valle rodeado de cerros y montañas, lo que favorece la acumulación de agua durante lluvias intensas”.
• Mantenimiento insuficiente: “La falta de mantenimiento y actualización de las redes de drenaje existentes”.
Carlos Aguirre, doctor en Gestión Urbana e investigador de la Facultad de Ingeniería, Arquitectura y Diseño (FIAD) de la Universidad San Sebastián, señala que este tipo de eventos afectan significativamente la vida de los chilenos, “en el último tiempo hemos potenciado que existan zonas de la ciudad donde encontramos viviendas que mantienen prácticamente todo electrificado y, por tanto, dependen de la estabilidad del servicio eléctrico para su uso cotidiano”.
Aguirre puntualiza que en el corte del suministro electrico influye la utilización de cables “y que no se haya realizado la remoción de los que están ‘muertos’ o en desuso”. Por ello, menciona que “sería importante que el cableo fuera subterráneo o que tengan algún tipo de gestión respecto a eso. Efectivamente esta acción podría hacerlos más vulnerables ante algunas inundaciones, no obstante, bajo condiciones de fuertes vientos, por ejemplo, no generaría el caos que ha provocado en algunas zonas de la ciudad o la lenta respuesta ante los cortes del suministro eléctrico en esta red”.
Inversión del Estado
En cuanto a la inversión del Estado, Moris señala que “para definir cuánto se debe invertir en la preparación, una de las formas es considerar los costos asociados a los desastres. Para ello, no se pueden considerar solo las lluvias, sino el impacto de diversos tipos de eventos. Si bien no hay cálculos específicos y actualizados, se puede considerar como referencia el informe CREDEN de 2016 (Estrategia Nacional de Investigación, Desarrollo e Innovación para un Chile resiliente frente a desastres de origen natural)”.
El académico puntualiza que el documento menciona que “el costo total estimado de la estrategia propuesta es de $914 millones de dólares en 20 años, un promedio de $45,7 millones de dólares al año. Esto representa aproximadamente el 1,6 % del costo estimado de los desastres en Chile en ese periodo. Considerando que los desastres naturales representan anualmente cerca de un 1,2% del PIB de Chile, esta inversión parece ser una fracción relativamente pequeña en comparación con los costos potenciales de los desastres”.
Por último, agrega que para resolver este punto se debe tener claridad sobre los costos asociados a las emergencias, tanto los directos como los indirectos, “es decir, cuando se rompe una matriz de agua potable, no solo considerar el costo de reposición, sino los impactos en la falta de agua durante la emergencia en la ciudad y la economía de las personas”.
De cara al futuro
Moris comenta que existen distintas áreas que se deben priorizar ante este tipo de eventos, por ejemplo, la actualización y ampliación de sistemas de drenaje y alcantarillado (Plan de Aguas Lluvias Metropolitano), implementación de infraestructura verde y soluciones basadas en la naturaleza, mejora de los sistemas de monitoreo y alerta temprana, planificación urbana que considere la gestión del agua desde el inicio, educación y preparación comunitaria para emergencias, fortalecimiento de los servicios de emergencia y respuesta a desastres y desarrollo de planes de contingencia para mantener la continuidad de servicios esenciales (como educación y alimentación escolar) durante emergencias.
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