Dragones en China: Las increíbles leyendas sobre avistamientos que promueven mitos sobre su existencia
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- Héctor Fuentes
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Una de las criaturas mitológicas que más han subyugado la imaginación de ser humano es, sin duda, el dragón, enorme bestia alada en forma de reptil que escupía fuego por las fauces y cuyo nombre proviene del término griego “δράκων”, que se traduce literalmente como “serpiente”.
Estas criaturas, que han acompañado a la humanidad durante milenios, en el mundo occidental han sido mencionados en antiguos escritos como centinelas de tesoros fabulosos o bien como bestias escondidas en cuevas, mares y lagos desconocidos. En la época de los romanos, el dragón era considerado un símbolo de poder y sabiduría, mientras que para la cultura cristiana el dragón simbolizaba el mal y la destrucción: en el Apocalipsis satanás, de hecho, es llamado el “gran dragón” o la “serpiente antigua”.
En el Extremo Oriente, por el contrario, los dragones chinos (loong), los japoneses (ryū) y los coreanos (yong) han sido vistos generalmente como seres benévolos y como símbolo de prosperidad, amabilidad, sapiencia y poder, asociados al curso favorable de la vida y la buena suerte. Las representaciones de los dragones chinos desde hace milenios los describen como una criatura con un cuerpo largo similar a un reptil, con garras afiladas semejantes a las de un águila, una gruesa capa de escamas y una melena semejante al león.
La relación entre los monarcas y el dragón chino se iniciaría durante la dinastía Qin entre el 221 y el 206 a.C., gracias al mandatario Qinshi Huangdi, que cambió su nombre al de “Zǔ Lóng”, que significa “el Primer Dragón”. A partir de entonces, los emperadores chinos se conocieron como hijos del dragón, asignados por los propios dioses para reinar el gran país oriental con sus derechos divinos.
Si bien muchos creen que los dragones son sólo producto de la imaginación del hombre, la verdad es que existen muchas referencias históricas a su existencia, tanto en el mundo occidental como oriental.
En China, concretamente, existen numerosos documentos históricos muy antiguos de avistamientos de dragones que probarían la existencia de estas míticas criaturas. El medio ancient-origins.es relata que durante el verano del año 1839 a. C. un loong o dragón chino cayó al río del condado de Leting. La criatura, que tenía moscas por todo el cuerpo, fue rescatado oportunamente por los lugareños, que le construyeron una techumbre a base de esteras para protegerlo del sol, mientras le rociaban el cuerpo con agua para que su piel no se secara y muriera. Tres días más tarde, durante una fuerte tormenta, el loong desapareció sin dejar rastro.
En el año 1162 a. C., durante la época de la dinastía Song, los escritos de la época cuentan que otro loong, cubierto de escamas, una especie de barba, un par de cuernos y aletas en su espalda, con su parte superior de color gris y el vientre blanco, y cuyo olor podía percibirse a varios kilómetros de distancia, fue hallado herido en la orilla del Lago Taibai. Los lugareños también lo cubrieron con un techo de esteras, mientras diversos funcionarios llevaban a cabo diferentes ceremonias y ritos en su honor. Después de una noche tormentosa, esta criatura también desapareció misteriosamente, dejando como único rastro de su caída un enorme surco en el suelo.
Más tarde, en abril del año 345 a. C., dos loong —uno de color blanco y otro negro— fueron avistados mientras jugaban en la zona de Longshan. El Rey Yan, que consideró su aparición como una señal celestial de buena fortuna, llevó a toda su corte hasta una corta distancia para admirarlos. Asimismo, en el año 219 a. C., durante la dinastía Han del Este, un dragón amarillo apareció sorpresivamente en la ciudad de Wuyan, permaneciendo allí durante nueve días. Tras desaparecer, se erigió un templo en su honor.
En el año 874 a. C., en tanto, un loong de color gris de 30 metros de largo, cuya boca medía unos seis metros de longitud y tenía una gran cola plana tan larga como la mitad del cuerpo, y que también presentaba cuernos, escamas y patas ubicadas debajo del estómago, cubiertas por una especie de membrana roja, cayó en el Condado de Tong. Debido a que tenía una gran herida en su garganta, el animal murió casi en seguida.
Estos fabulosos avistamientos, por cierto, también se han producido en el siglo pasado y en este nuevo milenio. El medio ancient-origins.es cuenta que, durante el verano de 1934, el diario local “Sheng Jing” y cientos de testigos de la región de Yingkou informaron sobre el avistamiento de un debilitado loong que se retorcía de dolor en el suelo tras haber caído del cielo. La criatura, al parecer, no podía abrir sus ojos, tenía la cola doblada y su cuerpo empezó a secarse y descomponerse. Casi tres semanas después, el cadáver del animal apareció en la boca del Río Liaohe, emitiendo un penetrante olor. Bajo su vientre se veían cuatro garras, y en el lugar donde cayó quedó un pozo de 17 metros de largo por casi 8 metros metros de ancho.
10 años más tarde, en agosto de 1944, los habitantes del pueblo del condado de Fuyu — ubicado en las cercanías del río Songhua — se congregaron en masa para ver morir a un dragón negro. Un testigo identificado como Yen Dianyuan relataría que aquel dragón era igual a los loong que aparecen retratados en los antiguos grabados chinos: tenía alrededor de siete metros de largo, con un aspecto de víbora de 4 patas, con escamas y siete u ocho barbas gruesas y duras.
El 4 de agosto del año 2000, luego que una espesa niebla y grandes nubes grises cubrieran el cielo después de unas fuertes lluvias en la provincia de Shandong, los habitantes del pueblo de Hei Shan aseguraron haber visto a dos loong, uno blanco y otro negro. La policía intentó controlar a la sorprendida multitud hasta que el loong blanco se levantó y emprendió el vuelo, mientras que el loong negro que permaneció en tierra fue protegido por los lugareños con un pequeño techo de esteras, mientras lo rociaban con una manguera para humedecer su cuerpo.
Finalmente, en la ciudad de Fusong, provincia de Jilin, los habitantes locales relataron que a las seis de la tarde del 18 de septiembre del año 2000, al pie de la montaña, cuando caía el crepúsculo, una extraña luz apareció en el cielo, que cambiaba de color paulatinamente. Al poco rato un gran loong apareció abruptamente, hasta tan poca distancia que la gente pudo apreciar con sumo detalle su boca y sus garras, en un increíble avistamiento que se prolongó durante unos veinte minutos. En un momento dado, la luz del cielo poco a poco se tornó de color rojo oscuro y el dragón se difuminó paulatinamente.
Hoy, en el Museo Zuiryuji de Osaka, Japón, puede admirarse una valiosa pieza arqueológica: un pequeño loong embalsamado que habría sido adquirido hace 370 años por un comerciante japonés en China. De un metro de longitud, este animal embalsamado presenta el típico aspecto de un dragón chino, es decir, tiene el cuerpo de serpiente, escamas de pescado, tres garras, cuernos como dos ramas, barba y grandes ojos. Tomando en cuenta su pequeño tamaño, los japoneses afirman que se trata probablemente de un loong bebé, la cría de un dragón de agua.
Por lo pronto, el dragón, desde hace milenios, es uno de los doce animales que integran el Zodiaco chino, el único animal de ese grupo que históricamente no ha aparecido al lado del hombre (rige a las personas nacidas en 1940, 1952, 1964, 1976, 1988, 2000, 2012 y 2024).
La imagen del dragón también suele ser muy empleada en la filosofía china conocida como Feng Shui, que se basa en encontrar el equilibrio y aportar energías positivas a los lugares que habitamos. El dragón, a este respecto, es uno de los cuatro seres celestes considerado como uno de los símbolos con mayor poderío de la energía Yang, teniendo un cierto aire de ser supremo gracias a su capacidad de habitar y subsistir en el agua, la tierra y el cielo. Por ello, un hogar resguardado por un dragón, según el Feng Shui, es un espacio protegido, sagrado y lleno de prosperidad y buena suerte.
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