Estigmas: personas con las brutales llagas de Jesús

Las señales o marcas inexplicables en el cuerpo de personas, similares a las heridas de Cristo, vienen ocurriendo desde hace siglos. Pero ¿qué son los estigmas? ¿Expresiones de fe o un fenómeno psicosomático?

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Los estigmas -manifestados en lesiones abiertas en la piel con efusión de sangre o excrecencias dolorosas- son una incógnita que ha cautivado a creyentes y escépticos desde hace siglos. Afectan, por lo general, a personas cristianas entregadas a una intensa vida espiritual y mística. La Iglesia Católica los considera auténticos y el resultado de un don divino que contribuye a manifestar la fe de quienes los contemplan y alcanzar la perfección moral y espiritual de los mismos estigmatizados, quienes se hacen así partícipes de los sufrimientos de Cristo en su agonía en la cruz.

Los estigmas encierran un profundo simbolismo. Reproducen las heridas sufridas por Jesús en la flagelación y posterior crucifixión, como es el caso de las lesiones que reproducen las cinco llagas -las perforaciones en pies y manos y la herida de la lanza recibida en el costado-, además de las heridas en la cabeza y las sienes, causada por la corona de espinas, y las heridas en la espalda causadas por los latigazos. A veces pueden aparecer también lesiones en uno de los hombros, que puede aparecer herido, caído o deformado, recordando así el peso de la cruz que el Nazareno debió arrastrar camino al monte Gólgota, donde fue posteriormente crucificado.

Estigmas del Padre Pío

Foto: Agencias

Pío de Pietrelcina, conocido popularmente como el padre Pío, es el estigmatizado más famoso del siglo pasado.

El primer y más célebre estigmatizado de la historia fue San Francisco de Asís, quien el 14 de septiembre de 1224 recibió presuntamente los estigmas mientras practicaba un retiro espiritual en un monasterio de los Montes Apeninos.

Se cuenta que mientras se encontraba rezando tuvo una visión de Cristo Crucificado. Sus hermanos aseguran que “en sus manos y pies empezaron a aparecer señales de los clavos…y en el costado del santo, como si le hubiesen herido de una lanzada, se había formado una llaga que sangraba de continuo, hasta el punto de que sus túnicas y sandalias estaban impregnadas de aquella sangre sagrada”.

Estas heridas de manos y pies no eran heridas propiamente tales, sino unas raspaduras de carne en forma de clavos negruzcos (de un lado tenían cabezas redondas y los del otro tenían puntas largas, que se doblaban para arañar la piel). La herida del costado del santo era muy particular, pues era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo que a la vista parecía una hermosa rosa. Además, el resto de su cuerpo, que antes era moreno, brillaba ahora con una blancura resplandeciente.

Los estigmatizados

De los estigmatizados de la historia -unos 321, de los cuales más de 60 son santos o beatos- destaca también Pío de Pietrelcina, conocido popularmente como el Padre Pío y que es considerado el estigmatizado más famoso del siglo XX. Las crónicas dicen que mientras celebraba misa, tuvo una visión de Cristo, cayó al suelo y empezó a manar abundante sangre. Sus estigmas lo acompañaron casi 50 años, hasta el mismo momento de su muerte.

Pero los estigmas no sólo afectan a santos, religiosos y beatos. También a los estáticos o personas que han tenido experiencias místicas. Fue el caso de Louise Lateau, una joven belga de 18 años que en 1868 tuvo presuntas visiones de santos, recibiendo el estigma del costado y las heridas en sus pies y manos.  Hasta su muerte sus heridas no cesaron de sangrar todos los viernes -800 viernes consecutivos – lo que la llevaba a perder un litro de sangre por semana.

Los estigmas, al contrario de las heridas normales, presentan características únicas: los médicos no pueden curarlas con remedios convencionales; no emiten olores fétidos (a veces emiten aromas fragantes), no supuran y no causan ninguna alteración mórbida de los tejidos.

Explicación científica de los estigmas

Los científicos han intentando explicar la estigmatización a través de un proceso psicosomático. Es decir, la persona en cuestión sería tan religiosa que su cuerpo espontáneamente desarrollaría heridas parecidas a los estigmas, como reacción a sus procesos mentales. Los teólogos, por el contrario, afirman que la gracia divina de los estigmas consistiría en el sufrimiento. En sentir piedad y amor por Cristo clavado en la cruz, participar en sus aflicciones y, consecuentemente, en el perdón de los numerosos pecados que se cometen a diario en el mundo.

Lo único claro, por el momento, es que los estigmas carecen de una explicación concluyente. Es que, como dijo el escritor inglés G.K. Chesterton, a veces los enigmas de Dios son más satisfactorios que las explicaciones de los hombres.

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