La esvástica nazi contra la V de la victoria de Churchill: La “batalla esotérica” de la Segunda Guerra Mundial
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- Héctor Fuentes
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Muchos autores e historiadores han descrito con lujo de detalles los hitos más importantes de la Segunda Guerra Mundial –batallas, campañas y demás eventos bélicos-, aunque son pocos los que han reparado en que durante ese famoso conflicto bélico, el más cruento y masivo en la historia de la humanidad, también se desarrolló una subrepticia “batalla esotérica” entre los dos bandos en pugna.
Los nazis, tras hacerse dueños de casi la mitad de Europa gracias a su revolucionaria “blitzkrieg” o “guerra relámpago”, que les permitió invadir y conquistar Holanda, Bélgica y Francia en menos de dos meses, tuvieron como principal emblema de sus victoriosos ejércitos mecanizados a la célebre esvástica o cruz gamada -“hakenkreuz”, en alemán-, un símbolo usado desde 1920 como símbolo entre los völkisch o movimientos nacionalistas alemanes, los cuales basaban sus principios en ciertos conceptos místico-esotéricos y en los escritos del indólogo, sanscritista y helenista francés Émile Burnouf y del poeta nacionalista alemán Guido Von List, una de las figuras más importantes del resurgimiento del neopaganismo germánico y el antisemitismo y quien escribió varios ensayos sobre la raza aria.
La esvástica, término que proviene de un vocablo del idioma sánscrito que significa “muy auspicioso”, aunque también puede denotar expresiones como “Con éxito”, “Felizmente”, “Que así sea” o “Buena suerte”, fue usada por los nazis como una cruz esvástica en sentido dextrógiro (卐), es decir, una esvástica que, inclinada, giraba en el sentido de las agujas del reloj, con el brazo superior doblado hacia la derecha, en contraposición a la esvástica en sentido levógiro (卍) , que giraba en dirección contrario a las agujas del reloj, con el brazo superior doblado hacia la izquierda.
Después de las demoledoras y victoriosas campañas bélicas de la Wehrmacht en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial, la esvástica germana, la cruz negra y angulada sobre el característico círculo blanco y fondo rojo de la bandera nazi, se convertiría, en el mundo occidental, en uno de los símbolos más odiados y reconocibles del siglo XX. En sinónimo de agresión, muerte, brutalidad y fascismo, pese a que el símbolo se remonta a miles de años y que ha representado, para casi todas las culturas del mundo, un símbolo de buena fortuna.
En aquella época, algunos estudiosos de los temas esotéricos del bando de los aliados sostenían que una de las razones de las aplastantes victorias nazis tenían que ver precisamente con el uso de la esvástica como emblema militar y político. Y el célebre ocultista, místico, alquimista y escritor británico Aleister Crowley (1877-1947) fue uno de ellos.
Crowley, al parecer, habría detectado en el régimen nazi alemán varios elementos y símbolos que no eran azarosos desde el punto de vista esotérico. Según Crowley, Adolf Hitler, el carismático y temido Führer alemán, no sólo era un consumado líder político, sino que también una especie de “mago negro” que hacía un malévolo uso de signos milenarios como la esvástica. Esta cruz, de origen hindú y que simbolizaba el movimiento del sol, en el caso de los nazis estaba invertida, ya que sus aspas giraban en sentido contrario. Por ende, para Crowley, su significado original se pervertía, pasando de ser una cruz positiva a una cruz negativa.
Crowley, quien durante los primeros años del régimen de Adolf Hitler no manifestó ningún tipo de resquemor antes los excesos de los nazis, cuando estalló la segunda Guerra Mundial -tras la invasión alemana a Polonia- de pronto abandonó su apatía política y comenzó a tomar un firme partido por su país. En 1939, de hecho, escribió el poema propagandístico “England, stand fast!” (“Inglaterra, mantente firme”), que decía en uno de sus versos: “¡Inglaterra, mantente firme! / ¡Mantente firme ante el adversario! / Ellos han dado el primer Golpe:/ nosotros daremos el último. / ¿Paz al precio de la libertad? / Nosotros decimos ¡NO!/ ¡Inglaterra, mantente firme!”.
Pero esto no habría sido la única y modesta contribución de Crowley a la causa de su país. Sus biógrafos aseguran que el mayor aporte del ocultista inglés a la victoria aliada fue el establecimiento en el bando británico de la “V” como símbolo de la Victoria, como el único emblema capaz de detener a los ejércitos de Adolf Hitler en el campo esóterico. Crowley, al parecer, creía que la V era la única letra capaz de “trabar” las aspas de la esvástica nazi y detenerla.
Según afirmaba Crowley en sus escritos esotéricos, cualquier persona ayudándose con el propio cuerpo podía hacer numerosos signos y símbolos mágicos. A juicio del ocultista inglés, el símbolo “V” formaba un triángulo invertido, un símbolo de Ra-Hoor-Khuit (deidad que aparece descrita en “El Libro de la Ley”, escrito por Crowley en El Cairo en 1904) y Hoor-Apep, un híbrido del dios Horus y la serpiente Apophis (Apep), tal como aparece en otro libro del ocultista inglés, “Liber Pyramidos”. Debido a esta conexión simbólica, la “V de victoria” invocaba al demonio-serpiente Apophis que “destruye la esvástica” (devora a Ra, el Sol) y al mismo tiempo evocaba la ley del sistema religioso y filosófico conocido como Thelema: “Haz lo que quieras”.
Así, según algunos, Crowley le habría pasado en febrero de 1941 toda esta misteriosa y esotérica información a sus conocidos en la BBC inglesa y a la División británica de inteligencia naval, a través de sus contactos en el MI5 -servicio de inteligencia del Reino Unido-, información que finalmente habría sido analizada y utilizada por el primer ministro de Inglaterra, Winston Churchill. Éste, a partir de entonces, aparecería en infinidad de fotografías haciendo con sus manos el famoso signo de la V de la victoria.
La imagen de Churchill haciendo este signo, de hecho, se transformaría en una postal tan reconocible como verlo fumando uno de sus famosos habanos. Como sea que fuere, los hechos subsiguientes parecieron darle la razón a Crowley, pues Churchill popularizó mundialmente la V de la victoria, los ejércitos alemanes fueron derrotados, la esvástica dejó de girar y los aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial.
Algunos, en todo caso, sostienen que fue el belga Víctor de Lavaleye -antiguo ministro de justicia y director de las emisiones belgas de habla francesa en la BBC (1940–1944)-, quien propuso que los aliados usaran la V de la victoria (inicial compartida en idioma francés, “victoire” y holandés, “vrijheid”), ya que el signo V sintetizaba la palabra “victory” y, casual o intencionalmente, también evocaba la formación triangular en vuelo de la British Air Force (Fuerza Aérea británica), cuando iba a los cielos de Alemania a devolverle los bombardeos a la Luftwaffe.
No obstante lo anterior, hay cierta evidencia que probaría que Aleister Crowley fue el primero que enunció los poderes mágicos de dicha letra. En un libro de Crowley llamado “Magick” (1913), en una misma placa aparece un signo V y una esvástica. Además, el ocultista y mago inglés siempre afirmó que hacer determinados movimientos o posiciones con el cuerpo provocaba un efecto mágico sobre los demás y, ya en 1939, había aparecido en una fotografía haciendo la V con los dedos, sin mencionar que cuando alcanzó el grado de Magister Templi cambió su firma por la de V.V.V.V.V. Además, existe una foto suya, publicada en el frontispicio de su obra “Eight lectures on Yoga” (1939), en la que aparece usando un turbante, y en la que puede apreciarse cómo la mano que sostiene su mandíbula forma, con sus dedos índice y medio, la célebre “V” que el ministro Winston Churchill popularizaría durante la guerra.
Por lo pronto, hoy hacer con los dedos el gesto de la letra “V” –que también evoca el triunfal lema del líder romano Julio César “Veni, Vide, Vici” (“vine, vi y vencí”)- es una señal de prometido o cumplido triunfo en cualquier género de conflictos, ya se trate de guerras, batallas, revueltas, protestas, manifestaciones, elecciones políticas, conciertos de música y hasta partidos de fútbol.
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