Los cinco autos más malditos de la historia: Fierros, desgracias y muerte
Guía de: Fenómenos Paranormales
- Héctor Fuentes
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Algunos automóviles han transitado por este mundo no sólo llevando a sus propietarios a donde éstos quieren ir, sino que también cargados de malas vibraciones, mala suerte, leyendas oscuras, supersticiones y fatídicas premoniciones. Los siguientes son algunos de los casos cuando la fatalidad se sentó en los asientos de varios coches, desde el automóvil que estranguló a la bailarina isadora Duncan hasta el lujoso vehículo descapotable donde se desencadenó la Primera Guerra Mundial y el veloz auto deportivo en el que se mató el legendario actor James Dean.
1) El automóvil de Isadora Duncan:
La bailarina y coreógrafa estadounidense Isadora Duncan, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna, creó una nueva forma de baile, radical, transgresora e innovadora, alejada de los patrones clásicos conocidos hasta entonces, incorporando nuevas puestas en escena y movimientos, con temas frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor.

La bailarina y coreógrafa Isadora Duncan con sus hijos Deirde y Patrick, quienes fallecerían en 1913 en un accidente automovilístico en el río Sena.
La bailarina nacida en 1877 en San Francisco, gracias a su arte, conoció las mieles de la fama, pero en su vida privada debió hacer frente a varias desgracias, como la trágica muerte de sus hijos Deirdre y Patrick, quienes murieron ahogados en París, en 1913, luego de que el auto que los transportaba cayera al río Sena.
Después de esta tragedia, Isadora Duncan se obsesionó todavía más con la muerte y predijo que, debido “a la maldición de las máquinas”, un auto iba a matarla.
Su premonición se cumplió el 14 de septiembre de 1927, en Niza (Francia), cuando Benoit Falchetto, un mecánico italiano que también era su amante, fue a recogerla en su automóvil descapotable Amilcar GS de 1924 para un encuentro romántico. Isadora, que ya tenía 50 años, se sentó en el asiento del copiloto. Su amiga Maria Desti aseguró que antes de subir al vehículo, Isadora dijo las siguientes palabras “Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!” (“¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!”), vaticinando su inminente muerte.
Cuando Falchetto puso en marcha el vehículo, la delicada chalina de seda que vestía Duncan (una estola pintada a mano, regalo de su amiga Desti, suficientemente larga como para envolver su cuello y su talle y ondear por fuera del automóvil), se enredó entre la llanta de radios y el eje trasero del coche, provocando la muerte por estrangulamiento de la mítica bailarina y coreógrafa.
La prensa de la época informó que “el automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por los gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató que Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea”.
Los restos de Isadora Duncan fueron incinerados y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio de Pére-Lachaise de París, el mismo lugar donde reposan otras celebridades como la actriz Sarah Bernhartd, el escritor Oscar Wilde y el cantante Jim Morrison.
2) El coche que comenzó la Primera guerra Mundial:
El 28 de junio de 1914 fueron asesinados a balazos en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando –heredero del trono austrohúngaro– y su esposa, la condesa Sophie Chontek. El magnicidio, que desencadenaría la Primera Guerra Mundial, había sido perpetrado por el joven serbio Gavrilo Princip, un anarquista de la organización “Mano Negra”, que promovía la unión de los eslavos serbios y su independencia del Imperio Austro Húngaro.
La pareja de aristócratas austríacos, al momento de su muerte, viajaban a bordo de un lujoso automóvil descapotable Gräf&Stift, de color rojo, un automóvil que según algunos quedó “maldito” después del atentado, pues acarreó la muerte a casi todos sus futuros propietarios. El general Oskar Portiorek, por ejemplo, quien se quedó con el auto después del atentado, terminó sus días recluido en un manicomio aquejado de problemas mentales, mientras que su segundo propietario, un capitán del ejército, falleció mientras lo conducía tras estrellarse contra un árbol. El tercer propietario del vehículo, en tanto, sufriría cuatro accidentes mientras iba en el coche, en el último de los cuales perdió un brazo.
Convencido que el auto traía mala suerte, este funcionario le vendió el coche a uno de sus amigos, un escéptico doctor que se burló de la supuesta mala fama del auto. El galeno moriría seis meses después, al volcar mientras manejaba el mentado vehículo. El auto, después de pasar por varias manos, llegaría a un corredor de nacionalidad suiza, quien increíblemente falleció a los pocos días, mientras lo conducía a gran velocidad en una carretera de Europa.
La leyenda negra del Grâf Und Stift no terminó aquí. Pese a estar parcialmente destrozado, Tiber Hirshfield, propietario de un negocio de vehículos de alquiler, lo adquirió y lo restauró, ya que por sus características –se lo llamaba el Rolls Royce de Austria- parecía un coche perfecto para ser usado en eventos formales como matrimonios y fiestas de gala. Hirshfield, además, pintó su carrocería de color azul, pues pensaba que la triste fama de la que gozaba el auto estaba relacionada con su infernal color rojo. Pero, para su desgracia, la primera vez que fue utilizado para transportar a los invitados de una boda, mientras intentaba pasar una larga fila de coches, el auto misteriosamente se salió de control y se estrelló. Cuatro de los cinco tripulantes murieron en el acto. Hirshfield, quien hacía las veces de chofer, fue uno de ellos.
Tras esta cadena de desgracias y muertes la máquina maldita terminó en el Museo de Historia de Viena, pero incluso allí su leyenda negra siguió creciendo. Aunque el edificio fue prácticamente arrasado por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, los escombros que cayeron por todas partes no rayaron ni un milímetro de la ajada carrocería del Gräf&Stift. En ese mismo museo sigue exhibiéndose hasta el día de hoy y nadie se ha atrevido a conducirlo desde entonces.
3) Jayne Mansfield y la maldición del automóvil de su amante:
La actriz, cantante y modelo norteamericana Jayne Mansfield (1933-1967) fue considerada uno de los principales símbolos sexuales de finales de los años 50’, gracias a su cabello platinado, sus formas rotundas y su prominente busto. Y aunque fue encasillada en sus películas en el papel de rubia exuberante con pocas luces, en realidad era una mujer muy culta, tenía estudios universitarios, hablaba cinco idiomas y podía recitar de memoria a Shakespeare.
Jayne Mansfield – quien se casó tres veces y tuvo cinco hijos, y a quien le colgaron romances con los hermanos John y Robert Kennedy- tenía muchos amigos y conocidos, sobre todo celebridades de todo tipo. Uno de ellos era Anton LeVey, el famoso fundador de la Iglesia de satán. Una noche Jane presentó a LeVey a su nuevo amante, un abogado llamado Sam Brody, quien en esa ocasión hizo todo tipo de comentarios despectivos sobre las creencias y ritos del líder satanista.
Le Vey, exasperado por los comentarios de Brody, lanzó en su contra una terrible maldición: “Esta noche has firmado tu sentencia de muerte. Desde este momento estás maldito y yo te anuncio que morirás este mismo año”. Y, después de dirigirse a Jayne Mansfield, también le anunció: “Y tú, apártate de él o la maldición te afectará a ti también. Tu amigo morirá en un accidente de coche y quien quiera que viaje con él… perecerá también”.
El 29 de junio de 1967, después de participar en un show en Mississippi, Jane Mansfield, Sam Brody y tres de los hijos de la actriz se subieron en un enorme Buick Electra del 66 con destino a Nueva Orleans. La pareja ocupaba los asientos delanteros junto a un chofer, mientras que los niños dormían en los traseros.
Pocos kilómetros después de iniciar el viaje, en una autopista del estado de Lousiana, al salir de una pronunciada curva, el automóvil chocó de frente contra la parte trasera de un camión de fumigación. El impacto arrancó el techo del coche y seccionó la cabeza de la bella actriz, quien odiaba los autos y en aquel momento tenía 34 años. Todos los ocupantes de los asientos anteriores habían fallecido en el acto, aunque los tres niños, milagrosamente, sólo recibieron lesiones leves.
4) La anunciada muerte de Jean Bugatti:
Nacido en una familia de artistas, el italiano Ettore Bugatti fundó en la región de Molsheim, en Alsacia, la fábrica automotriz Bugatti, que se haría famosa por diseñar y construir innovadores modelos de automóviles -tanto de lujo como deportivos-, que le permitirían a la firma ganar numerosos premios en los Grand Prix de automovilismo de Europa.
Parecía que a Ettore Bugatti, el fundador de la automotriz que llevaba su nombre, le sonreía la fortuna, pero una premonición fatal sería el comienzo del fin para su familia. Soñó que su hijo Jean, diseñador y piloto de pruebas, sufriría un accidente trágico a bordo de un automóvil deportivo marcado con un IX.
Para su desventura, el viernes 11 de agosto de 1939 se cumpliría su premonición. En la mañana de ese día Jean Bugatti se subió a un prototipo del automóvil deportivo Bugatti Type 57 Tank, una evolución del modelo ganador de la carrera de Le Mans. Sin embargo, el número del vehículo de pruebas era el IX, el mismo que había protagonizado la pesadilla del presidente de la compañía. Jean, a sabiendas del fatal sueño de su padre, solicitó cambiar la numeración alterando el orden de los factores. De ese modo, Jean Bugatti salió a pista con el XI en su carrocería.
Pero la modificación de la numeración del auto no anuló la maldición. Cuando el Type 57 Tank de Jean circulaba a más de 200 kilómetros por hora, un ciclista borracho apareció intempestivamente en la pista de pruebas. Intentando eludir al ciclista, Jean Bugatti terminó estrellándose frontalmente contra un árbol, falleciendo en forma instantánea. En 1947, ya con su salud muy deteriorada, Ettore Bugatti le pidió a su chofer que lo acercara hasta la vieja fábrica en la que se habían construido sus revolucionarios y veloces automóviles. Y en ese mismo lugar, mientras recordaba a su amado hijo Jean sonriendo al volante del Type 57, sufrió un colapso que lo llevó a la tumba.
5) “El Pequeño Bastardo” de James Dean
El coche maldito más famoso de la historia es, sin dudas, “El pequeño Bastardo” (“Little bastard”), el Porsche Spyder 550 descapotable del mítico actor estadounidense James Dean. Aficionado desde su adolescencia a las motos y los autos deportivos, el actor de “Al este del paraíso” y “Rebelde sin causa” no había dudado en comprarse el 21 de septiembre de 1955 un Porsche Spyder 550 que vio en la sala de muestras de Competitions Motors, en Vine Street Hollywood.

James Dean conduciendo el “Pequeño bastardo”, el automóvil en el que perdería la vida el 30 de septiembre de 1955.
El Spyder, al que bautizó de inmediato como “Little bastard” (“El pequeño bastardo”), era un auto descapotable con una frágil carrocería de aluminio plateado que podía alcanzar los 225 kilómetros por hora. El curioso nombre del auto se le ocurrió debido a que ese era el apodo con el que los ejecutivos de la Warner Bros. solían referirse a él, supuestamente por sus supuestas malas maneras y mala educación.
A los dos días de estrenar su Porsche, James Dean coincidió en un acto social con el célebre actor inglés Alec Guinness (El famoso Obi Wan Kenobi de “La Guerra de las Galaxias”), a quien le mostró de inmediato su nuevo auto. El actor británico rompió su tradicional flema británica para advertirle a Dean: “Jimmy, no conduzcas este auto. En este coche te vas a matar en menos de una semana”. También las actrices Ursula Andress y Eartha Kitt, amigas de Dean, se negaron a que éste las llevara a dar una vuelta porque, según ellas, “aquel coche transmitía malas vibraciones”.
En la mañana del viernes 30 de septiembre de 1955, como el motor del Spyder aún necesitaba más kilometraje para alcanzar su mejor rendimiento, James Dean decidió que en vez de llevarlo en una furgoneta a Salinas, él mismo lo conduciría, con el mecánico Rolf Wüterich como copiloto. A las 17.50 de la tarde, Dean y Wuterich llegaron al cruce de las carreteras 466 y 41, cerca de Cholame y a 250 kilómetros de Los Ángeles. Empezaba a declinar el día y sólo viajaba por la 466 en sentido opuesto un automóvil Ford Tudor, pintado de blanco y negro, conducido por Donald Turnupseed, un estudiante de 23 años. El Ford, de repente, comenzó a girar hacia la izquierda para dirigirse al noroeste por la 41. “Tiene que parar” -le dijo James Dean a Weuterich cuando vio la maniobra del Ford- “Tiene que vernos”.
Pero Turnupseed no los vio venir, o si lo hizo, lo hizo demasiado tarde. El Ford, pese a que el auto de Dean se aproximaba a toda velocidad, continuó con su giro a la izquierda, bloqueando el camino del Spyder, que al final se estrelló brutalmente contra uno de sus lados. El frágil y hermoso coche deportivo Porsche de James Dean quedó hecho trizas por el impacto y rebotó junto a un poste de teléfonos. Wutherich salió despedido por el aire y terminó tirado malherido sobre el camino, con fractura de cráneo y una pierna rota. James Dean, en tanto, había quedado atrapado entre los restos del auto. Tenía el cuello roto y no respiraba. Su muerte había sido instantánea. La autopsia que se le hizo a las pocas horas dictaminó en efecto que su muerte se había provocado por “rotura de cuello, acompañada de lesiones de mandíbula, brazos y órganos internos” (Wütherich, después de este accidente, sobreviviría a varios intentos de suicidio y moriría en un accidente de tráfico en Alemania, en 1981).
Después del prematuro y trágico fallecimiento de James Dean -quien con su muerte hizo patente su famosa frase de “Vive rápido, muere joven, deja un hermoso cadáver”- comenzaría a verificarse la maldición del “Pequeño Bastardo”. El diseñador de automóviles George Barris compró los restos del vehículo a cambio de 2.500 dólares, pero a la entrega, el Porsche de Dean se soltó de los enganches del remolque, rompiendo las piernas a un mecánico. Posteriormente, Troy McHenry un médico de Beverly Hills, compró el motor del “Pequeño Bastardo” y lo mandó colocar en su Porsche, pero cuando salió a probar su vehículo, perdió el control y se estrelló contra un árbol, muriendo al instante. Otro médico, William Eschrid, había comprado por su parte la transmisión de Porsche de Dean, pero cuando conducía su vehículo se salió en una curva, el coche volcó y el médico resultó herido de gravedad.
Dos neumáticos del Porche de Dean también fueron vendidos a otras dos personas, pero los neumáticos explotarían casi simultáneamente, haciendo que los dos coches se salieran de la carretera. Después de que dos ladrones resultaran heridos mientras intentaban robar partes del “Little Bastard”, en 1959 las autoridades decidieron mostrar a las escuelas secundarias locales los peligros de conducir a gran velocidad con los restos del Porsche de Dean, que fue llevado a una escuela en Sacramento. Sin embargo, cuando el auto se encontraba en plena exhibición se soltó inexplicablemente de las protecciones, rompiéndole la cadera a un adolescente. Y de camino a Salinas, el camión que llevaba el coche de Dean perdió el control, impactando a otro vehículo.
En el aniversario de la muerte de James Dean, el coche fue de nuevo expuesto con grandes medidas de seguridad, pero el Porsche se soltó y le aplastó las piernas a un joven de 15 años. En 1960, George Barris, hastiado de tantas fatalidades ligadas al fatídico auto de James Dean, decidió guardar para siempre el “Little Bastard” en California. El Porsche Spyder fue colocado en un vagón de carga en Florida, y la puerta fue sellada para evitar cualquier robo, sin embargo, cuando el tren llegó a Los Ángeles, pese a que el sello estaba intacto el “Little Bastard” ya no estaba. Desde entonces nunca más se ha sabido de él, aunque algunas investigaciones recientes aseguran que lo que queda del “Pequeño Bastardo” se guarda en una caja en el sótano de un pequeño museo en Volo, Illinois.
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