Padre Kolbe, el “Santo del Holocausto”, que eligió morir a manos de los nazis para salvar a otro prisionero
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Para la Iglesia católica es el “Santo del Holocausto” y un mártir de la fe y la caridad, mientras que para los judíos es un héroe de la Segunda Guerra Mundial, uno de las 25.685 personas que fueron reconocidos por el Estado de Israel como “justos entre las naciones”. El Padre conventual polaco Maximiliano Maria Kolbe nació el 8 de enero de 1894 en la localidad de Zduńska Wola, en Polonia, bajo el nombre de Rajmund Kolbe y como uno de los hijos del matrimonio conformado por el tejedor de origen alemán Julius Kolbe y la partera polaca María Dąbrowska.
En 1906, cuando Rajmund Kolbe tenía 11 años, se le apareció la Virgen María, quien le profetizó que seguiría la carrera eclesiástica y moriría en un campo de concentración como mártir.
La madre de Rajmund recordaría que “sabía yo de antemano, en base a un caso extraordinario que le sucedió en los años de la infancia, que Maximiliano moriría mártir. Sólo no recuerdo si sucedió antes o después de su primera confesión. Una vez no me gustó nada una travesura, y se la reproché: ‘Niño mío, ¡quién sabe lo que será de ti!’, le dije. Después observé que el muchacho había cambiado tan radicalmente, que no se podía reconocer más. Teníamos un pequeño altar escondido entre dos roperos, ante el cual él a menudo se retiraba sin hacerse notar y rezaba llorando. En general, tenía una conducta superior a su edad, siempre recogido y serio, y cuando rezaba, estallaba en lagrimas. Estuve preocupada, pensando en alguna enfermedad, y le pregunté: ‘¿te pasa algo? ¡Se lo tienes que contar todo a tu mamá!’ Temblando de emoción y con los ojos anegados en lágrimas, me contó: ‘Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen que me dijera lo que sería de mí. Lo mismo en la iglesia, le volví a rogar. Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja. Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos coronas. La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las aceptaba… [las dos]. Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció”.
En 1907, Rajmund Kolbe y su hermano mayor, Francisco, entraron al seminario de los franciscanos conventuales, orden en la cual Rajmund tomaría en los años siguientes el nombre religioso de Maximiliano (Maximilian), añadiendo el nombre adicional de María por la madre de Jesús.
Maximiliano Kolbe sería enviado a Roma en 1912, donde en los años siguientes se doctoró en filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana y en la Pontificia Universidad de San Buenaventura. Posteriormente, al regresar a Polonia, se transformó en uno de los religiosos más caritativos e influyentes de su país antes de la invasión de los nazis en 1939.
Pese a su mala salud –sufría de tuberculosis- el Padre Kolbe fue un gran impulsor de la fe católica a través del movimiento llamado Milicia de la Inmaculada. Fundó y supervisó la Ciudad de la Inmaculada (en polaco Niepokalanów), un complejo religioso cerca de Varsovia que contaba con un monasterio, un seminario, una editorial y una estación de radio (SP3RM).
Tras la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939, la Iglesia Católica sería inmediatamente perseguida. 3.646 sacerdotes (de los cuales morirían 2647 religiosos) serían arrestados y llevados a campos de concentración, junto a judíos, disidentes políticos y otros “indeseables”. El Padre Kolbe y otros frailes, antes de ser arrestados, proveyeron de refugio a diversa gente de la Gran Polonia, incluyendo a 2.000 judíos que escondió de la persecución alemana en el monasterio de la Ciudad de la Inmaculada, brindándoles comida y refugio.
“Todo ser humano es nuestro hermano”, solía decir el Padre Kolbe cuando le advertían que estaba arriesgando su vida por ayudar a los judíos. Curiosamente, el sacerdote, cuyo padre era alemán, rechazó inscribirse en la lista de gente alemana (volksliste), lo que le habría salvado de la prisión, al disfrutar de los mismos derechos que los ciudadanos alemanes.
El 17 de febrero de 1941, el monasterio de la Inmaculada fue cerrado por los alemanes. Ese mismo día el Padre Kolbe y otros cuatro religiosos fueron arrestados por la Gestapo e internados en la cárcel de Pawiak. El 28 de mayo finalmente el franciscano sería transferido al campo de concentración de Auschwitz como el prisionero 16670. Antes de ser llevado a ese fatídico lugar, el Padre Kolbe les comentó a sus compañeros de orden que ello representaba una misión de fe y que era necesario tener compasión y rezar por los nazis.
Pese a las espantosas condiciones que se vivían en Auschwitz, el Padre Kolbe cantaba, rezaba y nunca dejaba de responder, incluso en las peores condiciones, a quien acudía a él para pedirle una confesión o un consejo. También existen relatos de que en repetidas ocasiones no comía y pasaba su ración a quienes tenían más hambre. Y a los presos que pensaban en suicidarse, arrojándose contra la cerca eléctrica para acortar su sufrimiento, los convencía de que soportaran su presidio, por duro que éste fuera.
Al continuar actuando como sacerdote, por cierto, el Padre Kolbe sería objeto de un violento hostigamiento por parte de los nazis, incluidos golpes y azotes.
En julio de 1941 se produjo una fuga y tres presos lograron escapar del campo de concentración de Auschwitz. El oficial nazi Karl Fritzsch (1903-1945), que estaba a cargo del campo, ordenó entonces que diez prisioneros del lugar elegidos al azar serían condenados a muerte, como represalia por el escape. Los diez chivos expiatorios serían llevados a una celda subterránea, donde los dejarían sin luz, agua y comida hasta la muerte. Durante el día, los nazis obligaron a todos los prisioneros a hacer fila al sol hasta seleccionar a las 10 víctimas.
A la mañana siguiente, el sargento polaco y miembro de la resistencia Franciszek Gajowniczek, quien por entonces tenía 40 años de edad, fue uno de los diez prisioneros elegidos por el coronel de las SS Karl Fritzsch para ser ajusticiados en represalia por la fuga. Cuando Franciszek salió de su fila junto a los otros nueve condenados a muerte, después de haber sido señalado por el oficial, dijo: “He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos”.
Lo que Franciszek Gajowniczek no sospechaba es que sus palabras habían sido oídas por otro de los prisioneros, el Padre Maximiliano Kolbe, quien de inmediato dio un paso adelante y le dijo al oficial nazi, en perfecto alemán, que quería ocupar el lugar de ese hombre: “No tengo a nadie. Soy un sacerdote católico”, dijo.
Los diez prisioneros condenados a muerte, con el Padre Maximiliano Kolbe a la cabeza, fueron introducidos en un búnker subterráneo de un bloque, el 31 de julio de 1941. Bruno Borgowiec, ayudante del celador del búnker, relataría posteriormente que durante aquel tiempo, Kolbe consolaba y guiaba a los prisioneros en la oración, rezaban el rosario y cantaban a la Virgen María. Y cuando vigilaban el búnker, encontraban siempre en medio al religioso de rodillas o de pie.
Después de estar totalmente privados de agua y comida durante dos semanas, todos los prisioneros murieron de sed e inanición, excepto el Padre Kolbe, quien todavía seguía vivo. Los guardias, que querían vaciar el búnker, resolvieron entonces asesinarlo con una inyección letal de fenol el 14 de agosto de 1941. Los cuerpos de los 10 condenados a muerte serían incinerados en el crematorio del campo al día siguiente, el 15 de agosto, día de la Asunción de María. Se cuenta que las últimas palabras del Padre Kolbe antes de morir fueron “¡Ama a la Inmaculada! ¡Ama a la Inmaculada! ¡Ama a la Inmaculada!”.
En forma póstuma la figura del caritativo Padre Maximiliano Kolbe llegaría a ser reconocida por católicos y judíos. En 1971 el papa Pablo VI lo beatificó y en 1982 el papa Juan Pablo II, quien se refirió a él como “un santo de nuestro difícil siglo”, lo canonizó, colocándolo en la lista de santos de la Iglesia católica. El Estado de Israel, como ya se mencionó, lo consideró uno de los 25.685 “justos entre las naciones”, mientras que el sargento del ejército y miembro de la resistencia judía en Polonia, Franciszek Gajowniczek (1901-1995), repitió hasta el final de su vida que gracias al Padre Kolbe se había salvado de ser una de las víctimas del Holocausto.
Hoy, La Iglesia Católica venera al Padre Maximiliano Kolbe, el “Santo del Holocausto”, como el santo patrón de los operadores de radio altruistas, de los que padecen adicciones a las drogas, de los presos políticos y del movimiento pro-vida.
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