¿Por qué el diablo es también llamado Lucifer o “portador de luz”?
Guía de: Fenómenos Paranormales
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El diablo, personificación del mal y ejemplo de belleza e inteligencia sobrenatural cuya soberbia le hizo rebelarse contra Dios y perder para siempre su lugar de privilegio en los Cielos, ha sido llamado de diversas formas: Satanás, el archienemigo, el príncipe de las tinieblas y también Lucifer, palabra que aludiría a su estado original antes de su caída y expulsión del Cielo, cuando por su belleza y esplendor era llamado “Lucero” o “Lucifer” (del latín “lux” o “luz”; y “ferre”, “llevar”: “Portador de luz”), vocablo latín que a su vez originalmente deriva del término hebreo “helel” (“dar luz”, “brillar”).
El término latino “Lucifer” originalmente era un epíteto del planeta Venus, fulgurante astro que aparece justo en la zona del horizonte donde va a salir el sol, momentos antes que se produzca el clareo y la aparición del astro rey. A simple vista, entonces, parecía que este planeta arrastraba la luz del día. Este concepto se mantendría en la astrología de la antigua Roma en la noción de la stella matutina (el “lucero del alba”) contrapuesto a la stella vespertina (el “lucero de la tarde”) o “véspero”.
La identificación de la palabra “Lucifer” con la historia del ángel caído que se opuso a Dios por orgullo y envidia para convertirse en príncipe del mal surgiría a partir del siglo VIIII, época en que se generalizó un pasaje del Antiguo Testamento (Isaías 14:12) donde se aludía a un poderoso rey de Babilonia que había retenido por la fuerza a los israelitas en su ciudad:
“¡Cómo has caído del cielo, lucero de la mañana! Tú, que sometías a las naciones, has caído por tierra. Decías en tu corazón: ‘Subiré hasta los cielos. ¡Levantaré mi trono por encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses. Subiré a lo alto de las nubes, seré semejante al Altísimo’. ¡Pero has sido arrojado al sepulcro, a lo más profundo de la fosa! Los que te ven, clavan en ti la mirada y reflexionan en cuanto a tu destino: ‘¿Y éste es el que sacudía a la tierra y hacía temblar a los reinos, el que dejaba el mundo hecho un desierto, el que arrasaba sus ciudades y nunca dejaba libres a los presos?’ “.
San Jerónimo, doctor de la Iglesia del siglo IV, en su Vulgata (traducción de la Biblia griega y hebrea al latín), traduciría así el salmo anterior al latín: “Quomodo cesidisti de coelo, lucifer, qui mane orebaris…?” (“¿Cómo caíste del cielo, portador de la luz, tú que nacías por la mañana…?). La tradición cristiana posterior llegaría a usar la metáfora de la estrella del alba que Isaías 14:12 aplicó al rey de Babilonia (“Lucifer”), con el nombre propio con mayúsculas (“Lucifer”) del diablo antes de su caída y expulsión del Cielo, conectando Isaías 14:12 con otro pasaje bíblico descrito en Lucas 10:18 (“Vi a satán caer como un rayo del cielo”) e interpretando el pasaje de Isaías como una alegoría de la caída de satán del Cielo.
Como resultado de lo anterior, Lucifer se convertiría en un mote para referirse a satán o el diablo en la iglesia y en la literatura popular, en obras clásicas como “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, “Lucifer” de Joost van den Vondel y el poema épico “El Paraíso Perdido” de John Milton.
Hoy, en la tradición cristiana, ambos conceptos -Satanás y Lucifer- son identificados con el diablo (Apocalipsis 12,9). La diferencia radica en que Lucifer es el nombre del “príncipe de los demonios” como ángel antes de su caída, mientras que el nombre de Satanás es el que adopta después (como ya se mencionó, “Lucifer” significa en latín “portador de luz”, en tanto que “satán” corresponde al epíteto “adversario” en hebreo).
El teólogo Ángel Manuel Rodríguez, ex director del Instituto de Investigación Bíblica, comenta que el término “Lucero, hijo de la mañana”, más que relacionarse con el planeta Venus, aludiría a un ser angélico, “a una manera de enfatizar la gloria de su ser, al igual que su posición de privilegio. Está siendo comparado con la belleza del alba matutina, la primera luz de la mañana que anuncia el comienzo de un nuevo día. Esa posición gloriosa y destacada es empleada metafóricamente para referirse a este glorioso ser. El nombre ‘Lucifer’ viene a expresar entonces la idea de un ser celestial; y a eso hace referencia la idea básica del texto bíblico”.
Curiosamente, en latín la palabra “Lucifer” también se ha aplicado a San Juan Bautista y ha sido usado como título del propio Jesús en varios himnos cristianos antiguos. El himno matutino “Lucis largitor splendide” de Hilario de Poitiers, por ejemplo, refiriéndose a Jesús, contiene la línea: “Tu verus mundi lucifer” (“eres el verdadero portador de la luz del mundo”).
El poeta cristiano Prudencio (siglo IV), en tanto, escribió los siguientes versos: “…no trepidate, hominis, uitae dator et dator escae est / quaerite luciferum caelesti dogmate pastum, / qui spem multiplancs alat inuitiabilis aeui…) (“…No tembléis, hombres; el dador de la vida es también el dador de su alimento / Buscad a Lucifer, el alimento del dogma celeste,/ para que multiplicando vuestra esperanza la alimente de vida incorruptible…).
La palabra latina “Lucifer” también se usa para Jesús en el pregón pascual a Dios respecto al cirio pascual: “Flammas eius lucifer matutinus inveniat: ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum. Christus Filiu tuus, qui, regressus ab inferis, humano generis serenus illuxit, et vivit et regnat in saecula saeculorum” (“Que esta llama se encuentre ardiente para la Estrella del Alba: la Estrella del Alba que nunca se pone, Cristo tu Hijo, quien, volviendo del dominio de la muerte, ha derramado su pacífica luz sobre la humanidad, y vive y reina por los siglos de los siglos”).
El teólogo Ángel Manuel Rodríguez corrobora lo anterior y explica que la palabra “Lucifer” tiene indudables alcances teológicos, habiendo sido usada por algunas comunidades cristianas primitivas que la emplearon esporádicamente para referirse a Jesucristo, al que consideraban portador de la luz al mundo.
“La imagen retórica del Nuevo Testamento de la estrella matutina, sugerida por el griego, se aplica a Jesús. Originalmente, ‘Lucifer’ no estuvo totalmente satisfecho con su posición celestial y buscó ascender al cielo, entronarse en el monte celestial del testimonio (Isa. 14:13). Esta búsqueda de grandeza provocó su caída del cielo. En contraste, Jesús no persiguió la grandeza; voluntariamente, descendió de su elevada posición para servir a otros, y Dios ‘lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre’ (Fil. 2:9, NVI). Cristo es el único que puede reclamar verdaderamente el título de ‘la estrella resplandeciente de la mañana’ (Apoc. 22:16). Esperamos, expectantes, el momento en el que nuestro Lucero de la mañana aparezca para traernos salvación”.
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