• Eduardo Retamal, ex Guía de Universidad de Chile
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Para el hincha contemporáneo de la U la historia del descenso de 1988 es ya muy lejana y opacada por los muy exitosos ciclos 94-96, 99-2000 y 2011-2012.

Esos títulos marcaron de azul a las nuevas generaciones y sus alegrías atenuaron en los mayores la tremenda amargura que significó vivir un descenso a la segunda división o comoquiera que se llame hoy.

El hecho concreto es que Pellegrini dejó a la U en segunda división y se marchó al igual que algunos símbolos azules de entonces que prefirieron jugar por equipos rivales de primera que intentar el rescate de la U desde los potreros.

Eran tan malos tiempos en la U que podía pasar cualquier cosa: que cortaran el agua en El Sauzal, que se acumularan las planillas de sueldos impagas, las que recibirían varios abonos antes de ser canceladas totalmente o que incluso se autorizara al técnico -Pellegrini- para viajar a Europa a especializarse dejando al equipo, en plena competencia, a cargo de su ayudante durante varias fechas.

A  nadie, absolutamente a nadie, se le pasaría por la mente aceptar hoy en día algo como lo que ocurrió con Pellegrini esa temporada, pues de haber estado totalmente comprometido con su equipo la U no hubiese descendido al tener peor diferencia de goles que O’Higgins y Unión Española.

Muy probablemente el ingeniero sacó varias conclusiones y valioso aprendizaje de su azaroso paso como técnico de la U.

Después tomó equipos chicos o de provincia, Palestino y O’Higgins, con buenas campañas. Y tuvo el arrojo de aceptar dirigir a Católica, un archirrival de la U.

Ya poco o casi nada quedaba de alguna corriente afectiva entre el técnico y el club de sus amores de sus tiempos de jugador.

Lleva la marca del descenso con dignidad junto a su gran currículum internacional.

Lo vivimos y no podemos olvidarlo, aún cuando prestigie al país.