Columna de José Luis Flores: Es el fin del mundo como lo conocemos y me siento bien
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Uno de mis géneros favoritos, dentro y fuera de la ciencia ficción, es por lejos ese que nos coloca en la encrucijada de la aniquilación, el olvido y nuestra propia naturaleza de animales humanos. Aquel género que transforma en una cosa muy seria la palabra esperanza.
Quizás sea justo declarar que me interesan bien poco los zombis como tales, sus pústulas y carnes pútridas o los vampiros de sed insaciable. Tampoco me producen simpatía las teorías conspirativas, las bombas acechantes o las pandemias satánicas. Ninguna de ellas guarda un solo misterio que me llame, al menos en sí mismas. Lo que yo quiero saber, mi obsesión, es qué pasa con nosotros. Cómo lidiamos con nosotros cuando nos quitan el andamiaje que nos sostiene, cuando las pequeñas certezas que nos hacen confiar en nuestra comunidad se caen. El fin del contrato social es el Apocalipsis que me interesa, el fin como espejo del hoy.
Hay más de un centenar de novelas lidiando con el fin. El género (post) apocalíptico habita distintos niveles y géneros literarios. De todas ellas, a mí me interesan aquellas donde realmente vive la literatura.
Voy a tirar unas cuantas acá, desde mi yo lector, desde mi yo escritor y desde mi yo ñoño. Quedan invitados a agregar más a esta lista que dista de ser exhaustiva. Hay que decir que hay omisiones de lo más voluntarias también, claro.
Aunque podemos argumentar que la primera gran aniquilación está en la épica de Gilgamesh, el Génesis o el Matsya Purana. Pero esos exterminios quedaron muy atrás para que el hombre moderno pudiese examinar la posibilidad de su fin.
En 1722 Daniel Defoe escribe “Diario de un año de la plaga”, que si bien no habla del fin del mundo, nos expone a la extinción frente a la enfermedad; aquí vemos por primera vez los delirios que el género nos regalaría en sus versiones hollywoodenses. Albert Camus en “La peste”bebería de la misma fuente muchos años más tarde.
La primera novela en tomar la aniquilación y exponernos a ella es “El último hombre”, de Mary Shelley, escrita en 1826 y que sigue siendo una de mis favoritas. Ya nos ponía en el lugar de un hombre tratando de proteger a su familia y a los suyos, para verse a sí mismo transformado en el último hombre.
“La plaga escarlata”,escrita en 1913, nos entrega una visión triste de un San Francisco arrasado por la plaga. La naturaleza comienza a recuperar lo suyo, a devorarnos y a olvidarnos.
En 1954 Richard Matheson entrega la tremenda “Soy Leyenda”, que no solamente inspiro tres películas bien diferentes entre ellas, sino que se transformó en precursora del género de zombi-científico. Aunque siempre aclaro: los monstruos eran vampiros, téngalo presente.
El primer campeón de nuestro amado fin de mundo no es otro que J.G Ballard, indisputado maestro de la distopía. Es imperdible atender a su cuarteto compuesto por “La sequía”, “El viento de ninguna parte”, “El mundo sumergido” y “El mundo de cristal”.Todos ellos escritos en los primeros años sesenta, indispensables todos.
Stephen King es más que un escritor, es un comunicador de horrores que no es lo mismo. En “The Stand”, de 1978, hace una maravilla que ninguno de los autores anteriores logra: hacer del fin un miedo colectivo. ¡Esto es el Apocalipsis para todos! Sigamos, pues el género no está listo para dejar la literatura.
El fin tiene un peso literario, que nos lleva más allá de la historia misma. Tres premios Nobel han escrito en este género, de tres maneras distintas. En 1974, Doris Lessing nos regala “Memorias de una superviviente”, que viaja más allá del fin mismo. J.M Coetzee en “Esperando por los bárbaros”, de 1980, nos invita al fin total de un imperio y el temor a los bárbaros que se vienen con sus nuevas vidas sobre nosotros. Y José Saramago, en 1995, nos enfrenta a un colapso moral en su “Ensayo sobre la ceguera”. Resumen de las tres anteriores es la muy bien ejecutada novela “La carretera”, de Cormac McCarthy.
Los zombis, nosotros, el pueblo alzado en una masa monstruosa, somos el Apocalipsis de hoy. “Guerra Mundial Z”, de Max Brooks, es indispensable para entender y entendernos frente a este fin. “The Walking Dead”es quizás el mejor resumen de todo lo que leímos anteriormente, más zombis, claro. Prometo escribir más sobre esto más adelante.
Hay finales que no son horribles, como “Nausicaä del Valle del Viento”, que cualquiera que tenga corazón debe leer, o ver la película de Hayao Miyazaki. Quedo en deuda, pero regresaré. Al menos quedaron con varios libros para leer.
JOSÉ LUIS FLORES es autor de “El mago del desierto”, “La delirante Compañía de los Sueños”, “Las bestias” y “¡Soy una biblioteca!”, entre otras muchas facetas y actividades.
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