Junto a la eclosión de bandas como Los Prisioneros, UPA! o Aparato Raro, una cuarta banda de calidad llamó la atención de los críticos y auditores por lo inclasificable de su música: Electrodomésticos, un trío compuesto por Carlos Cabezas, Silvio Paredes y Enrique Medina, que ya habían sacado al mercado el disco “Viva Chile”, un trabajo vanguardista donde destacaban temas instrumentales atravesados por monólogos que contaban una historia o la misma voz de Yolanda Sultana. Los Electrodomésticos serían los primeros en usar cintas pregrabadas y técnicas que más tarde masificaría la música electrónica. Y serían uno de los pocos que lograrían presentarse para la televisión en suelo argentino, donde ganaron muchos elogios gracias a la originalidad de su música.

Desde Concepción, en tanto, un grupo llamado “Emociones Clandestinas”, liderados por el guitarrista y cantante Jorge “Yogui” Alvarado, llegó a la capital para firmar con el sello EMI. El disco debut de los Emociones se llamaría “Abajo en la Costanera”, una placa atravesada por guitarras afiladas y arreglos viscerales que remitían a lo más crudo del rock y que entregó singles memorables como “Un nuevo estilo de baile” o “Cajitas Rectangulares”.

Foto: Internet

Electrodomésticos

Más al sur, en Valdivia, los hermanos Jaime y Fernando Fainberg, Rodrigo Leiva y Germán Céspedes, que ya habían formado “Aterrizaje Forzoso”, también llegaron a la capital para grabar su disco homónimo, donde destacaba los temas “Sólo un sueño” y “Despertar sin ti”.

En 1987 el pop chileno ya era una avalancha incontenible. Carlos Fonseca había fichado ya al grupo hispano-chileno Nadie (con los hermanos “Chachi”, “Shía” y “Soli” Arbulú a la cabeza), que posicionó los singles “Creo que te quiero” y “Ausencias”. Los Prisioneros, siempre fundamentalistas en sus gustos, les prestaban instrumentos y apadrinaron con convicción a “La Banda 69”, otro notable trío liderado por el vocalista y guitarrista Robert Rodríguez, autor de los temas “James Bond” y “La espía que no me amó”. En Santa Rosa de Chena, en el extrarradio de Santiago, en tanto, los hermanos Archie y Pedro Frugone, se habían unido al vocalista Claudio Millán y al baterista Francisco Koch para formar “Viena”, un grupo claramente deudor de la estética y el sonido new wave, pero que exploró su propio terreno musical. Además de estrafalarios peinados y kilos de maquillaje, el grupo se impuso gracias a singles notables como “Niña Engreída”, “Enciende tu corazón” y “Salón de Emociones”, incluidos en el álbum bautizado con el mismo nombre del grupo.

Para todos los gustos

Lo bueno del pop chileno de los 80’ es que había grupos para todos los gustos. Al pop adulto de Pancho Puelma y Los Socios, se unían las melodías bailables y optimistas de Valija Diplomática, cuarteto liderado por el cantante uruguayo Alejandro Capelletti y que impuso los singles “Mi vida vale Más” y “Tú lo sabes bien”. Al sonido más edulcorado de Cinema, con Alvaro Scaramelli a la cabeza, autores de los temas “Los Locos Rayados” y “En medio de este mundo”, se sumaba el pop jazz de Bandhada, los temas confesionales de Síndrome, el pop elegante de Dr. NO o el rock de acné de Engrupo, una banda ABC1 que cantaba sobre temáticas adolescentes y era liderada por el carilindo vocalista y bajista Andrés Vargas, favorito indiscutido de las teenagers chilenas.

Pero cantidad no garantizaba necesariamente calidad y talento. De la calidad y talento se encargaron, en todo caso, grupos notables como “La Banda del Pequeño Vicio”, un megagrupo fundado por el vocalista y bailarín Titín Moraga y el guitarrista Juan Ramón Saavedra, y donde destacaban instrumentistas connotados como el bajista Luciano Rojas, el guitarrista Andrés Bobe y el saxofonista Iván Delgado. Este grupo mezclaba música experimental funk, reggae y psicodelia y en sus presentaciones solían mezclar música, teatro y poesía. Su álbum debut se llamó “El Juicio Final”, una placa que incluía el single homónimo y temas como “Dime qué es lo que sientes”, “Cuerpos celestiales” y “Sin Dinero”.

El periodista Emiliano Aguayo, autor de los libros “Maldito sudaca, conversaciones con Jorge González” y “Las voces de los 80”, explica que el pop chileno de los 80’ era mucho más serio de lo que su etiqueta mostraba. “Muchos veían a esos músicos de los años ochenta como gente casi de plástico, que no sabían nada de la realidad nacional de esos días, con sus letras y melodías tan poperas y alejadas de lo que ocurría durante el Gobierno Militar. Pero no era tan así. Ellos no eran ajenos de lo que está pasando, de las marchas y protestas. Además, a pesar de que la incipiente escena musical chilena tenía una suerte de división entre los que tenían más recursos y los que tenían menos, para todos fue complejo hacer música. Aunque a Los UPA! les costó menos conseguir los instrumentos, Pablo Ugarte se fue de la casa para seguir con la banda. No podía ser músico. Todo el mundo te miraba extraño en los ochenta si te dedicabas al pop o al rock: era una época en que no había espectáculos de ese tipo. Ahí radica gran parte de la importancia de este movimiento”.

La periodista y crítica musical Marisol García agrega que “pendiente como nunca antes de las modas extranjeras, administrador de una información precaria y parcial, aliado sólo en apariencia a los medios de comunicación, el pop/rock de los 80 en Chile fue lo que pudo ser en un contexto que obligaba a iniciar todo desde cero, y en el que los profesionales debieron ir improvisándose como tales sobre la marcha. Su valor es hoy marca comprobable en al menos una docena de estupendos discos, pero también en la solidez de un movimiento musical que ha podido contar con la referencia fundamental de quienes lograron ser músicos cuando aquello era un disparate”.

Los Prisioneros en el Estadio Chile (1986): “Sexo”

Video de UPA!: “Ellla llora”

Video de Viena. “Salón de Emociones”

Video de Electrodomésticos: “Yo la quería”