“¡No soy alemán, soy checo!”, el desconocido y trágico parlamento de la película “Rescatando al Soldado Ryan”
Guía de: Los 90
- Jorge Fuentes
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En 1998 se estrenó “Rescatando al Soldado Ryan”, una de las mejores películas bélicas de la historia del cine y uno de los tantos puntos altos en la brillante carrera del director Steven Spielberg. Ambientada en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, la cinta narraba cómo, tras el desembarco de los Aliados en Normandía, a una patrulla norteamericana al mando del capitán John Miller se le encomendaba una peligrosa misión: poner a salvo al joven soldado James Ryan, quien acababa de perder a sus tres hermanos mayores en combate y había sido lanzado con su escuadrón de paracaidistas detrás de las líneas enemigas.
Sin duda, una de las escenas más memorables de esta recordada película son sus primeros 20 minutos, cuando la cámara de Steven Spielberg mostraba descarnadamente la carnicería que en la mañana del 6 de junio de 1944 sufrían los soldados norteamericanos tras desembarcar en la playa de Omaha, donde eran recibidos por un feroz fuego de Ametralladoras MG 42 y de la artillería alemana, que masacraba a muchos de los soldados en cuanto ponían pie en tierra francesa.
En una de las secuencias de esa sangrienta batalla de desembarco, se mostraba a los soldados norteamericanos finalmente expulsando a los alemanes de sus búnkeres y trincheras. En una escena, precisamente, aparecían dos soldados alemanes que, tras encontrarse frente a frente con dos rangers norteamericanos, se rendían y levantaban sus manos en señal de capitulación, pronunciando una enigmática frase en lengua extranjera (extranjera para un espectador que hablara inglés o español, naturalmente).
Sin embargo, los dos soldados norteamericanos hacían caso omiso de que los soldados alemanes se habían rendido en toda regla y, pronunciando reiteradamente la palabra “¿Qué? ¿Qué?”, para graficar que no entendían una palabra de lo que éstos estaban diciendo, los mataban disparándole con sus rifles de servicio.
Cuando uno de los soldados americanos comenzaba a registrar las pertenencias de uno de los alemanes muertos, su compañero le preguntaba: “¿Qué estaban diciendo?”, a lo que el primer ranger le respondía antes de estallar en carcajadas: “Decían ‘Mira, me lavé las manos para comer’. Jajajaja”.
Por supuesto, la mayoría de los espectadores, tras ver la escena de marras, podían pensar que los alemanes eran los malos de la película y se habían llevado su merecido. Sin embargo, en esta escena el director Steven Spielberg trajo a colación uno de los tantos eventos trágicos de la Segunda Guerra Mundial, de lo que la inmensa mayoría del público ni siquiera fue consciente en ese momento. Los dos asustados soldados que se rendían no hablaban alemán, sino checo, porque eran checoslovacos y no alemanes. Y por eso en la película, cuando intentaban rendirse a los soldados norteamericanos, decían en su lengua natal: “Por favor, no me disparen, no soy alemán, soy checo, ¡no maté a nadie!”.
Efectivamente, durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes forzaron a muchos prisioneros de guerra de los territorios invadidos a ingresar en una parte del ejército alemán llamada “Batallón Ost” (“Ost-Bataillone”) y muchas de estas tropas fueron obligadas a defender el Muro Atlántico en la zona de Normandía.
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