• María Paz Bravo, ex guía de Maternidad
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La decisión de dar el pecho la tomamos mucho antes de convertirnos en madres. Los primeros recuerdos que tengo de una mujer amamantando son de mi madre y hermano menor, por lo que debo haber tenido entre 5 y 6 años.

Jamás me cuestioné si iba a o no dar el pecho antes, durante o cuando me convertí en madre. Fue algo que sucedió espontáneamente. Ver a mi madre (y seguramente a otras mujeres) y crecer oyéndola sobre lo placentera y gozosa experiencia que fue para ella dar el pecho, marcaron mi decisión de amamantar.

Y así como me ocurrió a mí le ocurre a muchas hijas, sobrinas, hermanas, primas y mujeres alrededor del mundo. Y por eso es que durante mucho tiempo las tasas de lactancia habían estado tan bajas, porque las mujeres dejamos de dar el pecho y dejamos de enseñar y normalizar algo tan natural como alimentar a nuestros hijos. Entonces nadie podía imitarnos y hacer suya esas experiencias.

Es por lo anterior que la lactancia materna es el fenómeno biocultural por excelencia. Esto quiere decir que la lactancia es posible gracias a nuestra biología femenina y mamífera, pero también por la cultura en la que nos movemos. Así, el proceso de lactancia puede verse favorecido o entorpecido de acuerdo a los mensajes y vivencias que hemos ido incorporando a lo largo de nuestra historia; y según la experiencia de parto y postparto.

Dar el pecho se aprende por observación e imitación. Así que cuando das el pecho delante de otras mujeres, de otras niñas y niños del barrio o de la familia, estás educando y normalizando la lactancia materna y en su decisión de amamantar.

Hace poco se presentó en Chile un proyecto de ley para resguardar el derecho de amamantar y sancionar a quienes intenten entorpecer este proceso, ya que muchas mujeres sufren discriminación mientras dan el pecho a sus hijos. Aprovechando la contingencia nacional sobre igualdad de género, esperemos que pronto se apruebe.