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¿Qué es la violencia obstétrica? Una práctica lamentable demasiado extendida

Lamentablemente, es una práctica que está normalizada en muchos países alrededor del mundo.

En Chile, un gran número de mujeres sufre a diario de Violencia Obstétrica (VO), un tipo de violencia de género que se ejerce en el ámbito de la atención del embarazo, parto y post parto. Aunque se ha hecho un gran esfuerzo por visibilizarla, todavía hay quienes habiéndola experimentado no la identifican o no se atreven a denunciar.

Aunque la VO es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que identifica y describe los tipos de maltrato físico y psicológico durante la atención en el ámbito antes descrito; lamentablemente, es una práctica que está normalizada no solo en Chile, sino que en otros muchos países alrededor del mundo. Tan normalizada, que en nuestro país se hace un lobby impresionante toda vez que se trabaja para elaborar un proyecto de ley, o tras la visibilización de casos extremos y dramáticos en medios de comunicación.

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La atención del embarazo, parto y post parto de una mujer en Chile viene transformándose, lentamente, hace varios años y existen innumerables personas, instituciones, organizaciones sociales, programas públicos, entre otros, que han asumido la protección de la mujer como prioridad.

Venezuela fue el primer país del mundo en reconocer la VO en sus leyes y establecer sanciones administrativas a quienes las ejercen. Así, en 2007 entró en vigencia la “Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”, sustituyendo la ley sobre la Violencia contra la mujer y la familia, de 1998.

Como he dicho más arriba, la violencia obstétrica se ejerce en el ámbito de la atención del embarazo, parto y post parto de una mujer, en servicios de salud públicos y privados, en los que cualquier acción u omisión por parte del equipo de salud causen daño físico o psicológico a esa mujer.

La nueva Ley venezolana tipifica 19 formas de violencia contra la mujer, y establece que son actos constitutivos de VO aquellos ejecutados por personal de salud, que consisten en:

“1.- No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas.

2.- Obligar a la mujer a parir en posición supina y con las piernas levantadas, existiendo los medios necesarios para la realización del parto vertical.

3.- Obstaculizar el apego precoz del niño o niña con su madre sin causa médica justificada, negándole la posibilidad de cargarlo o cargarla y amamantarlo o amamantarla inmediatamente al nacer.

4.- Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso de técnicas de aceleración, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.

5.- Practicar el parto por vía de cesárea, existiendo condiciones para el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer”.

Personalmente, considero que la responsabilidad de la violencia obstétrica va mucho más allá del ejercicio del equipo de salud. Habría también que revisar aspectos de nuestro sistema de salud, como por ejemplo las ganancias monetarias asociadas al tipo de parto (la cesárea es más cara que un parto vaginal y una cesárea innecesaria es constitutiva de violencia obstétrica).

O la facilidad con la que se permite programar los nacimientos (inducciones sin justificación médica) y la extensión, excesiva muchas veces, de la jornada laboral por parte del equipo de salud vinculado al embarazo, parto y post parto (turnos), los que también tienen incentivos económicos de por medio.

En fin, son solo algunas otras dimensiones que me parecen relevantes en la discusión del ejercicio de la violencia obstétrica, y que creo dificultan su erradicación.

Muchas mujeres hemos sigo víctimas de violencia obstétrica sin siquiera saberlo y parte de la labor de diferentes organizaciones y activistas alrededor del mundo consiste justamente en visibilizar este tipo de violencia y terminar con ella.

Todos los seres humanos tienen el derecho de nacer con amor y ser recibidos en un ambiente amoroso, sin ser separados de sus madres. Así lo ha provisto la naturaleza y sus beneficios (más bien los efectos dañinos que traer la separación) se confirman a diario por investigaciones en neurociencia y salud mental perinatal (tema potente para otro artículo).

A su vez, todas las mujeres tenemos derecho a transitar nuestro embarazo, parto y post parto en un ambiente respetuoso y seguro, en continua compañía, en el que NUESTRAS necesidades (y las de nuestra guagua) sean cubiertas por personal idóneo.

El parto es una experiencia única e irrepetible para la mujer, no así para el equipo médico que ACOMPAÑA. Es un momento de máxima vulnerabilidad emocional y donde nos encontramos expuestas sexualmente; sí, el parto forma parte de la vida sexual de una mujer. Las mismas hormonas de la reproducción son las que dirigen el parto y apareamiento en casi todos los mamíferos (Olza, 2017), por lo que cualquier acto u omisión durante nuestros partos resulta particularmente grave.

¿Cómo está Chile frente a la violencia obstétrica? Podremos leerlo en el siguiente artículo.

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