Uno de las palabras más utilizadas por la Izquierda política para atacar a sus adversarios de la Derecha -especialmente si ésta representa posiciones catalogadas de reaccionarias, nacionalistas o clasistas- es el término “fascista”, que deriva a su vez de “fascio”, palabra de origen italiano cuya etimología se remonta a los lejanos días de la República y del Imperio Romano.

En la época de la República romana y de los Césares, los lictores, funcionarios de justicia que simbolizaban el poder y el orden en el imperio, solían llevar recostados sobre uno de sus hombros un singular símbolo de mando y poder: el “fascio littorio” (“haz de los lictores”), la unión de 30 varas (generalmente hechas con madera de abedul u olmo, una por cada curia de la Antigua Roma), atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo y formando un cilindro que sujetaba un hacha común.

Este símbolo de poder representaba a ojos de los romanos que un magistrado tenía imperium o autoridad ejecutiva; el “fascio” también simbolizaba la fuerza que da la unión, ya que una sola varilla independiente era frágil y se podía partir fácilmente, mientras que el paquete de 30 varas era muy difícil de romper. Por ello, los fasces -plural de fascio, latín para haz, atado o manojo- simbolizaba “la fuerza a través de la unidad”.

Los fasces eran cargados en la Antigua Roma por los lictores para advertirle a los romanos que quien venía detrás de ellos era un magistrado y recordarles el poder, la autoridad y la fuerza que éste tenía en sus manos, pues el magistrado estaba facultado no sólo para imponer castigos corporales, desde golpes con las varillas de madera, sino que también para decretar la muerte, por decapitación con hacha.

Como los fasces simbolizaban en la Antigua Roma “la fuerza a través de la unidad”, el término fascio comenzaría a utilizarse en Italia en el siglo XIX después de la unificación italiana, aludiendo al sentido de grupo, sindicato o liga, especialmente cuando se trataba de sindicatos obreros (como los “Fascio operaio” o “Fascio de obreros”). El término “fascio” sería utilizado con un sentido de partido político por vez primera en 1895 por grupos de revolucionarios campesinos en Sicilia, quienes se llamaron a sí mismos “Fasci Siciliani” (“Fascio siciliano”).

Los fascios, símbolo de poder y autoridad en la Antigua Roma, serían evocados también en las primeras décadas del siglo XX por el régimen nacionalista y corporativista del dictador italiano Benito Mussolini, quien en 1919 fundaría en Milán los “Fasci Italiani di Combattimento” (“Fasces italianos de combate”), lo que sería el preámbulo de la fundación en 1921 del Partido Nacional Fascista.

Mussolini no sólo despreciaba las formas democráticas sino que también soñaba con recrear en toda la zona del Mediterráneo la grandeza del Antiguo Imperio Romano, por lo que adoptó varios de sus símbolos más conocidos, como el águila imperial, la sigla SPQR y los fascios, que fueron tallados en innumerables edificios públicos italianos (El complejo Littoria, por ejemplo, se construyó con la apariencia de fasces estilizados gigantes). Mussolini también ordenó poner fasces en la bandera italiana, en sellos, insignias militares e, incluso, en las tapas de las alcantarillas de Roma.

Por todo lo anterior, el régimen de Mussolini, sostenido en un movimiento político y social de carácter totalitario caracterizado por reproducir el ideario de extrema derecha, el corporativismo, la exaltación nacionalista, el racismo y el clasismo, sería conocido como “fascista”.

La palabra “fascismo”, tras la muerte del propio Duce y el fin de la Segunda Guerra Mundial, sería asociado desde entonces a ideologías, actores y métodos enmarcados en el espectro político de la llamada extrema derecha, que propiciaba regímenes con rasgos comunes como el corporativismo capitalista, el nacionalismo exacerbado, el desprecio por la democracia, el racismo, la supresión de la discrepancia política, la persecución de las ideas socialdemócratas y comunistas, el militarismo y la exaltación de idearios conservadores.