Gatos y escritores: De Borges a Bukowski: autores célebres fascinados por estos felinos

Compañeros por excelencia de escritores, los gatos poseen un aura mística que no tienen otros animales.

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¿Qué tienen en común escritores como Jorge Luis Borges, Charles Bukowski, Lord Byron, Mark Twain, Colette, Truman Capote, Ernest Hemingway, Edgar Allan Poe, Herman Hesse y Julio Cortázar? Todos ellos compartieron un pasión común por los gatos, el animal que Dios creó, según el escritor francés Víctor Hugo, “para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre”.

El escritor alemán Herman Hesse y su gato Löwe.

El escritor alemán Herman Hesse y su gato Löwe.

Los gatos, los elegantes y enigmáticos felinos que en el Antiguo Egipto eran adorados como dioses, pues eran considerados la encarnación de la diosa Bastet y eran asociados principalmente con la protección de las casas, desde siempre han estado ligados a los escritores y a la literatura misma. “Un escritor sin un gato es como un ciego sin lazarillo”, dijo una vez el escritor argentino Osvaldo Soriano”, mientras que el novelista y dramaturgo canadiense Robertson Davies, consultado por la obsesión que despertaban los felinos en el mundo literario, comentó con acierto que “a los escritores les gustan los gatos porque son criaturas tranquilas, adorables y sabias, y a los gatos les gustan los escritores por las mismas razones”.

Muchos escritores célebres se han sentido fascinados por estas mascotas, ponderando su enigmática mirada, la elegancia de sus movimientos, su perfecto equilibrio y su gallardía al caminar, y una especie de aura mística que no poseen otros animales.

El escritor Jorge Luis Borges y su gato Beppo.

El escritor Jorge Luis Borges y su gato Beppo.

El escritor argentino Jorge Luis Borges tuvo cinco gatos en su vida, aunque su consentido fue Beppo, un gato blanco al que bautizó con ese nombre en honor a uno de los gatos de Lord Byron, el poeta romántico inglés que en su vida también convivió con cinco felinos. “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy solo, acostado y de repente siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado. Y yo percibo su presencia como la de un Dios que me protegiera”, comentó una vez Borges, quien escribió un poema en honor a Beppo llamado “A un gato”:

“No son más silenciosos los espejos \ ni más furtiva el alba aventurera; \ eres, bajo la luna, esa pantera \ que nos es dado divisar de lejos. \ Por obra indescifrable de un decreto \ divino, te buscamos vanamente; \ más remoto que el Ganges y el poniente, \ tuya es la soledad, tuyo el secreto.\ Tu lomo condesciende a la morosa \ caricia de mi mano. Has admitido, \ desde esa eternidad que ya es olvido, \ el amor de la mano recelosa.\ En otro tiempo estás. Eres el dueño \ de un ámbito cerrado como un sueño”.
Borges & Beppo [3]

En otro de sus escritos, Borges escribió: “Entró. Ahí estaba el gato, dormido… y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante.”

La escritora argentina Silvina Ocampo relató que “cuando Jorge Luis Borges abría una puerta en la Biblioteca Nacional, institución de la cual fue director, le preguntaba al gato que ahí vivía: ‘¿se puede entrar?’. Si ese gato estaba sentado en su silla él simplemente elegía otra para trabajar”.

En el poema “La cifra”, Borges también se inspiró en Beppo: “El gato blanco y célibe se mira /en la lúcida luna del espejo / y no puede saber que esa blancura /y esos ojos de oro, que no ha visto /nunca en la casa, son su propia imagen…”

El escritor argentino Julio Cortázar, por su parte, bautizó a su gato con el nombre de T.W. Adorno, en honor al filósofo y sociólogo alemán, mientras que a su gata le puso Flanelle, la misma mascota a la que le gustaba brincar a su mesa “para explorar lápices, pipa y manuscritos”. En una de las líneas del relato “El agua entre los dedos”, Córtazar escribe que “todo aquí es tan libre, tan posible, tan gato”. En otro de sus escritos, el autor de “Rayuela” escribió: “Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter e independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad”.

El escritor Julio Córtazar y su gata.

El escritor Julio Córtazar y su gata.

El escritor norteamericano Charles Bukowski, figura señera del llamado “realismo sucio”, compartió su vida con nueve gatos convencido de que lo hacían sentir mejor y le ayudarían a vivir más. Bukowski, por cierto, amaba a los animales en general: “Los animales son una fuente de inspiración. No saben mentir. La televisión me pone enfermo en cinco minutos, pero miro a un animal durante horas y sólo veo gracia y gloria, la vida tal y como debería de ser”. Bukowski también confesó que “cuando los elementos me atenazan y paralizan, me limito a mirar a mis gatos. Tengo nueve. Miro a uno de ellos, dormido o medio dormido, y me relajo”.

En el poema “Mis gatos”, Bukowski escribió: “Ya sé. Ya sé. / Son limitados, tienen necesidades / y preocupaciones / distintas. / Pero los observo y aprendo de ellos. / me gusta lo poco que saben, / que es / tantísimo. / Se quejan pero nunca se / preocupan. / Caminan con una dignidad sorprendente. / duermen con una simplicidad directa que / los seres humanos sencillamente no podemos / comprender. / Sus ojos son más / hermosos que los nuestros. / Y pueden dormir 20 horas / al día / sin vacilar ni sentir / remordimientos. / Cuando me siento / bajo de ánimos / me basta con / observar a mis gatos / y me / vuelve / la valentía. / Estudio / a estas / criaturas / son mis / maestros”.

El escritor norteamericano Charles Bukowski junto a uno de sus gatos.

El escritor norteamericano Charles Bukowski junto a uno de sus gatos.

El escritor Ernest Hemingway llegó a tener más de una treintena de gatos en su casa situada en la isla de Key West, en Florida. La periodista estadounidense Carlene Fredericka Brennen, en su libro “Los gatos de Hemingway”, relató que el autor de “El Viejo y el Mar” tenía en su casa en Cuba, en la Finca Vigía, 57 de estos felinos deambulando por sus jardines.

“Un gato simplemente lleva a otro –escribió Ernest en una carta a su primera esposa, Hadley Mowrer–. El lugar es tan malditamente grande que en realidad no parece que hubiera muchos gatos hasta que los ves moviéndose como una migración masiva a la hora de comer”. En otra oportunidad, Hemingway afirmó que “los gatos tienen una absoluta honestidad emocional, mientras que los seres humanos pueden ocultar los sentimientos”.

Ernest Hemingway dándole de comer a uno de sus tantos gatos.

Ernest Hemingway dándole de comer a uno de sus tantos gatos.

El escritor argentino Osvaldo Soriano, que aseguraba que los gatos no hacían nada por azar, confesó que cuando él nació había un gato esperándole al otro lado de la puerta y que si su gato había dormido sobre los papeles que había escrito durante la noche, significaba que su trabajo tenía sentido.

“Un gato me trajo la solución para mi novela ‘Triste, solitario y final’. Un negro de mirada contundente, muy parecido a Taki, la gata de Chandler. Otro, el negro Vení, me acompañó en el exilio y murió en Buenos Aires. Hubo uno llamado Peteco que me sacó de muchos apuros en los días en que escribía ‘A sus plantas rendido un león’. Viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos”, confesó Soriano.

Osvaldo Soriano y su gato.

Osvaldo Soriano y su gato.

El escritor español Pio Baroja escribió que “a los perros se les tiene más cariño; a los gatos, al menos yo sí, más estimación. El perro parece un animal de una época cristiana; el gato, en cambio, es completamente pagano. El perro es un animal un poco histérico, parece que quisiera querer más de lo que quiere, entregar su alma al amo; el gato supone que un momento de sentimentalismo es una concesión vergonzosa. El gato realiza el ideal de Robespierre de la libertad. Como bonito, no hay otro animal doméstico que se le asemeje. Tiene, además, su casta una fijeza y una inmovilidad completamente aristocráticas; en cambio, el perro es una masa blanda con la que se hace lo que se quiere”.

El escritor alemán Hermann Hesse, Premio Nobel de Literatura y autor de “El Lobo Estepario”, se pasaba buena parte del día intentando evitar las múltiples travesuras de su inquieto gato Löwe. El escritor mexicano Carlos Monsiváis vivió toda su vida rodeado de felinos, llegando a tener hasta 20 gatos en su casa, a quienes ponía nombres inusuales como Caso Omiso, Catástrofe, Fray Gatolomé de las Bardas, Voto de Castidad o Miau Tse Tung.

El genial escritor Edgar Allan Poe desarrolló una relación de mutuo cariño con Catarina, la gata de su esposa Virginia, que solía subirse a su hombro mientras escribía. El escritor Mark Twain, otro amante de los gatos, bautizó a sus felinos con nombres tan peculiares como Apollinaris, Blatherskite, Buffalo Bill, Sin o Zoroaster; Patricia Highsmith, la prolífica autora de “El Talentoso Mr. Ripley”, aseguraba que sólo ente sus gatos encontraba el equilibrio emocional y la inspiración necesarios para sus historias, mientras que Truman Capote, el autor de “A Sangre Fría”, admiraba la personalidad y elegancia de los gatos, siendo fotografiado en multitud de ocasiones con un felino entre sus brazos.

Truman Capote y uno de sus gatos.

Truman Capote y uno de sus gatos.

Otros escritores, como Haruki Murakami, Jean Cocteau y Doris Lessing (ganadora del Premio Nobel de Literatura el año 2007) también fueron -o son- amantes de los gatos, al igual como lo fue la escritora francesa Colette, llamada “la mujer de los gatos”.

En 1971 el poeta chileno Pablo Neruda escribió su “Oda al gato”: “Oh pequeño/ emperador sin orbe,/ conquistador sin patria, / mínimo tigre de salón, nupcial / sultán del cielo / de las tejas eróticas, / el viento del amor / en la intemperie / reclamas / cuando pasas / y posas / cuatro pies delicados / en el suelo, / oliendo, / desconfiando / de todo lo terrestre, / porque todo / es inmundo / para el inmaculado pie del gato. / Oh fiera independiente / de la casa, arrogante / vestigio de la noche, / perezoso, gimnástico / y ajeno, / profundísimo gato”.

Quizás uno de los autores que logró descifrar a cabalidad el motivo de la fascinación de los seres humanos por los gatos fue el antropólogo y sociólogo francés Marcel Mauss, quien aseguró que “los gatos son los únicos animales que consiguieron domesticar al hombre”, una aseveración que confirmó el ex Primer Ministro Británico (y Premio Nobel de Literatura en 1953) Winston Churchill: “Los perros nos miran como sus dioses, los caballos como sus iguales, pero los gatos nos miran como sus súbditos”.

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