Isabel Bathory: La macabra leyenda de la condesa que asesinó a 650 jóvenes mujeres para conservar su juventud

Esta noble húngara figura en el libro de récords de Guinness como la mayor asesina en serie de la historia.

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La condesa húngara Erzsébet Báthory (1560-1614), también conocida como Isabel Bathory, figura en el libro de récords de Guinness como la mayor asesina en serie de la historia, tras haber sido acusada y condenada de ser la responsable de 650 asesinatos de jóvenes muchachas, en una serie de infames crímenes que habrían sido motivados por su obsesión por la belleza y que le valieron el sobrenombre de la Condesa Sangrienta.

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Nacida en el seno de una de las familias más antiguas, ilustres y adineradas de Hungría, Isabel nació el 7 de agosto de 1560 en la localidad húngara de Nyírbátor, fruto de la relación endogámica entre el barón George Bathory y la baronesa Anna Bathory, una malsana costumbre de los nobles de la época que provocaba toda suerte de enfermedades en sus descendientes (Isabel sufriría ataques de epilepsia durante su niñez).

A diferencia de la costumbre de la época, Isabel Bathory, cuyo primo era rey de Polonia y su hermano príncipe de Transilvania, recibió una buena educación, por lo que su cultura sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. La futura condesa hablaba, de hecho, perfectamente el húngaro, el latín y el alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir.

Tras casarse muy joven con el noble Ferenc Nádasdy -conocido como el Caballero Negro de Hungría, debido a su ferocidad en las batallas- Isabel Bathory se radicó en el castillo de Čachtice, en Hungría, donde concibió y dio a luz a cuatro hijos. Ferenc fallecería el 4 de enero de 1604, de una súbita enfermedad tras una de sus batallas, y dejó viuda a Isabel, que contaba por entonces con 44 años.

Retrato de Isabel Bathory.

Retrato de Isabel Bathory.

La leyenda cuenta que en 1604, poco después de la muerte de su marido, una de las doncellas le jaló accidentalmente el cabello a la condesa Bathory mientras la peinaba, lo que provocó que la condesa le propinara una fuerte bofetada que hizo sangrar por la nariz a la joven empleada. Sin embargo, cuando la sangre de la doncella salpicó la piel de Isabel, a esta le pareció que en la zona donde había caído la sangre desaparecían las arrugas y su piel recuperaba la lozanía juvenil. La condesa, fascinada, en ese momento tuvo una especie de diabólica epifanía: Pensó que había encontrado la forma de detener la vejez, y que siempre podría conservarse bella y joven de esta manera.

Tras consultar a sus cercanos (especialmente a una dama croata llamada Anna Darvolya, una experta en ocultismo que había llegado al castillo de Čachtice en 1601 y se había convertido desde entonces en la persona más próxima a la condesa), y con la ayuda del mayordomo Juan Ujváry (conocido como Ficzkó) y la corpulenta empleada Dorottya Szentes, Isabel y sus sirvientes desnudaron a la desvalida muchacha, la degollaron y llenaron una bañera con su sangre. Isabel se bañó en ella y probablemente la bebió, para recuperar supuestamente la perdida juventud.

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Entre 1604 y 1610, los empleados de Isabel Bathory, comisionados por ella misma, se dedicarían entonces a proveerla de niñas y adolescentes para sus rituales sangrientos. Por entonces, la Condesa Sangrienta había tomado la costumbre de torturar a personas de su servicio por pura diversión, al tiempo que se acostumbró a su práctica de beber directamente la sangre de sus víctimas mediante mordiscos.

En 1609 Isabel Bathory, debido a la escasez de jóvenes muchachas en la zona como consecuencia de sus nefandos crímenes, comenzó a contactar a niñas y adolescentes de buenas familias con el pretexto de que quería educarlas y que le hicieran compañía en el castillo.

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Luego que un pastor protestante local propalara estas espantosas historias entre las autoridades de la época, afirmando que la condesa practicaba la brujería y la magia negra, utilizando para ello la sangre de muchachas jóvenes, el rey Matías II de Hungría ordenó a un primo de Isabel, el conde palatino Jorge Thurzó, que estaba enemistado con ella, que fuera al castillo de Čachtice a corroborar las denuncias.

Según el testimonio que entregó el conde Thurzó, cuando llegó con sus hombres al castillo de Čachtice el 30 de diciembre de 1610, nadie salió a recibirlos. De inmediato se toparon de sopetón con una sirvienta en el cepo del patio, en estado agónico debido a una paliza que le había fracturado todos los huesos de la cadera. Cuando entraron al interior del castillo, hallaron a una joven desangrada en el salón y a otra chica que aún estaba viva, aunque sufría indeciblemente porque le habían agujereado el cuerpo.

Los hombres del conde Thurzó, tras escudriñar exhaustivamente el castillo de Čachtice, encontrarían cerca de sus cimientos los cuerpos de 50 jóvenes más. Y, tras incautar el diario de Isabel Bathory, descubrieron que la sádica condesa contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas en un lapso de seis años. En casi todas partes del castillo, por cierto, había montones de ceniza y serrín, usados para secar la sangre que se vertía allí regularmente. Debido a esto, todo el lugar estaba cubierto de manchas oscuras y despedía un sutil olor a putrefacción.

El castillo de Čachtice, residencia de la Condesa Sangrienta, ubicado en la actual Eslovaquia.

El castillo de Čachtice, residencia de la Condesa Sangrienta, ubicado en la actual Eslovaquia.

En 1612 se iniciaría un juicio en la localidad de Bitcse, en el cual la condesa Isabel Bathory se negó a declararse inocente o culpable, y a comparecer ante el magistrado acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Después de la investigación, el juez acabó imputando a cuatro de los sirvientes de Báthory por 80 cargos de asesinato.

János Újváry Ficzkó, apodado “el enano”, confesó que se había encargado de reclutar a los jóvenes víctimas por los pueblos colindantes mediante la atractiva oferta de trabajar en el castillo. Fue decapitado antes de que su cuerpo fuera arrojado al fuego. Ilena Jo, quien estaba a cargo de criar a los hijos de la condesa, y la fornida Dorottya Szentes, la más sádica de todos los sirvientes de Báthory, por su parte ardieron vivas en la hoguera después de que les cortaran las manos. Ambas habían confesado que eran torturadoras, explicándole con lujo de detalles al magistrado cómo se llevaban a cabo las sádicas sesiones en las que habían mutilado a sus víctimas, clavado agujas en brazos y uñas, sumergido a las jóvenes en hielo o introducido hierros candentes en sus vaginas.

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La lavandera Katalin Beneczky, la cuarta de los servidores de Isabel Báthory que fue juzgada, admitió que se había encargado de deshacerse de los cuerpos y limpiar los restos de las periódicas sesiones de tortura. El juez la sentenció a cadena perpetua, aunque a los pocos años fue liberada para posteriormente desaparecer en forma misteriosa. La experta en ocultismo, la croata Anna Darvolya, quien supuestamente había instruido a Báthory y a sus cómplices en el arte de golpear y torturar un cuerpo hasta la muerte, no llegó a ser juzgada por cuanto había fallecido de un derrame cerebral dos años antes del juicio.

La condesa Isabel Bathory, en tanto, no confesó ni uno solo de sus crímenes y después de su detención se limitó a enviar cartas pidiendo que la ayudaran a defender su honor en los tribunales. El conde Jorge Thurzó, príncipe palatino y quien era la segunda persona más importante del reino de Hungría después del rey Matías II, finalmente pactó con el hijo y los dos yernos de la Condesa Sangrienta una reclusión de por vida en su castillo para terminar el proceso.

La condesa Isabel Bathory sería trasladada a sus aposentos, donde los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida. Allí permaneció durante casi cuatro años hasta que el 21 de agosto de 1614, pocos días después de cumplir los 54 años de edad, un empleado la encontró muerta en el suelo, boca abajo. Sus restos iban a ser enterrados en la iglesia de Čachtice, pero los habitantes locales se negaron de plano, asegurando que era una aberración que la “Señora Infame”, como la apodaban, fuera enterrada en el pueblo y en tierra sagrada.

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Hoy, el nombre de Isabel Bathory, conocida como la Condesa Sangrienta, está asociado con el asesinato, el sadismo, la brujería y la depredación sexual. Su cruenta vida inspiró varios pasajes de la novela “Drácula” de Bram Stoker e incluso el nombre de una banda musical de heavy metal. Pese a que, como ya se mencionó, figura en el récord Guinness como la mayor asesina en serie de la historia con una cifra de 650 víctimas, algunos autores han reivindicado su figura, asegurando que Isabel pudo ser víctima de una conspiración política, debido a que fue una poderosa viuda en un mundo de hombres y a que su inmensa influencia amenazó el poder de la corona húngara.

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