La alegoría de la Caverna de Platón: Las dos caras de nuestra realidad

Esta metáfora intenta explicar que los hombres viven en un estado de esclavitud, prisioneros de su propia ignorancia.

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La alegoría de la caverna, también conocida como el mito de la caverna, formulada por el filósofo griego Platón (428 a. C. – 347 a. C.) al principio del libro VII de la República, es considerada la alegoría más célebre de la historia de la filosofía. Y trata de una explicación metafórica sobre la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento, una metáfora que nos intenta explicar la doble realidad que percibimos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (que es materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos).

Platón.

Platón.

​En su célebre alegoría, Platón describe una caverna en la que se encuentran un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento, con cadenas que les sujetan el cuello y las piernas, de forma tal que, imposibilitados de girar la cabeza, sólo pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna. Detrás de ellos, a una corta distancia hay un muro y, un poco más allá, una hoguera que ilumina un poco la zona.

Entre el muro y la hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre la pared que contemplan los hombres encadenados, quienes ven de ese modo la silueta de árboles, animales y personas que van y vienen y van. Estos hombres encadenados, debido a las particularísimas circunstancias de su prisión, consideran que las sombras que el mundo externo proyecta en el interior de la caverna son, en realidad, las cosas mismas, y no pueden diferenciar entre las sombras y los objetos reales (de los que ni siquiera sospechan su existencia).

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Platón dice que si uno de estos hombres encadenados fuese liberado y lograra escapar hacia la superficie, quedaría aturdido y paralizado por la luz y el brillo del mundo exterior. Sin embargo, pasado un cierto tiempo, sus ojos finalmente se acostumbrarían a la nueva y verdadera realidad y lograría comprender al fin que lo que ahora ve son los objetos que proyectan las sombras en la caverna, las mismas sombras en las que él, hasta entonces, creía.

Platón concluye su alegoría imaginando que pasaría si este mismo hombre volviera a al interior de la caverna para “liberar” a sus antiguos compañeros de cadenas. De partida, cuando regresara, no podría acostumbrarse otra vez a la oscuridad, caminando de manera titubeante y cayéndose a menudo.

Platón, por boca de Sócrates, cuenta que si el antiguo prisionero pudiera explicar a sus compañeros lo que ha visto en el exterior y lo que les espera fuera de la caverna, ninguno estaría dispuesto a creer en sus palabras. Por el contrario, probablemente se burlarían y harían escarnio de él, reaccionando incluso con violencia. Incluso, si se diera el caso de que el antiguo esclavo intentara liberarlos de sus cadenas, ellos se volverían iracundos contra él, lucharían por impedírselo y, probablemente, lo asesinarían a la menor oportunidad (en esta parte de la alegoría Platón alude al esfuerzo de Sócrates por ayudar a los hombres a llegar a la verdad y a su fracaso al ser condenado a muerte).
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En La República, esta alegoría muestra el proceso educativo que debe seguir el filósofo para convertirse en el gobernante de la ciudad y de los otros hombres: partir del interior de la caverna (espacio de errores y falsedades), hasta dar con el exterior (donde el sol representa la verdadera visión de las cosas).

El mito de la caverna de Platón, en última instancia, es una alegoría que pretende mostrarnos -en sentido figurativo- que nos encontramos desde nuestro nacimiento encadenados dentro de una caverna, viendo sombras reflejadas en la pared que componen aquello que consideramos real. Los hombres encadenados que describe se parecen a nosotros, ya que ni ellos ni nosotros vemos más que esas sombras tenues y falaces, que simulan una realidad engañosa y superficial.
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Los hombres encadenados representan a los seres humanos en su estado de esclavitud, prisioneros de su ignorancia. Aferrados a las costumbres y creencias habituales, están impedidos de ver la verdad: creen que saben y se sienten felices, cuando en realidad viven en el error, y lo toman como cierto, aun cuando lo que ven no es otra cosa que la sombra y el eco de las cosas reales. Según Platón, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar.

Platón, condensando su famosa alegoría de la caverna, decía que “podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tiene miedo de la luz”.

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