La increíble anécdota de Garrincha en la final del Mundial de Chile de 1962

"El ángel de las piernas torcidas” protagonizó una imperdible suceso en la final de la cita planetaria disputada en nuestro país.

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En el Mundial de Fútbol de 1962, celebrado hace exactamente 60 años en nuestro país, la selección de Brasil obtuvo su segundo título mundial de su historia tras vencer en la final a Checoslovaquia, teniendo como figura descollante en ese partido y en toda la campaña previa a Garrincha, el delantero de regate endiablado que sería bautizado como “Anjo das pernas tortas” (“El ángel de las piernas torcidas”), debido a que su pierna izquierda describía un arco hacia afuera, mientras que la derecha describía otro hacia adentro, sin mencionar que la pierna diestra era 6 centímetros más corta que la zurda.

Garrincha

Nacido como Manuel Francisco dos Santos en el seno de una familia muy pobre de Pau Grande, Rio de Janeiro, Garrincha desde pequeño tuvo varios problemas físicos. Además de sus piernas torcidas, tenía la columna vertebral desviada y había debido lidiar con las secuelas de una poliomielitis. Los médicos le dijeron que jamás destacaría en ningún deporte, pero su amor por el fútbol fue siempre más fuerte.

Una de sus hermanas, recordando que Manuel cuando niño “era flaco, chueco, cojo y tenía desviada la columna”, lo bautizó como Garrincha, un pájaro poco agraciado que vive en las selvas del Mato Grosso pero que, sin embargo, tiene una velocidad extraordinaria pese a su torpeza.

Garrincha.

Garrincha.

Tras debutar en el fútbol profesional en 1953 defendiendo los colores del Botafogo, Garrincha de inmediato escalaría a la élite del fútbol mundial, llamando la atención por su endiablada habilidad para aludir y apilar rivales así como por su simpleza y sus frases para el bronce. Tras integrar la selección de Brasil que ganó su primer título mundial en Suecia en 1958, con cinco partidos ganados y uno empatado, con 16 goles a favor y cuatro en contra, Garrincha se despachó la siguiente frase: “¡campeonato sin gracia este, que no tiene ni segunda vuelta!”.

Durante ese mismo mundial, Garrincha compró durante su día libre una moderna radio de fabricación sueca por US$ 100, sin embargo, el entusiasmo del delantero por su reciente adquisición fue cortada de plano por uno de los masajistas de la selección de Brasil, Mario Américo, quien le dijo a Garrincha que comprar una radio en Suecia era una temeridad, pues el aparato sólo sería capaz de transmitir emisoras en idioma sueco. Garrincha, alarmado y temeroso de que el masajista tuviera razón, encendió la radio y empezó a pasar las emisoras. Y, en efecto, todas las emisoras transmitían únicamente voces en sueco, por lo que el inocente Garrincha, de muy mala gana, aceptó la oferta de US$ 50 por su flamante radio que le había hecho el mismo masajista, es decir, la revendió en la mitad de lo que le había costado originalmente.

Garrincha y Pelé.

Garrincha y Pelé.

Curiosamente, pese a su endiablada habilidad en el campo de juego, Garrincha casi no fue convocado a ese Mundial debido a que un integrante del cuerpo técnico de Brasil lo había definido como “un débil mental no apto para desenvolverse en un juego colectivo”. Sin embargo, “Mane”, como también se le conocía, había sido incluido en la delegación gracias a la mediación de algunos de sus compañeros. “Garrincha no sabe muchas cosas, pero sí sabe jugar al fútbol”, dijeron.

En el Mundial de Fútbol de 1962 que se celebró en nuestro país, tras la lesión de Pelé en el segundo partido de Brasil, Garrincha se convertiría en la figura descollante de la verdeamarela, aunque seguiría llamando la atención por sus frases para el bronce. “El balón vino por la izquierda, y yo no remato bien con esa pierna, pero no tenía cómo cambiar de pie. Entonces chuté con la izquierda imaginando que era la derecha”, dijo el 13 de junio de 1962 al explicar uno de sus dos goles que le convirtió a Chile en las semifinales, partido en el que sería expulsado (Brasil al cabo ganó 4 a 2).

Garrincha celebrando uno de los goles de Brasil en el Mundial de 1962.

Garrincha celebrando uno de los goles de Brasil en el Mundial de 1962.

Tras dejar a nuestra selección fuera de la final del Mundial y luego que la FIFA lo absolviera del castigo por su expulsión, Garrincha preguntó cuál era el siguiente rival de Brasil.

-”¿Con qué equipo es que vamos a jugar la final?” -preguntó.

-”Con Checoslovaquia” -le respondió uno de sus compañeros.

-”¿Cuál es Checoslovaquia?”-contrapreguntó Garrincha, sin recordar que ya se habían enfrentado con ese país europeo en un partido que había terminado sin goles en la fase de grupos, fase en la que vencieron además a México por 2-0 y a España por 2-1.

-”Es aquella selección que empató con nosotros en el segundo partido, aquel en el que se lesionó Pelé”- le explicó otro.

-”Ahh, aquellos que son grandes y fuertes pero no juegan nada” -comentó el genial jugador que había nacido con las piernas torcidas el 28 de octubre de 1933.

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Pero faltaba lo mejor. El 17 de junio de 1962, a minutos de iniciarse la final del Mundial de 1962 contra Checoslovaquia, partido que había congregado a 68.679 espectadores, el técnico brasileño Aymoré Moreira brindó una breve charla técnica a sus jugadores en el vestuario del Estadio Nacional de Santiago. “Muchachos, hoy es la final. Ustedes saben todo, sólo jueguen”, los arengó el entrenador, a lo que Garrincha lo interrumpió preguntándole: “Mister ¿Hoy es la final?”. “Sí, Mane”, respondió Moreira, sorprendido por la pregunta, a lo que Garrincha agregó: “¡Con razón hay tanta gente!”.

De ese modo, levantándose y dirigiéndose al gramado del Estadio Nacional de Santiago con su característica sonrisa y sus piernas torcidas, y a pesar de que ese día estaba engripado y tenía 39 grados de fiebre, Garrincha, que ya llevaba cuatro goles convertidos en el Mundial de 1962, condujo a la selección brasileña a su segundo título mundial tras vencer a Checoslovaquia por un marcador de 3 a 1. Garrincha, por entonces y ante la ausencia de Pelé, sería proclamado indiscutiblemente como “el mejor futbolista del mundo”.

El inmortal Garrincha levantando la copa del mundo Jules Rimet tras la final del Mundial de Fútbol de 1962, celebrada en el Estadio Nacional de Santiago.

El inmortal Garrincha levantando la copa del mundo Jules Rimet tras la final del Mundial de Fútbol de 1962, celebrada en el Estadio Nacional de Santiago.

El inmortal Garrincha, “el ángel de las piernas torcidas” que también sería llamado “el mejor regateador de la historia” o “el genio del amague”, un declarado amante del tabaco, el alcohol y las mujeres (llegó a tener 14 hijos no reconocidos, incluyendo uno de una madre de nacionalidad sueca, a la que conoció durante una gira del Botafogo en 1959), que jugó tres mundiales, incluido el de Inglaterra’ 66, participó en 60 partidos con su selección (ganó 52, empató 7 y perdió sólo uno), fallecería en la miseria el 20 de enero de 1983 en Río de Janeiro, a los 49 años de edad, como consecuencia de una “congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis, todo dentro del cuadro clínico de alcoholismo crónico”, según constó en el boletín médico.

Sin embargo, Garrincha había vivido tal como había jugado en una cancha de fútbol: de acuerdo a sus propios códigos. “Yo vivo la vida, la vida no me vive a mí”, solía decir a sus críticos, en otra de sus recordadas frases para el bronce.

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