La increíble historia del piloto ruso que desertó con su MiG-25, el avión de combate más rápido y secreto de la exURSS

En 1976, Viktor Belenko se robó una de las naves de combate más temidas.

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En 1964, en plena Guerra Fría, la Unión Soviética, país que en los años precedentes habían hecho notables avances en aviación, puso por primera vez en el aire el caza Mikoyan-Gurevich MiG-25 Foxbat, mejor conocido como MiG-25, un avión de combate de alto desempeño específicamente diseñado para operar a gran altura contra bombarderos y misiles crucero con el apoyo de las redes de radares soviéticas/rusas, y que había sido construido como respuesta a una serie de aeronaves que Estados Unidos planeaba poner en servicio en los ’60, y que podrían volar triplicando la velocidad del sonido.

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El MiG-25 contaba con dos poderosos motores R-15 Turbojet Tumanski que le permitían alcanzar una velocidad de 3.200 kms. por hora y un fuselaje de acero pesado de 19,5 metros de largo, donde destacaban dos grandes alas. Después de 1970, cuando los MiG-25 entraron oficialmente en operación, los satélites espía americanos que vigilaban los aeródromos soviéticos ya habían detectado un nuevo tipo de caza e interceptor que los soviéticos estaban probando en secreto y que había causado preocupación entre los militares occidentales debido a una característica en particular: Sus alas eran muy grandes.

Este detalle no pasó inadvertido, especialmente tomando en cuenta que una superficie alar grande puede ser decisiva en un avión de combate, ya que facilita el ascenso y disminuye la cantidad de peso distribuido en el ala, lo cual hace al avión más ágil y fácil de girar. De ese modo, los especialistas del Pentágono, ante la presencia del MiG-25, se encontraron para su sorpresa ante la terrible perspectiva de enfrentar un caza soviético que podría ser más veloz que cualquiera de sus aeronaves militares.

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El teniente ruso Viktor Ivanovich Belenko, quien había nacido en 1947 en las montañas del Cáucaso, era en 1976 piloto del Regimiento de Cazas 513, perteneciente a las Fuerzas de Defensa Aéreas Soviéticas (VVS), y prestaba servicios en la base de la localidad de Chuguyevka, en el territorio de Primorie, en el extremo oriental ruso. Sin embargo, aunque era un piloto dedicado y profesional, el teniente Belenko por entonces se encontraba bastante desencantado. Era padre y se enfrentaba a un divorcio, y por otra parte había comenzado a cuestionar la naturaleza del régimen político soviético, y si los Estados Unidos era realmente un país tan malvado y decadente como el régimen comunista sugería.

“La propaganda soviética de esa época presentaba a los Estados Unidos como una sociedad podrida que se estaba derrumbando. Pero yo tenía muchas interrogantes en mi cabeza”, relataría posteriormente Viktor Belenko a la revista Full Context en 1996. El teniente ruso, quien por entonces tenía 29 años y se encontraba pilotando el nuevo MiG-25, se dio cuenta de que el nuevo y enorme caza soviético que estaba probando podría ser su única vía de escape.

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Belenko, como se mencionó, se encontraba apostado en la base aérea de Chuguyevka, cerca de la ciudad de Vladivostok, en el extremo más oriental de la Unión Soviética. Sabiendo que el nuevo MiG-25 podría volar rápido y alto, aunque sus dos grandes motores consumían mucho combustible, lo que hacía imposible que pudiera llegar muy lejos (por lo menos hasta los Estados Unidos), el piloto ruso decidió desertar valiéndose de su MiG-25 para aterrizar en algún aeropuerto del norte de Japón, que quedaba sólo a 644 kilómetros.

El 6 de septiembre de 1976, Viktor Belenko despegó de suelo ruso en una misión de entrenamiento, junto a otros MiG-25, ninguno de los cuales estaba armado aunque sí tenían combustible. Repentinamente, el piloto rompió la formación y desvió su nave hacia Japón. Al poco tiempo, tras sobrevolar el Pacífico, Belenko sobrevolaba el cielo de la ciudad japonesa de Hakodate, en la isla de Hokkaido.

El MiG-25 de Belenko aterrizaría en la pista de asfalto y hormigón de Hakodate, pero en vista que esta se había quedado corta, el avión de combate tuvo que abrirse camino en la tierra antes de detenerse completamente en el otro extremo del aeropuerto.

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El teniente Viktor Ivanovich Belenko, tras aterrizar sano y salvo, salió de la cabina del avión que había quedado varado en el extremo de la pista japonesa y disparó dos tiros de advertencia con su pistola, ante la vista estupefacta del personal del aeropuerto y de varios automovilistas que pasaban por una carretera cercana, quienes comenzaron a tomar fotos de la imprevista visión: Un piloto de combate saliendo de un avión MiG-25, la aeronave más secreta jamás construida por los rusos, un enorme aparato gris que nadie -ni en Japón ni en Occidente- había visto jamás de cerca y que lucía en la cola de su fuselaje las características estrellas rojas de la Unión Soviética.

En pocos minutos, los funcionarios del aeropuerto de Hakodate llegaron hasta el piloto y su impresionante aeronanave, conduciendo a través de la terminal. En ese momento el teniente de vuelo de las Tropas de Defensa Aérea soviética anunció oficialmente su deseo de desertar.

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La deserción del teniente Viktor Belenko le daría una oportunidad de oro a las agencias de seguridad norteamericanas para examinar de cerca el MiG-25, aunque pronto descubrirían que no era un avión tan temible como pensaban. Stephen Trimble, editor de la revista especializada Flightglobal para Estados Unidos, relataría que los norteamericanos “sobreestimaron las habilidades del avión en base a la apariencia; por el tamaño de las alas y las entradas de aire. Sabían que sería muy veloz y también pensaron que podría ser muy versátil. Tenían razón sobre lo primero pero no sobre lo segundo. Al desmontarlo e inspeccionarlo pieza por pieza durante varias semanas podían comprender exactamente de lo que (los soviéticos) eran capaces”.

Belenko, por cierto, había llevado consigo el manual del piloto del MiG-25 Foxbat (según el código usado por la OTAN para ese avión), cuya traducción al inglés sirvió de gran ayuda para los ingenieros aeronáuticos y pilotos estadounidenses que evaluaron y probaron las prestaciones de la aeronave.
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Roger Connor, responsable de aviación del museo del Instituto Smithsoniano, en Washington D.C., agregaría que “al revisar el MIG-25 del teniente Belenko, los norteamericanos se dieron cuenta con alivio que los soviéticos no habían construido el ‘super caza’ que temía el Pentágono, pues su radar no era superior al de los modelos estadounidenses y sus grandes y poderosos motores requerían tanto combustible que sólo podía volar distancias muy cortas. El MiG 25 no era un avión de combate muy útil. Era caro y pesado, y no era particularmente efectivo en combate. Podía despegar muy rápido y volar a gran velocidad en línea recta para disparar misiles o tomar fotos. Eso era todo, aunque la amenaza que representó el MiG-25 había hecho que los Estados Unidos se embarcara en un enorme proyecto que ayudó a crear el F-15 Eagle, caza bimotor todavía en funcionamiento”.

El MiG-25 del teniente Viktor Belenko, avión que la Unión Soviética había escondido del mundo durante años, tras ser minuciosamente analizado por los americanos, sería reensamblado y cargado en un barco de vuelta a la Unión Soviética, 67 días después de la deserción del piloto. Los japoneses tuvieron, eso sí, la “gentileza” de cobrarles a los soviéticos 40 mil dólares por los costos de envío y los daños que el aterrizaje de Belenko había causado en el aeropuerto de Hakodate.

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Sin embargo, pese al traspié militar que significó la deserción del teniente Viktor Belenko, nada evitó que la Unión Soviética construyera hasta 1984 más de 1.200 MiG-25, un avión de prestigio para las fuerzas soviéticas que lo anunciaban como el segundo más veloz del mundo y que se transformaría en uno de los símbolos más reconocibles de la Guerra Fría. El diseño del MiG-25, posteriormente, sería la base para crear el MiG-31, un avión de combate con mejores sensores, radar y motores.

En cuanto al piloto Viktor Belenko, jamás regresó a la Unión Soviética. Tras ser interrogado durante cinco meses por la CIA, el desertor recibió asilo político por parte del Gobierno estadounidense encabezado por el saliente presidente Gerald Ford, además de un generoso subsidio a modo de salario que le permitió vivir de forma confortable durante los siguientes años. Convertido en los años posteriores en ingeniero aeronáutico, en conferencista y en consultor de la Fuerza Aérea estadounidense, en 1980 Belenko solicitó la ciudadanía de los Estados Unidos, avecindándose en el estado de California, lugar donde vive en la actualidad.

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Como anécdota, el teniente Belenko relataría la gran impresión que se había llevado cuando visitó por primera vez un supermercado estadounidense. Según el piloto, quedó pasmado por la “cantidad increíble de mercancías” y la inexistencia de largas colas, a diferencia de lo que él había experimentado personalmente en la entonces Unión Soviética.

Belenko, en esa oportunidad, compró en el supermercado algunas latas de alimentos, sin saber muy bien qué contenían, debido a que en ese momento no sabía nada de inglés; cuando probó el contenido de algunas latas, éste le pareció “delicioso”, hasta que un conocido le aclaró que lo que en realidad había consumido era comida para gatos. Sin embargo, el piloto del MiG-25 le respondió de inmediato: “¡Es mejor que los productos enlatados para personas que se consiguen en Rusia en la actualidad!”.

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