La obsesión Nazi con la pureza de la raza aria, su profunda homofobia y la defensa de la poligamia

Incentivaron el sexo extramarital para poblar Alemania de arios puros, mientras castigaban el aborto, las relaciones interraciales y la homosexualidad.

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Los nazis, tras la ascensión de Adolf Hitler a la Cancillería de Alemania en 1933, se hicieron en los años siguientes con el poder total del Estado, lo que les dio manga ancha para reglamentar la vida sexual de todos sus ciudadanos. Ellos estaban obsesionados con elevar la natalidad de su población, lo que condujo a una planificación familiar en la cual se favorecían los matrimonios e incluso las relaciones extramatrimoniales siempre y cuando se trajesen niños arios al mundo, además de perseguir la emancipación de la mujer, el sexo interracial y algunas supuestas “perversiones sexuales” como la homosexualidad y el lesbianismo.

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El historiador francés Johann Chapoutot, autor del libro “La revolución cultural nazi”, comentó que los nazis, preocupados por la gran sangría demográfica que había ocurrido como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, implementaron a partir de los años 30′ una política sexual extrema y contradictoria que, por una parte, era bastante reaccionaria al combatir la emancipación de la mujer, la contracepción y la homosexualidad y, por la otra, era también moderna al tolerar y casi incentivar el sexo extramatrimonial y la igualación legal de los llamados hijos ilegítimos.

De ese modo, la legislación del Tercer Reich perseguiría el aborto, la homosexualidad y el trabajo de las mujeres, iniciando además una progresiva demolición de la monogamia y su institución más tradicional, el matrimonio, a través de la igualación de los derechos de los hijos concebidos fuera del matrimonio, facilitando además el divorcio, “en especial cuando el matrimonio es estéril”.

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Uno de los ejemplos más patentes de la nueva mentalidad sexual implantada por los nazis fue el del matrimonio compuesto por Martin Bormann -secretario personal de Adolf Hitler- y su esposa Gerda Buch, quien organizó un preciso plan reproductivo plurianual para maximizar la productividad genésica de su marido.

Cuando Martin Bormann le anunció a su esposa que mantenía una relación extramarital con la actriz Manja Behrens, cuyo novio estaba peleando en el frente, Gerda le escribió: “Es una pena que a mujeres tan hermosas, se les niegue la posibilidad de ser madres. Podrás ocuparte de que eso cambie, pero deberás estar atento a que Manja tenga un hijo un año y yo al siguiente, de manera que tengas siempre una mujer que esté disponible. Será bueno que se promulgue una ley al final de la guerra, como al final de la Guerra de los Treinta Años, que permita a hombres sanos y válidos tener dos mujeres”, a lo que su marido le respondió: “El Führer es exactamente del mismo parecer”.

Martin Bormann, secretario personal de Adolf Hitler, y sus dos mujeres:  su esposa Gerda y su amante Manja Behrens.

Martin Bormann, secretario personal de Adolf Hitler, y sus dos mujeres: su esposa Gerda y su amante Manja Behrens.

La académica Nicole Loroff, profesora de la Universidad canadiense de Alberta, precisó por su parte que “para asegurar la perseverancia de la raza alemana/aria, los nazis abrazaron valores sexuales conservadores, que enfatizaban la heterosexualidad y la castidad. En lo referente al acto sexual, los nazis creían que debían abordarlo con el propósito de acercarse a los objetivos nacionales antes que perseguir su propio placer. Reforzando la idea de que el sexo era un servicio público, los individuos reconocían así que la satisfacción sexual era parte de su deber patriótico de apoyo a los nazis. Por lo tanto, el sexo se consideraba una recompensa que el régimen repartía entre sus partidarios”.

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Loroff afirmó que los nazis perseguían a los practicantes de sexo interracial, ya fuesen hombres o mujeres, y detalló que si bien el régimen nazi protegía el matrimonio, en secreto fomentaba el sexo premarital y extramarital.

“La Liga de Muchachas Alemanas (BDM), la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas que contaba entre sus filas con adolescentes de entre 10 y 18 años, recibió la orden de llevar a cabo relaciones sexuales antes del matrimonio. Aunque esta directiva fue originalmente calificada como ‘top secret’, para 1935 la población estaba al tanto de lo que pasaba en los encuentros entre la BDM y las Juventudes Hitlerianas. Por ello, a fines de los años 30′, de mano con el aumento del número de adolescentes embarazadas, se comenzó a elogiar el rol de las madres solteras como pilares de la nueva sociedad nacionalsocialista”.

Adolescentes de la Liga de Muchachas Alemanas (BDM), la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas.

Adolescentes de la Liga de Muchachas Alemanas (BDM), la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas.

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Los homosexuales en la Alemania nazi, en tanto, sufrirían una dura persecución, en virtud del artículo 175 del código penal alemán, que seguiría vigente hasta 1994 (aunque desde 1973 sólo eran sancionables los actos homosexuales con menores). Los nazis extremaron su intolerancia con la homosexualidad, pues creían que los gays eran hombres decadentes, débiles y afeminados que no podían luchar por la nación alemana y, lo más grave, estaban imposibilitados de concebir hijos, por lo que no contribuirían al esfuerzo de aumentar la tasa de natalidad germana.

El 26 de octubre de 1936, Heinrich Himmler, el máximo jerarca de las temidas SS, formó dentro de la Policía de Seguridad la Oficina Central del Reich para Combatir el Aborto y la Homosexualidad. Josef Meisinger, un jerarca de las SS ejecutado en 1947 por su brutalidad en la Polonia ocupada, dirigiría esta nueva oficina.

Homosexuales alemanes en campos de concentración, quienes eran obligados a usar un infamante triángulo rosa como distintivo de su condición sexual.

Homosexuales alemanes en campos de concentración, quienes eran obligados a usar un infamante triángulo rosa como distintivo de su condición sexual.

Las redadas contra los homosexuales serían habituales durante los años del nazismo, sobre todo en las grandes ciudades de Alemania. Los homosexuales, tras ser detenidos, eran enviados a los campos de concentración, donde eran obligados a llevar en sus ropas un infamante triángulo rosa.

Algunos nazis postulaban que la homosexualidad era una patología que podía ser curada y, para ello, diseñaron diversas políticas para “curar” a los homosexuales de su “enfermedad” a través de la humillación, los maltratos físicos y el trabajo duro. Una forma de sobrevivencia extrema para algunos homosexuales era la castración, que algunos oficiales de la justicia criminal apoyaban como una manera de “sanar” la perversión sexual. Los acusados homosexuales en casos criminales o en campos de concentración también podían consentir ser sometidos a la castración a cambio de recibir sentencias menores.

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El régimen nazi mostraría una mayor permisividad hacia la homosexualidad femenina, puesto que no representaba una amenaza directa hacia el ideal masculino del hombre ario (la ley 175 del Código Penal prohibía las relaciones homosexuales, aunque no el lesbianismo). De todos modos, muchas lesbianas que cometieron el error de ventilar su condición sexual sufrirían un aciago destino.

Fue el caso de la periodista alemana-judía Felice Schragenheim, quien entabló una relación amorosa con Elisabeth Wust, también conocida como Lilly, esposa de un oficial del régimen nazi y madre de cuatro hijos. Ambas se habían conocido en 1943 en un café de Berlín: “Hubo una atracción inmediata y flirteamos escandalosamente. Comencé a sentirme viva como nunca antes lo había hecho”, recordaría Lilly.

Felice Schragenheim y su compañera Elisabeth Wust (Lilly), dos lesbianas que debieron ocultar su amor en el régimen nazi.

Felice Schragenheim y su compañera Elisabeth Wust (Lilly), dos lesbianas que debieron ocultar su amor en el régimen nazi.

Las dos mujeres, que sabían que no podrían llevar anillos ni mostrar su afecto en público, se casaron el 26 de junio de 1943 en una ceremonia secreta, mediante la redacción de un simbólico contrato de matrimonio que no tenía valor legal. Sin embargo, dos meses después de su enlace, cuando regresaban de pasar el día tomándose fotografías a orillas del río Havel, la Gestapo las detuvo a ambas. Felice, en su calidad de judía y lesbiana, fue enviada de inmediato al campo de concentración de Theresienstadt, donde se cree que murió a finales de 1944. Aunque mantuvo el contacto por carta con su amante, ella y Lilly no volverían a verse jamás.

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