La Operación Utka: El asesinato de León Trotski en México por orden de Stalin
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- Héctor Fuentes
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Lev Davidovich Bronstein, quien se haría conocido en la historia como León Trotski, nació en 1879 en el seno de una familia de terratenientes de clase media de origen judío, convirtiéndose en las décadas siguientes en un destacado político, orador y agitador, siendo uno de los organizadores más importantes de la Revolución de Octubre, que permitió a los bolcheviques tomar el poder en noviembre de 1917 en Rusia.
Su labor durante la guerra civil y la revolución comunista, donde se convertiría en la mano derecha de Lenin, a quien no dudaba en criticar de vez en cuando, no fue menor. Desempeñó el cargo de comisario de asuntos militares, negoció la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial mediante la Paz de Brest-Litovsk y tuvo a su cargo la creación del Ejército Rojo, que consolidaría definitivamente los logros revolucionarios, siendo condecorado con la Orden de la Bandera Roja.
Sin embargo, por diferencias políticas e ideológicas, León Trotski pronto caería en desgracia ante Stalin, el implacable y temible jerarca soviético que sustituiría a Lenin. Trotski fue destituido como Comisario del Pueblo del Ejército y de la Flota, luego fue expulsado del partido y, más tarde, fue deportado a Kazajistán, siendo finalmente expulsado de la Unión Soviética en 1929.
Trotski se exiliaría primero en Turquía, donde siguió criticando a Stalin, arguyendo que el aislamiento de la Unión Soviética había producido un gobierno tiránico, mientras abogaba por la democratización del partido y la apertura política en toda la sociedad soviética. Durante su exilio, Stalin se vengaría de Trotski persiguiendo implacablemente a sus familiares (como su primera esposa y sus hijos Zinaida, Lev y Serguéi), quienes fueron eliminados uno a uno, pese a que varios de ellos vivían en el extranjero.
Tras abandonar Turquía, Trotski se instaló primero en Francia en 1933, mudándose posteriormente en 1935 a Noruega, país donde publicó su libro “La revolución traicionada”, donde analizaba el ascenso al poder de Stalin, atribuyéndolo a la victoria política de la burocracia soviética surgida por la corrupción y degeneración estatal. Hostigado tanto por los comunistas como los fascistas noruegos, en noviembre de 1936 Trotski abandonaría Escandinavia para aceptar el ofrecimiento de acogida en México del Gobierno de Lázaro Cárdenas.
León Trotski llegó a México el 9 de enero de 1937, donde recibió el estatus de refugiado político. En su casa de Coyoacán, el otrora revolucionario ruso se convirtió en toda una celebridad mundial y comenzó a organizar la “Cuarta Internacional”, un movimiento político para enfrentar a Josef Stalin. No sabía que a miles de kilómetros de distancia, el implacable y temido dictador soviético ya lo había condenado a muerte, echando a andar la “Operación Utka” (“Operación Pato”), que suponía la eliminación física de Trotski, considerado la principal amenaza exterior del régimen stalinista, pues pese a que estaba radicado en México, rodeado de intelectuales y artistas, seguía ejerciendo un innegable liderazgo ideológico aún desde el ostracismo.
En su casa de Coyoacán Trotski sufriría dos atentados. El 24 de mayo de 1940 un comando de veinte hombres armados, al mando de David Alfaro Siqueiros, ingresaron a su casa con la complicidad de Robert Sheldon Hart, un guardaespaldas de Trotski que en realidad era un agente doble. Los recién llegados ametrallaron sin contemplaciones la vivienda, realizando más de 300 disparos sobre ella.
Creyendo que habían acabado exitosamente su “tarea”, los atacantes se retiraron raudamente del lugar, pero Trotski y sus esposa Natalia Sedova habían logrado salvar la vida tras resguardarse junto a una pared, al lado de su cama. Cuando Siquieros se enteró de que Trotski todavía seguía vivo pese a la lluvia de balas que había caído sobre su morada, se lamentó: “¡Todo ese trabajo para nada!”.
Kotov, agente de la NKVD (la policía secreta de Stalin) que era el encargado de las operaciones contra Trotski en México, organizó entonces un segundo atentando valiéndose de Ramón Mercader del Río, un comunista catalán conocido con el alias de “Jacques Mornard”.
Mercader, pese a que provenía de la burguesía acomodada de Barcelona, por influencia de su madre, una anarquista española, se había enamorado en su juventud de la ideología marxista, participando del lado comunista en los albores de la Guerra Civil Española, uniéndose posteriormente a los servicios secretos soviéticos.
Pese a que la casa en la que vivía Trotski estaba fuertemente custodiada, Ramón Mercader logró infiltrarse en su círculo más íntimo, ganándose la confianza de una de sus secretarias, Silvia Ageloff, una militante trotskista estadounidense a la que había conocido en París. Mercader conoció a Trotski a finales de mayo de 1940 y pronto comenzó a visitar su casa en una decena de ocasiones, haciéndose pasar por un simpatizante comunista algo escéptico.
Para quedarse a solas con Trotski y perpetrar el asesinato, Mercader usó uno de las pocos puntos débiles del revolucionario: su vanidad intelectual. A sabiendas que al agitador ruso le encantaba teorizar sobre política y pasar horas y horas explicando sus puntos de vista, un día que estaba tomando el té con él, Mercader le preguntó a Trotski si podía revisar un supuesto artículo suyo que trataba sobre si, tras la llegada de Stalin, la U.R.S.S. se había vuelto un estado imperialista o no.
Trotski mordió el anzuelo de inmediato y le contestó que podía recibirlo cuando él lo deseara, para poder comentar juntos el texto y revisar sus posibles erratas.
De ese modo, el 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader llegó a la casa de León Trotski para hablar presuntamente del texto político que había escrito. Cuando ambos se quedaron a solas en el estudio del revolucionario, el español se acercó entonces a Trotski y, cuando este se giró para aprovechar la luz de la ventana, le propinó un golpe mortal con un piolet –un pico de mango corto que se usa en montañismo- en la cabeza, infligiéndole una herida letal de siete centímetros de profundidad.
Trotski, al recibir el golpe, lanzó un aterrador grito que se escuchó en toda la casa, aunque alcanzó a derribar a su atacante, caminar unos pasos para salir de la habitación y comunicar a su esposa la identidad de su atacante antes de desplomarse en el suelo.
León Trotski fallecería al día siguiente en un hospital en Ciudad de México. Trotski, el mismo político deslenguado que una vez dijera que los españoles eran franceses sin cultura y que Madrid era una vaga imitación de París, había muerto paradójicamente asesinado a manos de un español.
En Moscú, a casi once mil kilómetros de distancia y al enterarse del crimen, el dictador José Stalin celebró el hecho bebiendo champagne, bebida que prefería por sobre el vodka.
A las exequias de León Trotski, celebradas en la misma capital mexicana, asistirían cerca de trescientas mil personas. Su asesino, el comunista Ramón Mercader Del Río, quien fue condenado a purgar una pena de diecinueve años de prisión, sería liberado en 1960, recibiendo más tarde de los jerarcas de la URSS la ciudadanía rusa y la condecoración de Héroe de la Unión Soviética.
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