La trágica historia de Otto Rahn: el judío que se sumó a las temibles SS para encontrar el Santo Grial
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- Héctor Fuentes
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Uno de los tantos secretos del mundo del cine asegura que parte de la inspiración de George Lucas y Steven Spielberg para tejer el argumento de la primera película de Indiana Jones, “Los Cazadores del arca perdida” (que narraba la búsqueda de la mítica Arca de la Alianza), fue en parte la figura y vida del escritor alemán Otto Rahn (1904-1939). Los famosos cineastas nunca lo corroboraron – aunque tampoco lo negaron-, pero quienes creen esto acaso se limiten a establecer un parecido obvio en el hecho de que Rahn era un auténtico experto en el Santo Grial, reliquia que buscó incansablemente durante varios años de su corta vida y en torno a la cual giraría el argumento del tercer título de esa conocida saga cinematográfica (“Indiana Jones y la última cruzada”).
Obsesionado desde su juventud con las historias alemanas medievales sobre el Santo Grial, durante su paso por la universidad -donde cursó estudios de derecho, filología e historia- Rahn se interesó profundamente por el catarismo, un movimiento ascético y gnóstico con influencias maniqueístas que prosperó en Francia y que fue aniquilado por la Iglesia Católica durante el siglo XIII y en el que se concebía el mundo dividido en dos concepciones, siendo una la espiritual (el Cielo, las almas… creada por Dios) y otra la material (guerras, Iglesia Católica… obra del diablo). Todo ello en plena Edad Media, entre los siglos X y XII.
La obsesión de Rahn por la cultura cátara lo llevó a desarrollar su tesis doctoral en torno a la herejía cátaro-albigense y a viajar por Francia, Italia, España y Suiza entre 1928 y 1932. Se instaló en la aldea de Lavelanet (Languedoc, Francia) en 1929 para explorar las ruinas de Montsegur y las grutas próximas a la montaña. Escribió posteriormente dos obras inspiradas en sus viajes, “Cruzada contra el Grial” y “La corte de lucifer”, libros que obtuvieron bastante éxito en Alemania e influyeron en autores posteriores vinculados al esoterismo medieval y al misticismo nacionalsocialista y germánico.
Para Rahn, el Santo Grial, ese preciado objeto tan simbólico e importante en la imaginería medieval, pero nunca encontrado, podía estar aún enterrado entre las ruinas de Montsegur, la villa amurallada que constituyó la última posición de resistencia de los cátaros ante la cruzada que decretó el papa Inocencio III para acabar con ellos. La leyenda decía que los cátaros guardaban un fabuloso tesoro del que formaba parte “una piedra caída del cielo”, que Rahn identificó con el Grial que Perceval o Parsifal (el caballero de la Corte del Rey Arturo) había encontrado en un castillo del Monstsalvat (Monte Salvaje).
Tras la publicación del primer libro de Rahn, su trabajo llamó la atención de uno de los más importantes y temidos jerarcas nazis, el jefe de la SS Heinrich Himmler, que igualmente estaba fascinado por el ocultismo y había comenzado su propia búsqueda del Santo Grial por el sur de Francia. Himmler, al parecer, decidió hacer la vista gorda de los supuestos malos antecedentes personales de Rahn, y pagarle una exorbitante suma de dinero para sumarlo a las fuerzas paramilitares del Reich, las SS, con la tarea de encontrar el mítico Cáliz bíblico. Rahn, a pesar de ser un ferviente detractor del régimen nazi, no tuvo más remedio que aceptar el ofrecimiento.
Rahn se unió a las SS como unteroffizier, convirtiéndose posteriormente en obersturmführer (teniente) de las SS en 1936. El problema es que Rahn no era precisamente un nazi modelo. Según su editor y otros conocidos, era claramente homosexual (aunque no todos los estudiosos están seguros de ello) y además no podía acreditar cuatro generaciones de ancestros racialmente puros, como se exigía a los SS, ya que descendía de judíos por vía materna; además, para empeorar las cosas, frecuentaba círculos anti-nazis. Por ello, no fue fácil para Rahn el pertenecer a las SS, lo que se graficó en la explicación que una vez le dio a un amigo: “Un hombre necesita comer, ¿Qué esperabas que hiciera? ¿decirle que no a Himmler?”.
Enfermizo y fumador compulsivo, Rahn detestaba tanto el ejercicio físico como las armas, lo que le llevó a refugiarse en el alcohol y no participar en ninguno de los campamentos que las SS organizaba cada verano. Lo suyo era el estudio y ahora que los nazis le habían encomendado una misión concreta se aplicó a ello con todo su ser, realizando nuevos viajes por diversos rincones de Europa (Francia, Italia, Islandia) para efectuar excavaciones arqueológicas en busca del Santo Grial.
Tras no encontrar ni una pista sólida de la reliquia, Rahn comenzó de a poco a perder el favor de Himmler y de las SS, lo que se vio agravado en 1937 con una acusación y condena tras un confuso altercado bajo los efectos del alcohol. Después de una escandalosa borrachera, Rahn fue acusado de “conducta deshonrosa” por un compañero (quizá por poner en evidencia sus gustos sexuales), fue degradado, le prohibieron probar alcohol en dos años, lo casaron con la joven Asta Bach y lo enviaron tres meses como guardia al campo de concentración de Dachau, lugar donde se encontraban encerrados numerosos elementos “indeseables” para el Tercer Reich, como comunistas, testigos de Jehová, católicos, gitanos y homosexuales. La estancia de Rahn en Dachau no fue para nada placentera y lo sumió en una depresión crónica. En ese triste estado le escribió a un amigo: “Ya no es posible por más tiempo, vivir en el país en el que se ha convertido mi patria. Ya no puedo dormir y comer. Es como si una pesadilla se posara sobre mí”.
Rahn, después de dejar a su esposa, presentaría finalmente su renuncia a las SS el 28 de febrero de 1939, “por motivos tan serios que sólo pueden ser comunicados oralmente”. Si bien Himmler aceptó su dimisión con un simple “sí”, todo el mundo en Alemania sabía que no era posible irse de las SS así como así, sin experimentar algún tipo de consecuencia funesta. Algunos historiadores aseguran que a partir de ese momento la Gestapo, la temida policía política del régimen nazi, comenzó a investigar la vida de Rahn, amenazándolo con exponer su condición homosexual y la posibilidad de tener antepasados judíos en caso que no aceptara la “honorable” opción del suicidio. Rahn intentó salvar su vida y solicitó retirarse al Languedoc y vivir discretamente dedicado a la investigación, pero los jerarcas de las SS se lo denegaron; era la muerte con honor por su propia mano o el procesamiento, el oprobio público y la ejecución.
El Santo Grial jamás fue encontrado por los nazis y, tras su renuncia a las SS, Rahn fue obligado a suicidarse. Falleció finalmente el 13 de marzo de 1939, en la cima del monte Wilden Kaiser (Austria), probablemente en un suicidio ritual que él asimiló a la endura (ritual cátaro que suponía la práctica de un ayuno total final como medio de entrega mística del último suspiro de vida a Dios). Rahn fue encontrado muerto congelado, tumbado boca abajo mirando hacia las montañas y a su lado se encontraron dos frascos de medicina, uno vacío y el otro a la mitad, que pudieron contener algún tipo de veneno. La fecha elegida por Rahn para morir era sospechosamente cercana a la de la caída de la fortaleza de Montsegur en manos de los cruzados (que sería tres días después en el año 1244).
Otto Rahn, quien al momento de su muerte tenía sólo 35 años, sería enterrado en Kufstein, lugar donde estuvo hasta el final de la Guerra, siendo trasladado posteriormente a Darmstadt. Por motivos desconocidos, nunca hubo un certificado de defunción. Al año siguiente de su muerte apareció un obituario en el periódico nazi “Volkische Beobachter”, firmado por Karl Wolff, el oficial de las SS a quien Otto Rahn había dirigido su carta de renuncia de las SS: “En medio de una tormenta de nieve en las montañas, este marzo, el SS Obersturmfuhrer, Otto Rahn, falleció trágicamente. Sentimos la muerte de nuestro compañero, un SS decente y escritor de notables trabajos de investigación histórica”.
Después de la muerte de Rahn, Heinrich Himmler acudió al monasterio de Montserrat el 23 de octubre de 1940, buscando en ese sagrado lugar el Santo Grial. Llevaba consigo la obra de Rahn “La corte de lucifer”, el mismo libro que ordenó distribuir gratuitamente entre los oficiales de alta graduación de las SS.
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