La dolorosa deformidad que Hitler trató de esconder: Testimonios lo delatan
Guía de: Mitos y Enigmas
- Héctor Fuentes
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La figura de Adolf Hitler ha hecho correr ríos de tinta, pues quizás ningún otro ser humano en la Historia ha sido objeto de una indagación vital tan minuciosa, en busca de los móviles que lo llevaron a materializar su ejecutoria política. De él se han dicho muchas cosas, las que según algunos sólo buscarían demonizarlo: que tenía ascendientes judíos, que era misógino, impotente y homosexual e, incluso, que tenía un solo testículo.
Sobre este último aspecto, en los últimos años han surgido algunos antecedentes. El médico alemán Johan Jambor, un facultativo que estuvo en la Primera Guerra Mundial y que falleció en 1985 a la edad de 94 años, en una conversación mantenida con el sacerdote Franciszek Pawlar en la década de 1960, le habría asegurado a éste que Adolf Hitler sólo tenía un testículo. Según una nota que se hizo del relato de Jambor, en 1916 éste se encontraba junto a sus colegas en la cruenta batalla del Somme recogiendo a varios soldados heridos, entre los cuales se encontraba supuestamente Adolf Hitler. Jambor dice que “a Hitler lo llamaban “el gritón”. No se callaba ni dejaba de gritar “¡Ayuda, Ayuda!” Su abdomen y piernas se encontraban cubiertas de sangre debido a una herida causada por una granada. Hitler estaba herido en el abdomen y había perdido un testículo. Su primera pregunta al médico fue: «¿Podré tener hijos?” “.

Adolf Hitler (a la derecha), vestido con su uniforme del Ejército Alemán, mientras combatía en la Primera Guerra Mundial.
Por otra parte, un supuesto informe médico del dictador Adolf Hitler datado en 1923 habría confirmado que el Führer germano padecía criptorquidia, es decir, sólo uno de sus testículos había descendido al escroto. Esta acta médica habría sido firmada por el doctor Josef Steiner Brin, quien por entonces era el médico de la prisión de Landsberg, Baviera, lugar donde Hitler estuvo recluido tras el fallido golpe de Estado que protagonizó en Munich en 1923 y que forma parte del libro “Hitler como prisionero en Landsberg am Lech, 1923/24”, publicado en Alemania por el historiador Peter Fleischmann.
El doctor Steiner habría consignado en el citado informe firmado el 12 de noviembre que, tras una revisión médica al “preso número 45, Adolf Hitler, artista y escritor”, éste se encontraba “fuerte y saludable”. Sin embargo, pese a encontrarse en buen estado de salud, el doctor habría detectado que Hitler padecía una “criptorquidia del lado derecho”.
El historiador Peter Fleischmann aseguró que este informe terminó de desmentir los rumores de que Hitler había perdido un testículo a causa de una explosión de metralla en la batalla del Somme durante la Primera Guerra Mundial, asegurando que el testículo derecho del dictador se quedó “probablemente mal desarrollado” en lugar de emigrar hacia el escroto, como le sucede a todos los hombres durante la etapa embrionaria de sus órganos sexuales.
Curiosamente, tal como recuerdan varios medios alemanes, la supuesta falta de un testículo de Adolf Hitler se convirtió en una consigna difamatoria cantada por los soldados británicos durante la Segunda Guerra Mundial, quienes solían cantar en sus marchas la frase “Hitler has only got one ball” (“Hitler sólo tiene una bola”) con la música de la popular “Marcha del coronel Bogey”.
Los historiadores y biógrafos más reputados del líder alemán, sin embargo, aseguran no haber encontrado ninguna prueba confiable que a Adolf Hitler le faltara un testículo. A propósito de la supuesta herida de gravedad recibida durante la batalla del Somme, durante la Primera Guerra Mundial, el biógrafo Joachim Fest asegura que “a principios de octubre de 1916 Hitler fue ligeramente herido en el muslo izquierdo”, mientras que el británico Ian Kershaw, en su libro “Hitler 1889-1936″, dice que “Hitler resultó herido en el muslo izquierdo al explotar un obús en el refugio subterráneo de los correos, que mató e hirió a varios de ellos”. Según Kershaw, Hitler pasó dos meses de baja, un plazo relativamente breve en caso de haber sufrir una herida tan grave como la pérdida de un testículo. Después de este plazo, Kershaw relata que Hitler no sólo se reincorporó a la guerra perfectamente, sino que jamás tuvo ninguna molestia física desde entonces.
Por lo pronto, si Hitler tuvo o no un solo testículo continúa siendo materia de especulación. Según el mismo Ian Kershaw, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Sheffield y autor del reciente libro “Hitler: La Biografía Definitiva”, “durante los primeros treinta años de su vida Hitler fue un don nadie, pero en los restantes veintiséis años de su existencia dejaría una huella imborrable en la historia como dictador de Alemania e instigador de una guerra genocida que marcó el momento más bajo en los valores de la civilización que se haya conocido en los tiempos modernos y que acabó con su propio país y gran parte de Europa en estado ruinoso. A la edad de 16 años, Hitler dejó el colegio sin mucho pesar. Los años escolares no fueron felices y sus resultados oscilaron entre malos y escasamente satisfactorios. Suspendió en 1907, y de nuevo en 1908, en las pruebas de acceso a la Academia de Bellas Artes de Viena, lo cual supuso un serio revés para su orgullo. Durante los cinco años siguientes llevó la existencia de un excluido social en la capital imperial. Era un solitario con pocos amigos y conocidos, un personaje marginal convencido de su talento artístico y resentido contra la sociedad burguesa que le había rechazado”.
Kershaw concluye que Hitler “huyó a Múnich en 1913 para escapar del servicio militar en Austria, para el cual, de todos modos, se le consideró «demasiado débil» y no apto un año más tarde, en 1914. Una foto muy conocida, tomada meses después, muestra su rostro emocionado en medio de una multitud exultante concentrada en la Odeonsplatz de Múnich el 2 de agosto de 1914, al día siguiente de la declaración de guerra a Rusia por parte de Alemania. Hitler corrió a presentarse voluntario en el ejército bávaro. Recibió, como cabo primero en un regimiento de infantería, dos distinciones al valor, una de ellas la Cruz de Hierro de primera clase, pero al mismo tiempo no se le consideró adecuado para un ascenso ¡basándose en que carecía de dotes de liderato! Sus camaradas le veían como un bicho raro, estrafalario, introvertido y obsesionado con Schopenhauer, mientras ellos se dedicaban a charlar sobre sus familias y novias. Nada en él presagiaba a un hombre que fuera a llegar lejos”.
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