Los atentados a Ronald Reagan y Juan Pablo II: Las teorías conspirativas de dos hechos que estremecieron al mundo
Guía de: Mitos y Enigmas
- Héctor Fuentes
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El 30 de marzo de 1981, sólo 70 días después de que asumiera la presidencia de los Estados Unidos y mientras salía de una conferencia en el Washington Hilton Hotel, en Washington D. C., lugar donde había almorzado con los representantes de la Federación del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales, el Presidente Ronald Reagan sufrió un inesperado ataque a manos de un desequilibrado mental de 25 años de edad llamado John Hinckley Jr., quien intentó matarlo disparándole seis balas explosivas con un revólver calibre 22.
La media docena de proyectiles disparados por Hinckley, en un lapso de tres segundos, alcanzaron parcialmente su objetivo. Jim Brady, secretario de prensa de Reagan, recibió la primera bala en su cabeza, herida que lo dejaría incapacitado por el resto de su vida hasta su muerte, el 4 de agosto de 2014. El oficial de policía Thomas Delahanty, en tanto, fue alcanzado en la espalda con el segundo proyectil, mientras que la tercera bala se estrelló contra la ventana de un edificio contiguo. El cuarto proyectil impactó frontalmente al agente del servicio secreto Timothy McCarthy, que se había puesto delante de las balas para proteger al Presidente, mientras que la quinta bala alcanzó uno de los vidrios blindados del auto presidencial.
La sexta y última bala también rebotó en el auto, pero terminó entrando en la axila izquierda de Ronald Reagan, pues el mandatario había alzado ese brazo para saludar a algunos de sus partidarios que se encontraban apostados en la vía pública. Debilitada por el rebote, la sexta bala explosiva, que por un inexplicable milagro no había estallado, pegó en una costilla y se detuvo en el pulmón, a dos centímetros y medio del corazón del Presidente.
Según los testigos, Ronald Reagan salvó su vida gracias a la rauda y oportuna actuación del agente del Servicio Secreto Jerry Parr, quien tras escuchar el primer disparo alcanzó a empujarlo dentro del auto presidencial blindado y lo cubrió con su cuerpo.
Extrañamente, nadie había notado en ese momento que el Presidente había sido baleado. El auto presidencial arrancó a toda velocidad hacia la Casa Blanca y el mandatario sintió el peso del agente sobre su cuerpo y un agudo dolor en el pecho, por lo que le dijo a Parr, antes de toser y escupir sangre: “Creo que me rompiste una costilla y que la costilla me atravesó el pulmón”. Parr, entonces, tomó una decisión providencial: ordenó al chofer cambiar de ruta y dirigirse hacia el George Washington University Hospital, lugar donde a Reagan le salvaron la vida.
Curiosamente, Ronald Reagan, un ex actor de Hollywood devenido en un exitoso y carismático político, sería el primer presidente de los Estados Unidos en servicio que recibió un disparo y sobrevivió a un intento de asesinato. Además, se transformaría en el primer mandatario norteamericano electo en un año terminado en cero que salía vivo de la Casa Blanca.
A saber: El Presidente William Harrison, electo en 1840, murió de una neumonía al mes de asumir, siendo el primero en morir en el cargo, mientras que Abraham Lincoln, electo en 1860, fue asesinado durante su segundo mandato, renovado en 1864, al final de la Guerra de Secesión norteamericana. James Garfield, elegido en 1880, recibió un disparo en julio de 1881 y murió en septiembre de ese mismo año, tras agonizar durante 70 días. El Presidente William McKinley, electo en 1900, murió ocho días después de ser ser baleado por un anarquista en Nueva York el 6 de septiembre de 1901. Warren H. Harding ganó la presidencia en 1920, pero fallecería de un ataque cardíaco el 2 de agosto de 1923. En 1940 fue reelecto por tercer período consecutivo Franklin D. Roosevelt y elegido por cuarta vez en 1944, pero murió en abril de 1945. Y el carismático candidato demócrata John F. Kennedy ganó las elecciones presidenciales en noviembre de 1960, siendo asesinado en Dallas en noviembre de 1963. El siguiente presidente elegido en un año terminado en cero sería Ronald Reagan.
En cuanto a John Hinckley Jr., el tirador y frustrado magnicida de 25 años de edad que había sido descrito en sus años universitarios como un estudiante taciturno, había querido impresionar con el atentado a la joven actriz Jodie Foster, a quien idolatraba después de verla unas quince veces actuando en la clásica película de 1976 “Taxi Driver”, protagonizada por Robert De Niro y dirigida por Martin Scorsese.
Los amantes de las teorías de la conspiración afirman que con el atentado a Ronald Reagan se intentó frustrar la llamada Nueva Revolución Conservadora, que el propio presidente norteamericano había lanzado con el apoyo de la primer ministro británica Margaret Thatcher, formando una alianza personal y política que revitalizó el movimiento conservador en el mundo entero, potenció la cooperación estratégica entre Estados Unidos y el Reino Unido y contribuyó de forma determinante a poner fin al comunismo y ratificar el predominio universal del capitalismo.
A estos dos personeros se agregaría la figura del Papa Juan Pablo II, formando entre los tres una especie de “triángulo de paz” que se había impuesto como misión política contener y suprimir el comunismo en Europa.
El 13 de mayo de 1981, sólo un mes y medio después del atentado contra Ronald Reagan, Juan Pablo II fue baleado en dos oportunidades en la Plaza San Pedro, frente a unos 30 mil fieles, por el terrorista Mehemet Alí Agca, un joven turco de 23 años que fue detenido de inmediato por la policía y que jamás confesaría el motivo real del atentado. Agca, de hecho, llegó a cambiar 52 veces su versión de los hechos, llegando a asegurar incluso que el asesinato había sido ordenado por el mismísimo Vaticano.
Hoy, las teorías más plausibles y aceptadas apuntan a que el intento de asesinato del Papa Karol Wojtyla había sido orquestado por los servicios de espionaje de la Unión Soviética, en venganza por los muchos gestos que el Santo Padre había tenido en contra del comunismo, como la famosa visita que hizo en 1979 a su Polonia natal, sojuzgada por entonces por el temible régimen soviético.
Durante una misa en Varsovia, Juan Pablo II, protagonista de la primera visita de un Pontífice católico a un país comunista de la Europa oriental desde la Guerra Fría, había lanzado un mensaje breve y evangélico a sus oprimidos compatriotas que fue leído por algunos como un llamado a la resistencia política: “No tengan miedo”.
Además, el 1 de enero de 1981, diecinueve días antes de que Ronald Reagan asumiera la presidencia de los Estados Unidos, Juan Pablo II había recibido en el Vaticano a Lech Walesa, fundador en los astilleros de Gdansk del sindicato independiente Solidaridad, de raíces cristianas, en la Polonia bajo dominio soviético.
El Presidente Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II, tal como consignan los anales de la historia, se recuperaron de sus heridas y prosiguieron sus mandatos en la Casa Blanca y el Vaticano, respectivamente. El Papa (fallecido finalmente el año 2005, a los 84 años de edad) con una nobleza y caridad proverbiales llegó incluso a visitar y perdonar a su agresor, mientras que Ronald Reagan (fallecido el año 2004, a los 93 años) se refirió con humor a la bala disparada por John Hinckley Jr. que casi le arrebató la vida: “Todo esto me costó mi mejor traje”.
Hinckley sería declarado inocente del intento de asesinato del Presidente Reagan por motivos de demencia y permaneció confinado durante 35 años en el Hospital St. Elizabeth de Washington, destinado a enfermos mentales, hasta el 2016, año en que fue liberado. Hoy tiene 67 años de edad, vive en Williamsburg, Virginia, a 210 kilómetros de Washington, y sus vecinos dicen que suele alimentar a los gatos callejeros. Lo último que se supo de él fueron unos curiosos videos que subió a Youtube donde aparece mostrando sus dotes musicales con una guitarra acústica.
Alí Agca, en tanto, tras pasar más de un cuarto de siglo confinado en las prisiones italianas y turcas, hoy tiene 64 años y hasta el año 2020 vivía en los suburbios de Estambul, en su natal Turquía. Sus vecinos también lo describieron como un buen tipo que alimentaba a diario a perros y gatos de la calle, algo que corroboró el propio Agca en una entrevista concedida al diario británico “Daily Mail: “Me siento el pontífice de los animales callejeros de Estambul”.
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